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Cincuenta años después de aquel histórico 10-1 del Barça al Basconia de Iribar

El pasado domingo se cumplía medio siglo de aquella histórica goleada (10-1) que el Barcelona entrenado por Ladislao Kubala le endosó al Basconia en la Copa. Fue en 1962, y en la portería ya estaba un prometedor José Ángel Iribar. Aquella eliminatoria marcó su posterior leyenda.

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Mario GARCIA

El nombre de Iribar se ha convertido en sinónimo del portero por excelencia. Desde su santuario de Lezama aún destapa admiración cuando se pasea por sus instalaciones. Iribar, a pesar del paso de los años, es un personaje imponente, una figura que resplandece por encima de los demás, portador del aura de leyenda que su figura destila con una majestuosidad fuera de lo común; y que hace que hoy, todavía, los padres se paren y digan con admiración a sus hijos en voz baja: «Mira, ese es Iribar... el Chopo, uno de los mejores porteros que han pasado por el Athletic... uno de los mejores del mundo».

Iribar consiguió `envenenar' con la portería a tantos y tantos niños que todos queríamos ser como él. Le imitábamos y nos poníamos entre unos palos, los mismos que nadie quería ni ver antes de que él se colocara debajo de ellos. Antes del Chopo, la mayoría de los chavales queríamos ser delanteros. Luego, conseguir su cromo nos alegraba el día y nos hacía dar saltos de felicidad.

Este guardameta, aupado al estatus de leyenda, dejó sentados en el banquillo a cantidad de buenos porteros durante décadas, empezando por Carmelo Cedrún, del que empezó siendo suplente. Cedrún fue el primero de una lista interminable de damnificados, que sabía que contra el Chopo poco o nada se podía hacer... Su sombra era muy alargada, y dejó en el ostracismo a grandísimos porteros que tuvieron que emigrar a otros lares para poder triunfar en un puesto que tenía nombre propio en San Mamés, y del que solo unas fiebres tifoideas fueron capaces de apartarle durante un tiempo.

Toda buena historia tiene un principio... y el pasado domingo se cumplían 50 años de la derrota por 10-1 que el FC Barcelona entrenado por Kubala le endosó al Basconia. Una derrota así siempre se trata de olvidar, pero en este caso cambió para siempre la vida de José Ángel Iribar Kortajarena.

Lió el petate y a probar al basconia

De niño, José Ángel era un ávido lector de los diarios de la época, que encontraba en la peluquería de su pueblo, donde pasaba más tiempo del debido. Se fijaba en las fotografías y en las posiciones que adoptaban los porteros para poder imitarlos en los terrenos de juego, y era un gran admirador del guardameta del Zarauz, Edmundo, que siempre vestía de negro, color que luego adoptaría y que desde entonces fue su seña de identidad y mantuvo hasta casi su retiro.

José Ángel era un mocetón alto y fuerte como un roble, quizá en parte debido a su trabajo diario en el caserío familiar `Makatza' en su Zarautz natal. Fuerte por el trabajo y duras piernas curtidas en la playa, donde jugaba a diario con chavales mayores que él a quienes desesperaba con sus paradas. Consiguió atajar muchos más disparos en las porterías del patio de la Escuela de Misericordia, y también en los torneos playeros con el Salleko, hasta que a los 15 años ingresó en las filas del juvenil zarauztarra.

La fatalidad hizo que, cuando fue a probar con la Real Sociedad, tuviese un día horrible, debido a unos inusuales nervios, y los técnicos donostiarras desecharon su fichaje. José Ángel se temía lo peor... acabaría trabajando de tornero como quería su aita. A su progenitor le encantaba el fútbol y también había hecho sus pinitos como guardameta. De hecho, guardaba en un baúl, adosadas a sus paredes, fotografías de grandes porteros de la época y José Ángel abría su tapa de cuando en cuando para imaginarse como ellos.

No podía imaginar que un día la visita de un amigo le iba a cambiar la vida para siempre, ni que acabaría alcanzando la categoría de ídolo de masas años más tarde, hasta convertirse en un mito. Estaba descargando hierba con su aita cuando llegó Salvador Etxabe, un amigo del pueblo que había fichado por el Athletic, para ser cedido al Basconia, y le dijo que el equipo de Basauri (entonces en Segunda) estaba buscando portero, y que podía ir a probar suerte.

