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Un veredicto que ha sido recibido como fraude

La sentencia que condena a perpetuidad a Hosni Mubarak y que absuelve a sus hijos y a los altos mandos del aparato represivo ha desatado la ira en Egipto. A dos semanas de la segunda vuelta de las presidenciales, que enfrenta al representante del viejo régimen, Shafik, y al islamista de los Hermanos Musulmanes, Morsi, este veredicto ha inflamado los ánimos y hace presente el espectro de una gradual restauración de la vieja élite. Nada puede descartarse, desde una liberación de Mubarak por «razones humanitarias» hasta un nuevo presidente Shafik que otorgue el perdón oficial.

La oposición se dispone a convocar una marcha del «millón de personas» en la plaza Tahrir para denunciar el veredicto y la candidatura del ex primer ministro. Hasta ahora, la incapacidad para llegar a crear un frente unido ha fragmentado a las fuerzas contrarias al régimen y ha debilitado su posición. Sus temores están justificados y tienen razones para luchar por una democratización que desmonte el viejo y corrupto sistema. Son conscientes de que solo con «cortar» la cabeza este no se desmonta, que el recurso de los abogados del exmandatario puede dar lugar a un nuevo juicio que lo libere y que la revolución corre el riesgo de estancarse y no dar respuesta a las aspiraciones del pueblo. 15 meses después de la caída de Mubarak, Egipto es hoy tan imprevisible como lo era el primer día.

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