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Raimundo Fitero

Inane

 

Se creó una cierta polémica previa de índole mafiosa, ya que la caverna mediática que está esperando en la cola de las prebendas de RTVE, señalaba a Julia Otero como poco afecta al régimen marianista. La propia periodista declaró que había aceptado hacer el nuevo programa con la condición de que todo el consejo de administración diera el visto bueno. O sea, que se necesita el consenso para que se encargue a alguien un programa de entrevistas. O que se acepte una propuesta. No es nada más que la terca realidad de unas televisiones públicas absolutamente contaminadas por los intereses partidistas que no solamente tienen que ver con el control político o ideológico, sino también con el reparto de dinero y ayudas encubiertas que retorna de alguna manera a la sede central. Pregunten en ETB y lo verán más claro.

Pues bien, apareció el lunes Julia Otero, con una pantalla de fondo realmente impresionante y un programa incalificable por su insustancialidad. Se llama «Entrevista a la carta» y este nombre quiere señalar que el entrevistado puede elegir quién le hace preguntas. Es una media verdad. Porque lo que hay son doce preguntas grabadas de personajes conocidos y que el entrevistado puede dejarse a algunos sin preguntar. Pero después hay otras preguntas de gente anónima, de la propia conductora, por lo que como mucho es un menú degustación más que una carta.

No se podía empezar peor. No existen muchos personajes tan insulsos, intrascendentes, planos, sin perfil profesional ni sentimental, con respuestas más insustanciales que Cayetano Rivera Ordóñez. Lo políticamente correcto elevado a la enésima potencia de lo inane, con aderezos de diseño de moda, primeros planos al guapo de portada, vómitos de nostalgia del torero de saga con entorno tóxico y de vocación tardía. No interesaba absolutamente nada de lo que decía. Las preguntas eran de manual, las respuestas de guión. Y Julia Otero, suelta, muy bien situada en su silla, con su actitud de cercanía y picardía ondulando, pero empeñada en considerar a su invitado «más mejor». No aporta nada. Si todas sus entrevistas son tan pasteleras como la de inauguración, el consenso de la audiencia va a ser fácil.

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