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ENTREVISTA

«Nuestro reto es que les sea insoportable el inmovilismo»

En una entrevista a GARA, Pernando Barrena no se muestra sorprendido por las reacciones a la declaración de la izquierda abertzale en el Kursaal: «No lo hacemos para que nos den palmaditas, sino para desarrollar nuestra apuesta política». Está seguro de que «moveremos ese elefante».

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Pernando Barrena

Una semana después del nuevo paso del Kursaal, Pernando Barrena destaca que la izquierda abertzale sigue ganando credibilidad y apoyo social con iniciativas unilaterales que anticipa que van a continuar. Se muestra convencido de que «lograremos mover ese elefante» y se irán alcanzando las siguientes estaciones de Aiete, que sitúa como hoja de ruta válida por encima de la del Congreso. Es ahí donde ubica una resolución que lógicamente incluya también la disolución de ETA en un proceso «ordenado».

Ramon SOLA

¿Por qué y para qué ha elaborado la izquierda abertzale el documento presentado el pasado domingo en el Kursaal?

Hay que entenderlo en su contexto. Estamos gestionando el post-escenario de lo que fue el pasado mes de octubre, con Aiete y su hoja de ruta, la decisión de ETA que abre un escenario radicalmente nuevo y también la llegada del PP al Gobierno de Madrid. En ese contexto, vemos que es necesario volver a plasmar con nitidez cuál es la posición de la izquierda abertzale sobre la resolución del conflicto, el proceso de paz, la normalización política... Así que hemos puesto por escrito cómo creemos que hay que abordar las consecuencias del conflicto, cómo hay que afrontar un diálogo político que va a ser el que dé cierre definitivo al conflicto...

En el capítulo de las consecuencias del conflicto incluimos el de las víctimas, porque creemos que va a tener gran importancia para la reconciliación. Lo abordamos desde la autocrítica y la asunción de responsabilidades. Todo con la voluntad de dar un nuevo paso adelante en una dinámica unilateral.

Pero, ¿no les resulta desesperante que cada vez que dan un paso de este tipo otros agentes salgan «huyendo»?

La izquierda abertzale no ha hecho esto porque espere que alguien le va a aplaudir o dar palmaditas a la espalda, sino porque cree sinceramente que es lo que le corresponde hacer en estos momentos como desarrollo de su apuesta política. A los demás no les decimos lo que tienen que decir o dejar de decir, pero sí que deberían darle un par de vueltas a la cabeza y hacer una lectura autocrítica. Hay mucho material para que hagan esa autocrítica PP, PSOE y también el PNV, que ha tenido a sus órdenes una Policía autonómica que ha tenido órdenes de `tirar a matar' o que en una situación de apartheid no tuvo reparo en ocupar ciertos cargos.

¿Va a tener algún desarrollo práctico ese texto, por ejemplo en el tema de las víctimas?

Esto ha sido un primer avance de posiciones, y lo que ahora queremos es compartirlo con otros referentes políticos y sociales del país. Pondremos atención a lo que tengan que decirnos y a lo que piensen al respec- to. Y desde ahí se pueden abordar nuevos pasos.

La unilateralidad es un concepto del que vamos a seguir haciendo bandera, es una herramienta cuya potencialidad estamos viendo, aunque también tiene sus limitaciones; cuando se trata de un tema como ese, que atañe a toda una sociedad, es evidente que la participación tiene que ir mucho más allá de la voluntad de la izquierda abertzale.

¿No muestran demasiada confianza en esa unilateralidad? Lo digo por declaraciones como las de Iñaki Antigüedad de esta semana. ¿Era la opinión de un diputado, la de Amaiur o la de la izquierda abertzale?

