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EPPK: solidez, adaptación y espíritu emprendedor para un desafío político de primer orden

El Colectivo de Presos Políticos Vascos (EEPK) ha hecho públicas en Gernika las conclusiones de su debate interno. Precedida por un ambiente de expectación, la declaración aportó novedades y debe interpretarse como una contribución decisiva, en positivo, en la buena dirección. Más allá de las reacciones de manual que se limitan a alabar o a criticar por sistema, entre la decepción, frustración y el «más de lo mismo» de unos y las excesivamente infladas previsiones de otros, conviene sosegar el análisis y dotarse de un horizonte despejado de ese ruido ambiental. El mismo horizonte, por otro lado, que tienen los miembros de EPPK dentro de las cárceles, donde la vida y las reflexiones discurre necesariamente a otro ritmo.

En primer lugar, el hecho de que un colectivo humano sometido a una cruel situación de excepcionalidad, dispersado, en muchos casos aislado y objeto de un tratamiento informativo con clara intención de dañar políticamente al independentismo, haya concluido un debate en esas condiciones debe ponerse en valor. Y que lo haya hecho unido, de manera colectiva y general, demostrando fuerza para llegar a conclusiones y coraje para presentarlas públicamente con franqueza, es una señal poderosa. Demuestra madurez y confiere solidez a un proceso político que tiene en la liberación de todos los presos vascos, en que vuelvan sanos y pronto a sus casas, un desafío central. Un reto que requiere de iniciativas multilaterales, pasos concretos y materializables que estén a la altura del momento y del impulso que acompaña a la apuesta estratégica de todo el independentismo vasco.

Mano a mano con la izquierda abertzale

EPPK camina de la mano del conjunto de la izquierda abertzale en sus reflexiones. Apoya el fin de la lucha armada, muestra empatía y sensibilidad al reconocer el dolor causado, rechaza las medidas que buscan crear un cuello de botella donde nadie pueda pasar a menos de que se arrodille y anuncia nuevos pasos «si se dan las condiciones para ello». Quizá no pueda hablarse de sorpresas, pero no cabe duda de que esas medidas dibujan un recorrido que conecta con el sentir de la ciudadanía y que transcurre por el carril central de la política vasca.

Son reflexiones simples pero con gran potencial de desarrollo. Presentan nuevos puntos de conexión a explorar, por ejemplo la interacción del tema de los presos y el de las víctimas. Facilita, en tanto que los avala por inferencia lógica, los nuevos pasos que en la primera persona del singular sus miembros puedan dar. Y en el caso de que no se dieran las condiciones para ello, siquiera para aportar con afán de generar nuevas condiciones. En definitiva, una aportación que irradia fuerza y confianza.

Si cesa la presión al Colectivo, si se abren cauces que permitan la expresión de sus voces y su participación política, si se abren las puertas de su libertad, este país podrá compactarse en una nueva realidad y proyectarse a un futuro con todas las oportunidades a su alcance.

Identificar el talón de Aquiles

La liberación de los presos vascos es un asunto fundamental porque afecta a principios básicos, a problemas de libertad humana y a todo el desarrollo futuro de la sociedad vasca. Los estados francés y español son conscientes de ello y por eso se esmeran en mantener la excepcionalidad y la presión al límite. Cuentan para ello con el consentimiento pasivo de algunos. Esa posición de aparente dureza, de cerrar todas las puertas y todos los respiraderos a la esperanza, tiene una intencionalidad clara. Pretende proyectar una imagen de impotencia, creen haberle cogido el truco al nuevo tiempo político imponiendo el principio de no hacer nada para recrear que el proceso en marcha es extremadamente débil, ineficaz e impotente. Pero se equivocan.

Hay muchas razones para el optimismo. La cuestión radica en identificar el talón de Aquiles de esa posición. Dirigir la acción hacia su punto vulnerable requiere un juicio cauto, un análisis y una planificación realista de la situación, y seleccionar de manera efectiva los procedimientos -no necesariamente los «clásicos»- de forma que, en función de las necesidades, permitan concentrar o dispersar todo las ganas y el potencial que genera esta cuestión en Euskal Herria.

No será empresa fácil, requerirá mucho esfuerzo, calcular bien el curso de las nuevas iniciativas para pasar de la situación presente a un futuro deseado. En definitiva, será necesaria la capacidad de adaptación a una coyuntura sociopolítica difícil y un espíritu emprendedor para dotarse de nuevos instrumentos y dar nuevos pasos en ese desafío político de primer orden.

No vale la pena confiar en la voluntad de Madrid ni París. La confianza emana del convencimiento y la determinación propia. Dentro como fuera, la clave es ayudarse y apoyarse los unos a los otros, especialmente a quienes sufren una situación más difícil o de mayor debilidad. Agruparse y liberar todas las fuerzas para cambiar la correlación. Y cuando maduren las condiciones para que este asunto se resuelva, entonces se resolverá.

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