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ENTREVISTA | Ferrán Requejo, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra

«Todavía no tenemos el Alex Salmond catalán»

El catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra Ferran Ferran Requejo tiene claro que la independencia de Catalunya solo se logrará con «una ruptura de la legalidad española», algo para lo que pide el liderazgo de la Generalitat, ya que juzga fundamentales «la fortaleza interna y la internacionalización del proceso».

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Beñat ZALDUA | BARCELONA

De padre del último Estatut y defensor de una opción federalista plurinacional, Ferran Requejo ha pasado a convertirse en un firme defensor de una Catalunya independiente, en un viaje hacia el independentismo que, según las últimas encuestas, cada vez recorren más catalanes. Durante los últimos meses ha participado también en la constitución de la Assamblea Nacional Catalana (ANC), una plataforma de la sociedad civil que persigue presionar a los partidos políticos y a la Generalitat para que asuman la secesión como principal eje de sus programas.

Hay días en que parece que la independencia de Catalunya está a un paso y otros en los que se aleja a la distancia de una quimera. ¿Cómo ve de cerca las opciones para la independencia?

Estamos en el principio del inicio del proceso. Poner un nuevo color en el mapa internacional es uno de los procesos más radicales que un país se puede plantear. Además, hay que comparar lo comparable y para encontrar el precedente de un proceso de secesión interna en una democracia liberal hay que remontarse a la independencia de Noruega respecto a Suecia en 1905. Se trata, por lo tanto, de un proceso casi sin referentes empíricos y que debe contar con una serie de condiciones. No veo un proceso de secesión inmediato.

La sensación de cercanía o lejanía de la independencia está ligada al posicionamiento de CiU, que un día habla de Estado propio y al siguiente pacta con el PP. ¿Cómo se entiende?

No es la primera vez que CiU combina una retórica de carácter más radical que contrasta con la práctica de gobierno. Sin embargo, parece claro que la independencia no resulta un proceso realista si el Govern de la Generalitat no lo lidera. No se puede llegar a la independencia solo desde la sociedad civil. Tampoco desde el Parlament en solitario. En el proceso debe estar implicado el Govern, que, por definición, tiene la mayoría. Actualmente no lo está. Todavía está por visualizarse el Alex Salmond catalán.

¿Ve a Artur Mas en ese papel?

Podría ser así, pero para ello CiU debería dar un giro que todavía no ha dado. Mas está en el inicio de su vida política como president. Pero las cosas van muy deprisa, y si pierde su oportunidad quizás no tenga una segunda. De hecho, creo que dentro de esta legislatura tendrá que tomar decisiones intermedias en el camino hacia la independencia. Si no lo hace puede salir trasquilado, ya que hay una parte del electorado de CiU que ya no comulga con ruedas de molino.

En las últimas semanas, la relación entre CiU y PP se ha tensado hasta límites desconocidos en esta legislatura. ¿Se está moviendo la «geometría variable» del Govern?

Todavía no se ha roto nada. Pero puede ser que pase en unos meses o un año. Lo que está claro es que, en esta legislatura, si no hay cambios en el escenario político en el Gobierno central, CiU tendrá que rediseñar sus objetivos y su estrategia, porque no podrá mantener durante cuatro años esta dependencia del PP a cambio de prácticamente nada.

¿El previsible rechazo de Madrid al pacto fiscal será la piedra de toque?

Sí. Es el punto estrella del programa del Govern de CiU. En las próximas elecciones, previstas para finales de 2014, un año muy simbólico para Catalunya, CiU no se puede presentar simplemente como el partido de los recortes sociales y con un fracaso en el objetivo del pacto fiscal.

En una etapa más soberanista del Govern y en la búsqueda de nuevos equilibrios, ERC aparece como el aliado natural. ¿Corre el riesgo de repetir el ciclo de principios de los 80, cuando apoyó a CiU y en las siguientes elecciones sufrió un durísimo revés?

Sí, el partido pequeño de las coaliciones siempre corre el riesgo de recibir «el abrazo del oso». Por tanto, la habilidad de Esquerra estará relacionada con mantener un perfil propio a partir de sus posiciones de izquierda, pero sin que ponga en cuestión, como ocurrió en el último Tripartit, que la prioridad política se sitúa en el eje nacional.

Vienen tiempos de definición y posicionamientos claros. ¿Qué cree que pasará con el sector catalanista del PSC?

En estos momentos, se puede decir que el sector catalanista del PSC no existe. Están callados. Parecen vivir en las catacumbas. A corto plazo, no veo ni una ruptura del PSC, ni que el sector catalanista ocupe posiciones hegemónicas. Todo el partido está viviendo una crisis estructural. En estos momentos, y esto lo digo sin ninguna alegría porque podría ser muy importante en el proceso de independencia, el PSC es un partido languideciente.

Se especuló con la que usted fuera el candidato de ERC en las últimas elecciones generales, pero parece que prefirió el movimiento de la sociedad civil y se implicó en el proceso constituyente de la Assamblea Nacional Catalana. ¿Por qué?