Su aita, sabiendo que José Ángel era absolutamente necesario en las faenas del caserío, al ser el único hijo varón, le dijo que se dejara de bobadas y siguiera descargando pasto. Pero, con la complicidad de su madre y sus cinco hermanas, lograron convencer al progenitor para que Iribar se presentara a aquella prueba. Para ello tendría que desplazarse por primera vez a Bizkaia. Lió el petate y se aventuró en un viaje en tren que le pareció eterno. Con los temores propios de su edad, pero la maleta cargada de ilusiones, se personó en Basauri para hacer la prueba.

Algo más que otro joven cancerbero debió de ver en él Piru Gainza -quien por aquel entonces ayudaba en el Basconia cumpliendo las tareas de ojeador- para que, y a pesar de haber jugado solo medio tiempo en el que no pudo demostrar sus habilidades, le mandara volver al día siguiente al entrenamiento del equipo. La experiencia debió de merecer la pena, ya que el propio Gainza se quería hacer cargo de su ficha si el Basconia no se decidía a apostar por él.

La cabezonería del `Gamo de Dublín' fue decisiva para que Iribar fichara por la entidad basauritarra por una temporada a cambio de comida, pensión y cinco duros por partido ganado. Poco a poco se fue ganando el puesto ante consagrados guardametas. Allí se le cambió el apodo del Pulpo por el del Chopo, ya que cuando saltaba se estiraba muy recto y alto, tanto como dicho árbol.

Los dirigentes basconistas no podían imaginar que aquel espigado guardameta llegaría un día a ser uno de los porteros más importantes del mundo. Su consagración llegó en las eliminatorias de Copa, donde dejaron en la cuneta primero al Cartagena y, después, a todo un Atlético de Madrid plagado de estrellas, que los dos años anteriores había ganado la Liga, la Copa el año anterior y la Recopa de Europa ese mismo año. El concurso de Iribar fue primordial para eliminar al equipo rojiblanco, en un partido de desempate jugado en Valladolid.

La eliminatoria ante el barcelona

Todos los diarios se hicieron eco de la gesta y su nombre empezó a sonar muy fuerte para otros grandes equipos. El Elche fue uno de los que quiso apostar por él, y también lo intentaron el Valencia y el Atlético, amén de otros conjuntos. Pero a aquel equipo humilde, cuya portería defendía un prometedor y desconocido guardameta, le aguardaba una eliminatoria histórica. [Pero antes, un paréntesis: hace cinco meses, en noviembre de 2011, el Barça goleaba al Hospitalet en la Copa (9-0), y la vez anterior que los blaugranas vencían por nueve goles de diferencia había sido en 1962. Con Iribar de portero rival.]

La siguiente eliminatoria de los basconistas fue contra el Barcelona de Garay, Zaldua, Pesudo, Szalay, Verges, Pereda... que ganó en Basozelai 0-2 -la directiva basconista prefirió homenajear a su hinchada en su propio feudo que en San Mamés-, rematando la faena en la Ciudad Condal, ganando al Basconia de Iribar por un contundente e inapelable 10-1, con gol de honor para Maguregi.

``La promesa Iribar goleada'', titulaba un diario catalán, que no obstante añadía entre líneas: «Nos referimos a José Angel Iribar que, a pesar de encajar diez goles de la delantera azulgrana, se alzó como figura indiscutible del encuentro». Pese a la abultada derrota, el mismísimo Ladislao Kubala quiso reclutar a aquel joven y novato portero para sus filas: «Vénte a Barcelona que tienes un puesto fijo entre nosotros», aseguran que le dijo, aunque también se habló de que la directiva culé desestimó el fichaje tras el abultado marcador. El pasado domingo, 8 de abril, se cumplían 50 años de aquel partido.

¿Y qué dijo el propio Iribar de aquella `dulce' derrota? En declaraciones postpartido recogidas en el ``Mundo deportivo'', al zarauztarra le preguntaban si los tantos habían sido imparables: «No lo sé exactamente, pero para mí han sido imparables, por la potencia con que han llegado todos ellos». Y subrayaba especialmente la peligrosidad del delantero azulgrana Zaldua.

«Del Basconia guardo gratos recuerdos. Sobre todo uno que -aunque no es grato- tiene su importancia, sobre todo ahora que se habla mucho de que es casi imposible marcarme un gol. No sé. Cada uno sabrá. Además, eso hay que preguntárselo a los delanteros de los otros equipos. Lo que quería decir es que, estando en el Basconia jugando la Copa, el Barcelona me marcó diez tantos en un solo encuentro. Es algo que nunca olvidaré. Pero no es que lo recuerde con rabia o pena. Se trata de algo pasado y lo recuerdas como una cosa curiosa. Para mí ha sido un récord, récord en contra, por supuesto», escribiría años después el propio José Angel en un artículo para la Agencia Efe.

