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Raimundo Fitero

Cinturón

El gesto de ese cafre llamado Antonio Mora, sacándose el cinturón con intención de agredir a una joven que portaba una bandera Palestina protestando de manera pacífica en un acto pro-israelita, es una de las imágenes de la catástrofe democrática y cívica en la que vivimos. Ese bestia era, en ese momento, presidente de la Asociación de la Prensa de Granada, es decir representaba a los periodistas afiliados a la misma, lo que quiere decir que al frente tenían colocado a un señor impresentable que si es capaz de sacarse el cinto con esa clara intención violenta y una inusitada agresividad, por cierto no reprobada por nadie de los asistentes en la sala, ¿qué es lo que puede hacer en su casa con su mujer, hijos o demás allegados?

El señor Ruiz Gallardón, seguro que considera a este periodista, un hombre de fuste, que no forma parte de ninguna violencia de género estructural que incite a nadie a abortar, y que por sus formas es candidato a presidir, además de a los periodistas granadinos, la adoración nocturna, o cualquier otra asociación pro-vida, porque ha demostrado que con unos buenos latigazos pegados con el cinturón se establece el orden, público o privado. Estas imágenes que han recorrido los noticiarios televisivos, que están en las redes sociales al alcance de cualquiera, ¿han sido denunciadas en algún juzgado? ¿Ha intervenido de oficio alguna fiscalía? ¿La dimisión como presidente de esa asociación es suficiente o se le debe expulsar de manera flagrante por el daño causado a la imagen del periodismo?

Tanto la retrógrada y machista manifestación con advertencia de cambio de legislación del ultracatólico Ruiz Gallardón, del que se decía era (¿o es?) la parte más centrista del PP, como esa salvajada del energúmeno con carnet de periodista, han sucedido alrededor del día ocho de marzo, fecha que recuerda y reivindica los derechos y libertades de las mujeres y que estas dos intervenciones son muestras claras y evidentes de que no hay que bajar la guardia, sino subirla, porque hay una vuelta al pasado muy escandalosa, demasiado ostensible, que solamente se puede mitigar con frontalidad argumental y rearme ideológico.

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