Desde la ANC me pidieron que colaborase en su fase constituyente. Me pareció un movimiento interesante, y me lo sigue pareciendo. Es la primera vez que en el período democrático se pone en marcha un movimiento transversal desde la sociedad civil. Los socios de la ANC son individuos, no hay grupos, no hay asociaciones, ni fundaciones, ni partidos, ni sindicatos.

¿Cómo nace la ANC?

Nace de la decisión de cuatro personas que se reunieron y decidieron, creo que con muy buen criterio, que para que los partidos políticos catalanes en algún momento determinado hicieran alguna cosa seria en la dirección independentista, hacía falta que hubiese un grupo de presión importante en la sociedad civil, y que este grupo de presión no pudiera verse nunca asociado a ningún partido determinado.

Se puede interpretar que esta transversalidad es el reflejo de un independentismo que no ha parado de crecer en los últimos años. ¿Cómo ha ocurrido eso?

El independentismo ha crecido y sigue creciendo por dos motivos básicos. En primer lugar, por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. Se trata de una sentencia que cierra prácticamente el modelo territorial y rompe las ambigüedades constitucionales a favor del poder central y de una visión jacobina y nacionalista española del Estado. En segundo lugar, está el tema de la financiación. Todos los modelos de financiación que ha habido hasta ahora han sido nefastos para Catalunya. Estamos en un nivel de déficit fiscal de entre el 8% y el 10% del PIB de Catalunya. Esta es una cifra brutal, que no se da en prácticamente ningún lugar de la política comparada y que supone avanzar siempre con el freno de mano puesto.

Usted ha pasado de implicarse en el desarrollo del Estatut a defender sin medias tintas la opción independentista. ¿Su caso es, de alguna manera, el paradigma de lo que está pasando en la sociedad catalana?

En cierta manera sí. Antes del proceso de la reforma del Estatut defendí un modelo de federalismo plurinacional como organización territorial del estado. Pero a partir de la sentencia del Tribunal Constitucional creer que dicho modelo es posible se ha convertido en una posición muy ingenua. La cultura política de PP y PSOE es demasiado primitiva para estos matices.

Desde el Estado se recurre al estereotipo del «català emprenyat» o catalán enfadado para explicar el auge del independen- tismo. ¿Sigue vigente esa figura?

Si se solucionase el tema fiscal, tendríamos solucionado parte del problema, porque con más capacidad económica, puedes también hacer más cosas políticamente. Aunque no las puedas hacer por la puerta, las puedes hacer por la ventana. Eso amortiguaría el ascenso del independentismo de manera clara. Pero no hay ningún indicador de que eso vaya a pasar, más bien todo lo contrario. Hay una actitud desde el Gobierno central de utilizar la crisis como una coartada para reforzar una recentralización política y económica.

En un reciente artículo hablaba de dos fases de la independencia: La fase del independentismo y la fase de la independencia propiamente dicha. ¿En qué momento estamos?

Claramente estamos en la primera fase, la de la extensión del apoyo social a favor de una Catalunya independiente por parte de la mayoría de la ciudadanía. Es una fase que está siendo liderada actualmente por la sociedad civil, no por los partidos. Lo que marcará el paso a la fase de la independencia es el cambio de liderazgo político, no tanto por parte de los partidos, sino por parte de las instituciones, especialmente de la Generalitat.

En su hoja de ruta, la ANC sitúa ese punto de inflexión en las elecciones de 2014.

Eso es lo que dice la Asamblea, pero otra cosa lo que establezcan los partidos. Si no se da finalmente una intervención de la economía española por parte de las instituciones europeas, podemos llegar a las elecciones de 2014 más o menos como ahora: dentro de una crisis estructural de carácter financiero, aunque con una CiU más radicalizada respecto a lo que está defendiendo actualmente, y con un programa mucho más rupturista respecto a la legalidad española. Otro escenario es que si no se produce ningún acuerdo que cambie las cosas entre CiU y el PP, Artur Mas convoque elecciones anticipadas. En este caso la incógnita es saber con qué programa va a presentarse CiU.

¿Se está dejando de lado al resto de Països Catalans?

Estoy en contra de la expresión misma «Països Catalans», y más de su instrumentalización política. Debería hablarse de países de habla catalana, ya que se trata de colectividades que tienen intereses comunes de carácter lingüístico y cultural, y también, tal como están las cosas, de carácter económico. Pero no hay que forzar ningún tipo de unidad política. Los catalanes no somos nadie para decirles a valencianos o a los ciudadanos de las Illes qué tienen que hacer con su futuro.

implicación

«No se puede llegar a la independencia solo desde la sociedad civil. En el proceso debe estar implicado el Govern, que, por definición, tiene la mayoría. Actualmente no lo está»

«Antes defendí un federalismo plurinacional. Pero a partir de la sentencia del Constitucional creer que dicho modelo es posible se ha convertido en una posición muy ingenua»

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