Creo que Iñaki Antigüedad lo que ha hecho ha sido una defensa de esa unilateralidad. Frente al concepto de bilateralidad, tiene la desventaja de que cuando tú das un paso no sabes a ciencia cierta cuál va a ser la respuesta de la otra parte. Pero tiene una gran ventaja también: las decisiones que se toman desde la unilateralidad tienen una gran credibilidad y una fortaleza enorme, en la medida en que parten de tu propio convencimiento. Insisto en que vamos a seguir trabajando en esa línea.

¿En qué punto de la Declaración de Aiete estamos ahora? ¿Anclados en el primero, más cerca del primero que del segundo, o más cerca del segundo que del primero?

Estamos dando pasos hacia el segundo, sin lugar a dudas. Hay que reivindicar la Declaración de Aiete como una hoja de ruta perfectamente válida y en clave de proceso de paz y normalización. Algo que no se puede decir por ejemplo del acuerdo entre PP, PSOE y PNV en el Congreso, que por cierto ni siquiera se votó. Y refiriéndonos a Aiete, la decisión de ETA supuso un cambio de paradigma y ahora en Euskal Herria hay una mayoría social enorme, como se pudo ver en la manifestación del 7 de enero, que está mirando al PP y diciéndole `es tu turno'.

¿Perciben ansiedad?

Existe la lógica ansiedad que nos produce querer dar solución a situaciones humanas tan precarias como la del Colectivo de Presos y Presas Políticos Vascos. Pero sobre todo tenemos la gran tranquilidad de ver que la posición de la izquierda abertzale encaja perfectamente con la de una mayoría social abrumadora que exige cambios en política penitenciaria, que se dé inicio al diálogo político... La fortaleza de la izquierda abertzale no resiste en estos momentos tanto en el gran apoyo electoral recibido, que también, sino en que nuestras posiciones las comparte ya un espacio social inmensamente mayor aún que el que nos vota en las elecciones. Y eso es un valor enorme.

Eso puede ser realidad en Euskal Herria, pero no en el Estado español. ¿No se abre ahí una brecha demasiado amplia? Porque aunque sus posiciones se dirijan básicamente a la sociedad vasca y la comunidad internacional, los asuntos más urgentes (legalización y presos) dependen de Madrid...

Eso es evidente, son decisiones que se toman allá. Pero lo que ahora parece inamovible, se moverá. Lograremos mover ese elefante. Nuestro reto es que las posiciones inmovilistas sean política y socialmente insoportables. Y creo que el PP ya empieza a acusar recibo de esa insoportabilidad, al menos en Euskal Herria. Creo que tiene una base social cuyas posiciones lógicamente no son las nuestras, pero que ya les está pidiendo que asuman que hay un tiempo nuevo y hay que tomar otra posición para cerrar esto.

¿Cuál es la implicación real de la comunidad internacional? ¿Existe más de lo que se refleja en actos o visitas puntuales?

Va a ser muy importante y va a ir más allá de lo que conocemos hasta ahora con el Grupo Internacional de Contacto o la Comisión Internacional de Verificación. El GIC va a ser clave para abordar el conflicto político, que es algo que existía antes de ETA, con ETA y también después del 20 de octubre. Y la CIV da una enorme credibilidad y seguridad a todos los agentes políticos y sociales sobre el nuevo escenario que se ha creado. En breve plazo vamos a conocer más iniciativas. En instancias políticas europeas se lee con gran facilidad el discurso mayoritario de la sociedad vasca: nueva situación, nuevas condiciones políticas, vamos a cerrar cuanto antes todas las cuestiones pendientes porque cuanto más tardemos en abordarlas, más vamos a tardar en disfrutar los beneficios políticos y sociales que trae para todos y todas. Esto supone un nivel de presión y de monitorización internacional bastante molesto para el PP.

Las declaraciones de Sarkozy, ¿pueden ser un elemento de presión para Rajoy o, en sentido positivo, un colchón sobre el que empezar a moverse?

