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Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Taxis y recuerdos

 

Y ¿sabes qué pienso?» dice. «Pues que, para las personas, los recuerdos son el combustible que les permite continuar viviendo. Y para el mantenimiento de la vida no importa que esos recuerdos valgan la pena o no. Son simple combustible», escribió Murakami en «After dark». Combustible que a algun@s nos permite seguir viviendo, forjar identidades y soñar con sucesos que, probablemente, no acontecieron tal y como los rememoramos.

Los recuerdos nos hacen compañía, a veces deseada y otras malquerida. La memoria y el olvido viajan de la mano. Recordamos algunas cosas para olvidar otras; seleccionamos. Huérfanos, y a falta de la tele-transportación hacia lugares y gentes que anhelamos o añoramos, viajamos como simples mortales, a veces en taxi. Y el viaje se convierte así en vivencia, y después en recuerdo, antes de llegar a la Ítaca prometida, esa que suele tomar forma de oficina u hospital en la mayoría de los casos.

Los taxis, esos extraños lugares, excelentes para encontrar historias, contarlas, también para besarse sin preocuparse del volante y, supongo, para maldecir y hablar del tiempo... Conservo recuerdos dorados con forma de taxi, pero no guardo nítida la imagen del momento en que subí a uno por primera vez. Creo que la Policía iba detrás y mi madre estaba nerviosa, pero a lo mejor forma parte de mi «memoria ficcional». Por eso me parece buena idea compartir recuerdos, porque así colectivizamos la ficción. Podría contaros una gran historia «grupal» acerca de taxistas sometidos a escuchar historias sobre la vida en Marte y lo cruel que es saber que no ha sido inventada la tele-transportación. Pero esa es otra historia, una historia que no olvidaré.

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