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San Mamés volverá a rugir

Anecdotario de un clásico

Batallas, debuts, lesiones, ovaciones... los Athletic-Madrid nunca dejan indiferente a nadie desde 1929.

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Joseba VIVANCO

«Hace tiempo que San Mamés ya no da miedo al madridismo», escribía en abril de 2011 el cronista del diario ``ABC'' tras el 0-3 que los merengues le endosaron a unos excitados rojiblancos que no tuvieron opción ante los goles de Kaká y Cristiano Ronaldo, a pesar de los gritos de «así, así gana el Madrid» que dedicó la grada. Un año después, la escenografía es diferente y nadie en la capital bilbaina duda de que el león de La Catedral volverá a rugir este miércoles.

Sobre el césped de San Mamés, la historia del clásico por excelencia del fútbol estatal está salpicada de batallas, debuts, lesiones -la que apartó a De Andrés del fútbol, en 1987, cuando Gallegó le cayó sobre una rodilla-, de ovaciones, goleadas, escándalos... «San Mamés se transforma ante el Madrid», acertaba a resumir en una ocasión Iker Casillas, el mismo que se estrenó en la portería madridista un 12 de setiembre 1999 con un resbalón que permitió al Athletic empatar el partido.

El de Móstoles sabe de lo que habla. «Todos sabemos cómo ruge San Mamés», asume, aunque «es un partido que gusta jugar. La gente allí lo vive de manera distinta y eso es una motivación para nosotros». Sufre como ninguno la `leonera' en que se convierten los fondos del estadio, desde donde le ha llovido de todo, bocatas, escupitajos, algún móvil, alguna tuerca... Su «eres un hijo de puta, eres un hijo de puta» que le espetó a un Fran Yeste que terminó expulsado tras simular el portero una agresión, ayudó a acrecentar esa animadversión hacia él. «Fran vino fuerte hacia mí y me empujó y eso es expulsión. Fue un choque brusco. Yo me tiro pocas veces al suelo... El único pero que me podía poner es que creía que me había dado en la cara», se justificó el internacional, un choque que ganaron 2-5 y La Catedral acabó rendida a los suyos.

El «partido de las ranas»

El origen de esta rivalidad arranca un 23 de junio de 1929, cuando el Madrid de Gaspar Rubio jugó por primera vez en Liga en San Mamés. El Athletic ganó 2-0, con goles de Unamuno y Carmelo y regaló el título, el primero de todos, al Barcelona. La temporada siguiente dejó para la historia de otro torneo, el de la Copa, una de las anécdotas más rememoradas, la del famoso `partido de las ranas'.

En la vuelta de las semifinales, con San Mamés embarrado, los blancos ganaron 1-4, pero el choque será recordardo porque una empresa local publicitó uno de sus productos regalando a los espectadores un artículo que simulaba el croar de una rana. La grada, repleta, no paró de utilizarlo para animar a su equipo, aunque sin premio final.

Lo decía el exmerengue Luis Figo hace unos días, en la previa europea ante el Sporting, que «el ambiente en San Mamés es maravilloso pero complicado». ¡Quién no recuerda aquella lapidaria frase de otro blanco, Bernd Schuster, aunque pronunciada cuando era culé, cuando dijo que jugar en San Mamés era como ir a Corea! Hace tres años, en el banquillo del Getafe, lo matizó: «En aquella época jugar allí era otro mundo, pero ahora con tantas cámaras ya se ve si escupes, si pisas o si Míchel te pone la mano por ahí. He olvidado la lesión que sufrí allí y siempre me gusta volver a San Mamés, porque es un estadio bonito donde se vive un ambiente especial».

La manzana de San José

Míchel, su compañero y también extécnico del Getafe, sabe de lo que el alemán hablaba. También él lo sufrió, aunque la pasada campaña, antes de visitar Bilbo con el equipo azulón, se quiso congraciar: «Me llama mucho la atención que la gente hable del himno del Liverpool en Anfield. Yo suelo decir que si no han ido a San Mamés a escuchar el himno del Athletic. Cuando van a salir y de repente se pone el himno y todo el mundo canta. Es la esencia y el sabor que más te acerca a un partido. Me acuerdo constantemente. Es incomparable ponerte en el túnel de San Mamés y oír el himno. El año pasado cuando fuimos a San Mamés a jugar y empezó el himno a sonar y yo estaba arriba en el vestuario para bajar las escalinatas me eché quince años atrás. Por eso se ganan la solera los campos».

