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Mikel Etxeberia Militante de la izquierda abertzale

Nutrir el proceso

El primer objetivo en cualquier confrontación, sea del orden que sea, es siempre provocar incomodidad al adversario y colocarlo en situación de desventaja. Esto es precisamente lo que ha conseguido la izquierda abertzale con su cambio estratégico, de tal manera que ahora es el Estado el que no se encuentra cómodo al haber perdido su posición de ventaja política. Es una evidencia que ellos no llevan la iniciativa, porque hoy en día esa tarea la está llevando a cabo el soberanismo de izquierda. Por si fuera poco, sus reacciones, nerviosas, desorientadas, bravuconas, les van introduciendo en una espiral de desligitimación ante la sociedad vasca. Es precisamente lo que prentendían generar ellos respecto a la izquierda abertzale.

La ciudadanía de Euskal Herria está ilusionada y expectante ante las posibilidades de futuro abiertas por el soberanismo de izquierda. Quiere ver, ya, hechos fehacientes que constaten el fin del conflicto político, una vez que ETA ha declarado solemnemente el fin de su acción armada. Sin embargo, comprueba cómo desde la parte española se empecinan en un inmovilismo inquietante que no hace sino atrasar la resolución final deseada por todos.

Fracasado el proceso de negociación que viene a denominarse de Loiola, los estrategas «antiterroristas» marcaron objetivos para lograr la derrota de ETA y dejar el independentismo como una fracción proscrita y residual del nacionalismo oficialista. Eso sí, consideraban la posibilidad de que la izquierda abertzale maniobrara de tal manera que pudiera eludir la sensación de derrota ofreciendo el final de la lucha armada a cambio de una «negociación posible».

Para frustrar esa posibilidad se afanaban en la «interiorización de la derrota» por la combinación de la propaganda, las medidas coercitivas y el cierre absoluto de cualquier atisbo negociador. No habría más salida que la rendición incondicional.

Visto a día de hoy, comprobamos que la izquierda abertzale supo neutralizar esa «solución final» y, activando con inteligencia la potencia de todas sus energías, lograr el salto del muelle que ha hecho posible el presente, sorprendiendo al enemigo, ebrio de arrogancia y superioridad.

Así las cosas, el Estado ha perdido el control del escenario político y también, de forma notable, su peso específico en la sociedad vasca. Ha dejado atrás la iniciativa política y el aliento social. A fecha de hoy, no llevan las riendas del proceso democrático, porque es la izquierda abertzale quien va a la cabeza; arriesgando, marcando el paso, alimentando el proceso: abriendo futuro. Y no son palabras huecas, son hechos presentados como compromisos de porvenir ante la sociedad vasca y que esta puede ver y ve en el día a día y a ras de tierra. No hay retórica.

Sobre este tablero. ¿Qué podemos esperar ahora del PP como actual gestor del Estado español?

De lo que hasta el momento estamos siento testigos es de un pertinaz intento de frenar el proceso político, de retener el paso del nuevo ciclo. Como ya hemos dicho, se ven en situación de desventaja, incómodos, incapaces de tomar la iniciativa. De ahí que su principal interés sea detener el avance de lo que hay para ganar tiempo y tratar de colocarse en unos parámetros mas adecuados a los intereses de España. Además, el creciente fortalecimiento del soberanismo de izquierda es algo que puede llegar a desbordarles, por ello que quieran frenarlo a toda costa antes que les resulte imparable.

Recordemos que el Estado sabe moverse bien en los enfangados terrenos de la propaganda y la represión, medios en los que se sienten cómodos y a los que tratará de arrastrarnos, mientras busca ese espacio de ventaja desde el que intentará encontrar caminos transitables para sus intereses en el marco de proceso político en el que nos movemos. No deben llevarnos a ese barro.