Todo el mundo quería fichar a aquel chaval que poseía un saque majestuoso con la mano, y que demostraba una seguridad y una confianza en sí mismo fuera de lo normal. Durante meses los diarios le colocaban en uno y otro equipo, hasta que el Athletic, conocedor de sus cualidades como guardameta, ya que habitualmente jugaban partidos de entrenamiento contra el Basconia, entró en la liza y aprovechó su trato preferencial con su filial para hacerse con sus servicios, por una cantidad que dejó en las arcas del Basconia la friolera de 1.000.000 de pesetas, cifra muy elevada para la época.

En julio de 1962 Iribar pasaba de cobrar pensión y comida, a fichar por 250.000 pesetas y un sueldo de 5.000 mensuales. A pesar de todo, aquel modesto chaval permaneció en aquella pensión -regentada por un matrimonio de Zeberio- hasta el día de su boda, en 1967, con Merche Jauregi, zarauztarra como él y su novia de siempre. Markel y José Ángel fueron los dos retoños del Chopo.

El jersey que le regaló Yashine

Echando la vista atrás, en las retinas de los aficionados quedan tantas y tantas tardes de gloria, grandes estiradas, portentosas salidas por alto y a los pies de los rivales, y un saque con la mano fuera de lo común, que llevaba los balones casi milimétricamente a los dominios de sus compañeros, mucho más allá de medio campo, sin aparente esfuerzo. El tiempo parecía detenerse cuando Iribar se lanzaba a por un balón, e incluso se llegó a pensar que era capaz de desviar el cuero con la mirada. El miedo del delantero es libre, y tenerle delante hacía que ajustaran tanto sus remates que una gran mayoría se iban a la grada. Iribar ocupaba mucha portería... ¡El Chopo era mucho Chopo!

A aquel personaje vestido de negro, y siempre tan sobrio, se le comparó en su día con el gran portero ruso Lev Yashin -apodado `la Araña negra', porque siempre vestía también de oscuro-, del que Iribar era un ferviente admirador. y al que pudo llegar a enfrentarse en una final en la que conseguiría una de las mayores gestas de su dilatada historia: el título de campeón de la Eurocopa de Naciones de 1964, con apenas 21 años.

«Enfrente estaba el fenómeno Yashin. Yo no me lo perdí de vista. Al final nos intercambiamos el jersey. Yo lo conservo como uno de mis mejores trofeos. Sé que él me alabó mucho. Espero no defraudarlo», diría tiempo después el arquero guipuzcoano. Durante 18 temporadas defendió con maestría la zamarra rojiblanca, y hoy en día sigue siendo el mejor embajador del Athletic Club.

Nunca le echó la culpa de sus escasos fallos ni a las inclemencias del tiempo ni al empedrado. Resulta curioso, pero lo mismo que aquella eliminatoria ante el Barcelona acabó por catapultar su carrera, otra derrota, aquella en Copa contra el Zaragoza de ``Los cinco magníficos'', elevó al mito a los altares con el legendario canto de «Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo...». De los errores es de lo que más se aprende, suele decir quien se autodefine como «un hombre tranquilo, de pocas palabras, solo utilizo en la vida las justas y precisas para llevarme bien con todos, para conservar los amigos que tengo y ganarme otros muchos, porque la amistad es lo más bonito que hay». Un hombre al que le gusta hacer las cosas bien, dentro y fuera del campo. Lo demás ya es historia pero... ¡Iribar es, y siempre será, cojonudo!

Los inicios en un salleko con otras futuras figuras

«Yo entré en el fútbol casi por una apuesta. El equipo de mi pueblo, el Za

rauz, había descendido, y nos juntamos un grupo de amigos con el firme propósito de subirlo a Primera Regional. Ahí empezó todo», rememoraba un ya consagrado José Ángel Iribar, que iba para ser tornero en un taller, pero a quien el gusanillo del deporte ya le venía de familia. Quizá lo sepan pocos, pero descendía de un gran deportista, Domingo Iribar, que fue entrenador del rey Balduino en el deporte de la pala. El joven José Ángel había comenzado a destacar en el equipo infantil del Salleko de su localidad, en el que había compañeros que luego fueron también figuras del balompié, como Echave, en el Atlético; Lamia, en el Betis; o Zubizarreta e Irure, en la Real. En la fotografía de la izquierda, un espigado Iribar de largas piernas en el equipo del Salleko. GARA

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