Primero hay que ponerlas un poco en cuarentena. En campaña electoral ya hemos oído a los mandatarios franceses venir por aquí a hablar en esos términos y luego se ha quedado en agua de borrajas, y por otro lado si a Sarkozy le parece deseable el acercamiento solo tiene que levantar el teléfono y dar cuatro indicaciones al respecto. Pero sí estamos hablando de un cambio de discurso. Y tiene un valor añadido doble: por un lado, hay un cambio de esquema en la medida en que París siempre había dicho que su posición era subsidiaria y ahora se pone en situación más adelantada que Madrid, y por otro suponen un espejo para el PP. No es ya que la inmensa mayoría de la sociedad vasca le diga que cambie la política penitenciaria, sino que hasta Sarkozy le hace ver que es algo insostenible.

¿Y la declaración del Congreso? ¿Es un colchón para el PP o más bien una carta blanca para seguir totalmente quieto?

Algunos firmantes lo quieren presentar como una maniobra para cortocircuitar la demanda de UPyD en favor de la ilegalización. Eso es lo que dicen pero, si reparamos en el contenido, es infame. En cualquier caso, ellos deberán explicar por qué firman unos contenidos que no tienen que ver con lo que piensa la mayoría de la ciudadanía vasca y que parten de marginar a la fuerza política más representativa vasca en Madrid.

En el nivel de facilitación y de cocina, ¿está haciendo el PNV tanto como da a entender?

Sabemos lo que es el PNV, y que trabaja única y exclusivamente para su beneficio particular. Su preocupación es siempre cómo se queda él en este contexto político. Está diciendo a diario que pone toda la carne en el asador, pero sabemos que el PNV no pone ni cien gramos en la parrilla si no es para comérselos él.

¿Y Patxi López? ¿Qué cree la izquierda abertzale que debería decir en el pleno del jueves?

No sabemos qué va a hacer, pero si le decimos que si lo que va a trasladar es el contenido del documento del Congreso, estará equivocándose de plano. De entrada, eso está muy lejos del decálogo que presentó en setiembre. Una vez que ha anunciado un paquete de medidas, lo que le pedimos es que aborden de manera eficaz la agenda más inmediata, en lo que se refiere a consecuencias del conflicto: política penitenciaria, legalización inmediata de Sortu...

Tras una década de ilegalización, resulta difícil vislumbrar qué supondría para la izquierda abertzale tener un partido legal. ¿Qué efectos prácticos tendría la luz verde a Sortu? ¿Y cómo quedaría ese frente amplio que han formado?

En primer lugar, supondría terminar con esta política de excepcionalidad al antojo de unas posiciones políticas concretas, hecha para golpear al independentismo. Luego habrá quien quiera presentar esa eventual legalización como un paso, pero sería solo corregir algo que jamás tuvo que ocurrir y que no se ha conocido en Europa. A efectos prácticos, lo que supondría es que la izquierda abertzale de siempre pueda organizarse y utilizar las herramientas que da la legalidad. ¿Cómo va a afectar a la política de alianzas? En sentido positivo, por eso mismo: la izquierda abertzale tendrá herramientas para que esa alianza funcione con más fuerzas si cabe. Si alguien sigue teniendo alguna duda, hay que despejarla de manera radical. Ya dijimos que Bildu y Amaiur no eran ningún plan B para unas elecciones, sino una apuesta estratégica y que plantea alterna- tivas. Eso sí, cualquier posibilidad de afrontar retos electorales se hará desde esta alianza.

¿Están ya negociando con Aralar y AB un nuevo acuerdo estratégico?

Estamos abordando entre todas las fuerzas que compusimos Bildu y Amaiur y otras fuerzas abertzales la posibilidad de dar un paso hacia un acuerdo estratégico de carácter nacional. ¿Qué quiere decir estratégico? Que tiene que tener unos contenidos compartidos y una definición concreta de cuál es la alternativa que tenemos que dar en esta situación de crisis económica y de negación absoluta de nuestra identidad de país. Y sobre todo desde una perspectiva de nación, que no se cubre con las ofertas electorales actuales de Bildu y Amaiur.