Figo, Schuster, Míchel... Muchos han sido los que han tenido sus más y sus menos con el graderío bilbaino. Que se lo digan a otro teutón, Uli Stielike, el mismo que recibió el impacto del mástil de una bandera en aquella semifinal histórica que luego daría un título copero al Athletic. Era abril de 1984, los de Clemente habían ganado 0-1 en el Bernabéu y en San Mamés los blancos dieron un repaso a los leones, empatando la eliminatoria, pero cediendo en una taquicárdica tanda de penaltis.

«Lo que no supo hacer en su feudo, ayer le salió bordado en terreno athlético. Tuvo groggys a los leones, pero quince minutos de histeria colectiva, nacida de unas gradas agresivas, irreconocibles, terminaron con su suerte. Había perdido su señorío el siempre deportivo público bilbaino y se lo hizo perder también a San José, justamente expulsado por devolver con ira una manzana hacia ese público que acababa de agredir, con un banderazo en la cabeza, a su compañero Stielike», rezaba la crónica del ``ABC''.

El propio San José lo explicaba así: «Estaban tirando botellas de cristal rotas que se podían clavar en un jugador y causar una desgracia. Y, a todo esto, el árbitro -Enríquez Negreira- es incapaz de parar el encuentro».

Partidos duros y aguerridos sobre el césped, como el de octavos de final de la Copa de 1985. Un 2-0 a favor local al Madrid de Butragueño y Valdano, y eso a pesar de los tres penaltis que escamoteó Raúl García de Loza y de la expulsión de Patxi Salinas y el portero suplente Meléndez. El impacto de una botella en la cabeza del colegiado detuvo el partido durante seis minutos.

Choques épicos como el de los 8 goles en 28 minutos que los Iriondo, Zarra y Panizo le hicieron al Madrid un 12 de enero de 1964, con un rotundo 6-2 final. O la histórica y jamás olvidada manita de los Sáez, Betzuen, Uriarte, Arieta II o Rojo I comandados por Ronnie Allen, un 1 de enero de 1970, al Real Madrid de Pirri, Zoco, Grande, Amancio, Grosso, Velázquez y dirigido por Miguel Muñoz, con tres dianas de Zubiaga. O el gol de Dani en la 83-84 que catapultó a los rojiblancos a su segunda liga, ante los Isidro, Camacho y Santillana, que llegaban empatados a puntos, pero sucumbieron ante el golazo en plancha del león Andoni Goikoetxea y la habilidad ratonera del de Sopuerta.

Santillana, el gran rematador blanco, recordaba la épica de aquellos partidos: «Para nosotros era muy difícil ganar en San Mamés. Yo no sé ni cuántos años estuve sin poder hacerlo». Fueron diez temporadas, entre la 1971-72 y la 1981-82.

Iribar debutó ante los blancos

Pero lo mismo que el sabio público bilbaino arremete contra un jugador rival, también sabe cuándo premiarlo. Le sucedió al propio Stielike, tras un golazo de volea en un 2-1; le sucedió al propio `Cabezón' Juanito en alguna ocasión, como fue aplaudido Laudrup al ser cambiado tras un 0-5 en 1996 o Zinedine Zidane, al saltar al césped en un choque copero.

Seguramente se despidió entre aplausos uno de los más grandes del fútbol mundial, Alfredo Di Stéfano, a quien un 12 de enero de 1964 La Catedral vio marcar su último gol a domicilio con la camiseta madridista. También en un Athletic-Madrid, pero de la 62-63, debutó un joven José Ángel Iribar, partido que se perdió 0-1. Cuentan que Orue derribó a Manolín Bueno y el colegiado decretó penalti. El público protestó por entender que había sido fuera del área. Iribar se acercó a Puskas, encargado de tirarlo, y le dijo: «Tírala fuera, que se montará una buena si entra y esto puede acabar muy mal». Puskas le miró, sonrió, disparó y marcó.

Mañana, el Madrid puede proclamarse campeón o el Athletic posponerlo. Bielsa ante Mourinho. San Mamés decide. Rugirá el león. Seguro que el clásico sigue haciendo historia.

Amorebieta, con sobrecarga, duda

Volvió a entrenar ayer Aitor Ocio y Amorebieta se tuvo que retirar con una sobrecarga en el gemelo izquierdo. Es duda para un partido ante un Madrid sobre el que Muniain dijo que «intentaremos que ganen la liga lo más tarde posible».

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