El PP es perfectamente consciente de que tras esa fase que veníamos en llamar de «normalización democrática y paz» vendrá el meollo político de la cuestión; esto es, el derecho a decidir y la unidad territorial. Estamos en un proceso de resolución integral; ellos lo saben y para nada lo olvidan. No lo olvidemos nosotros.

El PP trata de ganar tiempo y coger aire. Correcto. Habra quien piense que tal vez sea para reflexionar y luego colaborar. Esto es tan iluso como pensar que también van a solucionar el paro.

Pero, ¿podemos esperar del PP un salto involutivo? Podría ser, aunque es de suponer que serán conscientes de que sería como sentar en el garrote vil a su partido en Euskal Herria, una inmolación con banda y música de Madrid. Ni su militancia ni su base social vasca entenderían semejante giro de tuerca, que les llevaría irremisiblemente al arrinconamiento político y posiblemente al ostracismo social; volverían a ser aquella formación de Fraga residual de la «transición»; y también lo tendrían muy difícil en el panorama internacional, donde se manejan ya otras llaves y agendas que les van a resultar ineludibles.

Por tanto, debemos ser particularmente astutos para no ir a las arenas movedizas a las que quieren dirigirnos para sacar ventaja y fustrar el proceso hundiéndolo en la nada. Eso se consigue sosteniendo la iniciativa política y nutriendo sin descanso el proceso, produciendo en el seno de la sociedad una energía irrefrenable cuya inercia alcance al propio estado, provocándole al PP un escenario suficientemente incomodo como para que no les quede más remedío que subirse al tren o quedarse tirado en el andén de la historia, mientras Euskal Herria avanza hacia su porvenir como pueblo libre y soberano.

Caminamos por el nuevo ciclo, pero quedan flecos pendientes del anterior. A ellos se aferrará el Gobierno para intentar controlar los ritmos. Así, prisioneros y exiliados son flecos que adquieren una particular relevancia por pertenecer a lo más sensible de la sociedad. Esto implica hoy en día, además, asuntos tan delicados como el de las víctimas y el relato que quede para la posterioridad.

Ahora nos dicen que es imprescindible la «desaparición total» de ETA y la petición individualizada de perdón. Van subiendo escalones retóricos para condicionar el proceso y extorsionar a la sociedad. Es evidente que a los prisioneros les consideran rehenes políticos susceptibles de ser instrumentalizados para tratar de recuperar las riendas de la situación.

El desarrollo democrático y la resolución integral del conflicto están en manos de la sociedad vasca, no podemos tolerar el chantaje con los prisioneros ni a través de ellos. Tenemos que rescatar políticamente a nuestros represaliados, irles rescatando también fisicamente devolviéndolos a sus familias lo antes posible. Permanezcamos atentos a los movimientos del PP y al sentido de cada paso, evaluando correctamente su significado en relación al contexto en que están.

Como ya hemos dicho, vamos a traer a Euskal Herria a exiliados y prisioneros y luego les devolveremos a sus familias; vamos a generar las condiciones de aquel 1977, pero sin que pocos días después vuelva a haber ningún represaliado político.

En Euskal Herria no hay soluciones individuales porque somos un pueblo que avanza unido hacia su porvenir, y los prisioneros forman parte de lo más íntimo de ese corazón común que es la nación vasca. Les traeremos a Euskal Herria por la puerta grande, la de la dignidad, lo que les corresponde.

Arriesgando, manteniendo la iniciativa, alimentando el proceso; abriendo de par en par el futuro. Así vamos a eludir la estrategia de bloqueo del Estado, haciéndole al PP insostenible el inmovilismo en todos los frentes y desarticulando el chantaje, su extorsión política a la sociedad vasca.

Seguiremos avanzando hacia una resolución integral del conflicto, sabiendo, además, que no caminamos solos, que la ciudadanía vasca reconoce nuestro compromiso y que la comunidad internacional nos respalda.

Nutriendo el proceso lo lograremos. Sin duda.

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