En resumen, queremos presentar un nuevo proyecto que va a tener como objetivo ampliar y organizar estratégicamente a todavía más fuerzas políticas, y darle a ese acuerdo una visión de país con mayúsculas, una visión nacional. Evidentemente, esto no lo hacemos de cara a unas elecciones. Los acuerdos electorales serán una consecuencia de esos acuerdos estratégicos.

«Suecia o Islandia son modelos interesantes ante la crisis, pero la clave es poder decidir»

¿Cómo van a afrontar las elecciones al Parlamento de Gasteiz?

La intención es que la oferta electoral de los independentistas y soberanistas de izquierda se haga desde los parámetros de ese acuerdo estratégico nacional que buscamos. Que sea una oferta que traslade a las elecciones en el tercio autonómico una propuesta netamente de izquierdas, con alternativas reales y con una visión clara de proyecto de país.

¿Llegar a gobernar, o incluso a primera fuerza, serán un objetivo?

Lo que trasladaremos será que es posible ofrecer alternativas, netamente de izquierdas y con visión nacional, en instituciones que no representan a todo el país, porque desde ahí también se puede trabajar esa clave nacional. A partir de ahí, el proyecto será muy ambicioso en cuanto a las posibilidades de gobernar y gestionar este país.

Su línea política para 2012 incide en que frente a la crisis no basta con la respuesta, también hay que crear alternativa. Pero no hay más que ver lo que ocurre en el entorno para percibir que la izquierda no tiene esa alternativa clara y está en profunda crisis. ¿Por qué en Euskal Herria sí es posible? ¿Y desde qué claves?

Cuando hablamos de derecho a decidir, eso no es solo un concepto político, sino que tiene unas derivadas claras: articular una política lingüística diferente, una política económica propia... Las herramientas del poder político son fundamentales para decidir qué medidas económicas, industriales o tributarias utilizamos, siempre en función de las necesidades reales de este país. Ya sé que hay decisiones que se toman en otros ámbitos, pero es fundamental tener un nivel de toma de decisiones semejantes al de otros estados europeos para poder dar salidas. Aunque la crisis sea global, en lo que hoy es la Unión Europea hemos visto que ha habido políticas diferentes y que hay resultados diferentes según los distintos estados. Y eso no viene solo de que unos sean más ricos que otros, sino básicamente de la capacidad que han tenido para organizar su vida económica, con todas sus consecuencias. Por eso el derecho a decidir es clave.

Pero, ¿cuál es su modelo? ¿Noruega? ¿Islandia?

Hay países en los que nos podemos mirar. Partimos además de una composición social y de un tejido industrial más favorables que en otras partes de Europa o del Estado español, porque la economía productiva tiene aquí un peso específico mayor sobre el de la economía financiero-especulativa. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria también ha afectado aquí, pero menos. Creo que para los vascos pueden tener enseñanzas interesantes el modelo tributario sueco o el modelo de responsabilidad financiera y de gestión de lo público en Islandia. Pero la clave es siempre el derecho a decidir: las suyas han sido decisiones tomadas a contracorriente y gracias a la capacidad de tomar decisiones propias.

Por cierto, sostiene Joseba Egibar que Bildu-Amaiur es «la nueva burguesía vasca». ¿Le sorprende, le molesta...?

(Risas) A mí, personalmente, no. Si eso es así, si hay sectores de la burguesía vasca que están planteándose o que ya han apostado por Bildu o Amaiur, quiere decir que nuestras ofertas no son ya solo atractivas para la clase trabajadora vasca, sino también para sectores de la clase media. Por tanto, esa afirmación les tendría que dar mucho que pensar precisamente a ellos. Si miramos a otros procesos, cuando los movimientos de liberación nacional y social comienzan a ser atractivos para las clases medias, alcanzan el poder institucional. Lejos de sentirme ofendido, me lo planteo como un halago.

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