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Los escándalos, la antesala de los últimos grandes triunfos de Italia

El fraude descubierto en el Calcio en los últimos días ha golpeado de lleno a la selección transalpina de cara a la más que cercana competición continental.

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Beñat ZARRABEITIA

El fútbol italiano vive en una convulsión constante, la detención de 19 personas el pasado 28 de mayo acusados de «asociación delictiva con intención de engaño y fraude deportivo». Entre los arrestados se encontraban diez futbolistas, siendo el capitán de la Lazio Stefano Mauri y el internacional Domenico Criscito los más relevantes. Nada más conocerse el escándalo, Criscito fue apartado de la selección. Pero los problemas no parecen acabar ahí, ya que la policía investiga a otros integrantes de la azzurri como Bonucci o Buffon y al entrenador de la Juventus Antonio Conte.

El pasado viernes Rusia derrotó por un contundente tres a cero a Italia, y Prandelli llegó a afirmar que «retirarse de la Eurocopa no sería un problema». No parece que eso vaya ocurrir, pero ofrece una idea del ambiente que reina en la concentración del equipo transalpino. Hace unos meses el tema también ocupó portadas, a raíz de la denuncia del futbolista Simone Farina. Perteneciente al modesto Gubbio de la Serie B, informó ante la Fiscalía que tanto a él como a tres de sus compañeros de equipo les habían ofrecido 200.000 euros por perder un encuentro de Copa ante el Cesena el pasado mes de noviembre. La FIFA le invitó a su gala anual como Embajador del Juego Limpio y la petición para que fuese convocado por Prandelli a la selección sumó miles de apoyos en las redes sociales.

La situación actual no invita a pensar que Italia esté en disposición de realizar un gran campeonato. Sin embargo, los precedentes históricos demuestran todo lo contrario. Y es que la escuadra azzurra ha sumado sus dos últimos éxitos en medio de una tormenta relacionada con escándalos de amaños y apuestas. El primer ejemplo se remonta al Mundial de 1982 donde Paolo Rossi fue el gran artífice del éxito italiano con seis goles.

Poco tiempo antes, la policía italiana descubrió una trama de apuestas ilegales, en la que estaban involucrados jugadores, entrenadores y directivos de clubes de la Serie A y B de la temporada 79-80. El nombre Totonero significa «quiniela negra». Algunas de las sanciones fueron el descenso administrativo de entidades tan importantes como Milan y Lazio por su participación en la trama y se inhabilitó a varios jugadores y dirigentes. Uno de los castigados por dos años fue el propio Paolo Rossi. Una vez terminada su sanción, los primeros partidos que jugó fueron los del Mundial disputado en el Estado español. Concluido el campeonato, la Federación italiana decretó una amnistía.

Una de las personas investigadas en el caso «Totonero» fue Luciano Moggi, entonces director deportivo de la Lazio. En aquella ocasión no fue condenado, pero más de dos décadas después se convirtió en el principal protagonista del mayor escándalo de la historia del fútbol italiano. Esta vez, en medio de una investigación contra la mafia, la policía transalpina encontró conversaciones e indicios que apuntaban a una gran trama de corrupción en el Calcio. El sobrenombre adoptado por este último caso fue el de «Calciopoly» o «Moggigate».

Medidas drásticas: pérdida de puntos

En esta ocasión el caso se basaba en numerosos fraudes arbitrales entre los años 2005 y 2006. Se vieron implicados algunos de los clubes más importantes de Italia como la Juventus, el Milan, la Fiorentina, la Lazio o la Reggina. Equipos acusados de conspirar para generar fraudes masivos en los resultados de los partidos de la Serie A mediante la designación de colegiados «favorecedores» de sus intereses en partidos del Calcio. Dichos árbitros recibían sobornos de Moggi a cambio de influir en los resultados en beneficio de algún equipo.

Las investigaciones probaron que varias personas del ámbito del fútbol estaban enteradas del fraude y «beneficiadas» por él, tanto árbitros como directivos de clubes y de la propia Federación italiana. Las sanciones se sucedieron en forma de pérdida de puntos, que luego fueron reduciéndose de forma paulatina, siendo la Juventus la más afectada. La vecchia signora fue descendida de categoría, perdió los dos últimos Scudettos que había conquistado y Moggi condenado a cinco años de prisión. El escándalo saltó a la luz pública pocas semanas antes del Mundial de 2006.

La desbandada de futbolistas se sucedió en la Juve, a la par que otros como Buffon, Nedved y Del Piero juraban amor eterno por los colores bianconeri, y el director del equipo Gianluca Pessotto intentó suicidarse. Antiguo jugador de la Juve en los noventa, perdió la cabeza y con un rosario en la mano se tiró al patio de la sede del club. Afortunadamente salió ileso y hoy se muestra arrepentido de aquel intento que pudo acabar con su vida. En medio de esta difícil situación, Italia fue capaz de alzarse con su cuarto Mundial en Alemania.

En la presente Eurocopa, el nombre de la del combinado azzurri vuelve a estar relacionado con el escándalo y la convulsión. Un enrarecido ambiente en el que la selección italiana ha sabido desenvolverse en el pasado y que espera volver a saber gestionar con acierto. Y es que ya lo dijo Winston Churchill: «Los italianos pierden las guerras como si fueran partidos de fútbol y los partidos de fútbol como si fuesen guerras».

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