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ELECCIONES PRESIDENCIALES FRANCESAS

Arranque oficial de una campaña para ocultar las intenciones reales

El aspirante socialista François Hollande responde con una inexpresiva sonrisa a la pregunta de si la campaña presidencial se le ha hecho larga. Lleva un año ejerciendo de favorito para destronar a Sarkozy, pero la recta final a las urnas se le puede hacer bastante cuesta arriba.

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Maite UBIRIA Periodista

Ufff, y ahora empieza la campaña. Algunos de los diez candidatos que disputarán la primera vuelta del 22 de abril, no ocultan su deseo de «pasar al acto», al acusar el cansancio lógico de un maratón electoral. Sin embargo les queda la tarea, en palabras de François Hollande, de «transformar las intenciones en votos». Y para ello, cabría apuntar al candidato por eliminación del PS, los más serios aspirantes a ocupar el Elíseo deberán ocultar durente quince días más sus auténticas intenciones.

El «o yo o España» explicitado por Sarkozy viene a corroborar que el presidente saliente guarda en el cuarto oscuro anuncios impopulares que tendrán una incidencia directa en la calidad de vida de los ciudadanos a los que, desde ayer, pide el voto. Sin abusar de un concepto, el de la austeridad, que desaconsejan los responsables del márketing electoral, Nicolas Sarkozy ha acotado el terreno, en un intento de atrapar a los adversarios en el debate, no de las ideas sino de los valores, y ganar luego el combate de la calculadora.

En ese terreno, Sarkozy dispone de ventajas, al poder defender ante los franceses que su «gestión responsable» ha permitido a Francia situarse fuera de los «puestos de descenso».

En las próximas dos semanas tratará de convencer a un electorado inclinado a la abstención que una «Francia fuerte en Europa» es la mejor garantía para no seguir la senda de «ese gran país obligado a bajar las pensiones y los salarios». Otra cosa es que Mariano Rajoy aprecie que su aliado en París señale al dos por tres al Estado español como el espejo en que ningún francés querría mirarse.

François Hollande ha expuesto sus 60 propuestas. Y cabría hacer la broma de que el clima de austeridad alcanza incluso al apartado de las promesas. El fallecido François Mitterrand se lanzó al ruedo con 110 argumentos, aunque a la postre muchos de sus compromisos -entre ellos, el departamento vasco- se quedaran en el cajón.

La decisión de exponer, por fin, propuestas, no ha sido un hecho voluntarista. El aspirante del PS ha perdido brío en las últimas semanas, hasta el punto de colocarse por detrás de Sarkozy en los sondeos. Por ello ha empezado a desnudarse. Hollande ha recuperado cierta credibilidad al hablar de pensiones, impuestos o sector público. En contrapartida, ha ofrecido al adversario una respuesta, ciertamente manida y previsible, aunque capaz de sembrar incertidumbre. La derecha ha escrutado el menú del aspirante socialdemócrata para advertir a los franceses de que votar a Hollande «sale caro».

Eso sí, a renglón seguido Sarkozy se ha apuntado a pagar el primero de mes las pensiones. Sin revelar el costo de esa operación de estética social.

El aparato de campaña de Hollande ha salido a contrarrestar las puntillas del sarkozysmo. Y lo ha hecho remarcando que el PS no elude el reto del equilibrio en las cuentas, aunque sitúe su consecución en 2017, un año más tarde que Sarkozy. Esa ducha de «realismo», destinada a lograr la confianza de las élites, se ha encontrado con un factor inesperado: la cabalgada -en parte inducida, y quién sabe si exagerada- del Front de Gauche. Con un verbo palpitante, Jean-Luc Mélenchon se ha hecho perdonar el pecado original que le liga al PS para reinventarse como abanderado de la izquierda insurgente.

Mientras Hollande modula el discurso, convencido de que el malestar de los franceses les llevará de forma automática, si no en primera vuelta, en la cita definitiva del 6 de mayo, al Elíseo, Mélenchon juega en otra liga. Habla de transformar la sociedad y sus propuestas -elevar a 1.700 euros el salario mínimo, volver la edad de jubilación a los 60 años, garantizar el reembolso al 100% de los tratamientos médicos...- conectan con los sectores que han contestado en las calles las reformas antisociales de Sarkozy, con los barrios populares. La presidencial es para él un ensayo de las legislativas de junio, donde se perfilará la influencia futura de su proyecto y, por lo tanto, la correlación de fuerzas con el PS.

Aupado por su «toma de la Bastilla», Mélenchon ha desbancado al centrista François Bayrou de la tercera posición, a quien la caída en los sondeos deja a la intemperie de un «animal de campaña» llamado Nicolas Sarkozy que ya ha echado la pelágica en su caladero. Un destino sombrío que comparte con la delfina del FN, Marine Le Pen. Hay más aspirantes en esta campaña: Poutou (NPA) y Arthaud (LO), a la izquierda, o el soberanista Dupont-Aignan y hasta un aspirante, Cheminade, sin etiqueta pero con dinero suficiente como para vestirse de presidenciable. Hay más nombres, pero no mucho espacio, con permiso de la ecologista Eva Joly, que plantea un debate que calentó la presidencial de 2007, pero que la campaña de la crisis ha dejado en el trastero.

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