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«La música no tiene territorios»

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Miguel Poveda

Cantaor

A Miguel Poveda. (Badalona, 1973), en el 93, el Festival del Cante de las Minas le abrió a un mundo por descubrir cuando ganó la preciada lámpara minera. Desde entonces no ha parado. Ha hecho cine, produce espectáculos, gana Grammys latinos... y ya ha llovido mucho desde su primer disco, «Viento del Este». El jueves presentó en Bilbo, después de su periplo coplero, su nuevo trabajo: «arteSano».

C. VELÁZQUEZ-GAZTELU | BILBO

Miguel Poveda es un artista que siempre está abierto a participar en proyectos y colaboraciones. Es, hoy por hoy, uno de los artistas más cotizados del panorama musical flamenco, pero no por ello resulta una persona escurridiza; muy al contrario, Miguel todo lo que puede dar, lo da. En las primeras semanas de la salida de su último disco, titulado «arteSano», ha vendido miles de copias y el jueves demostró, dentro del Festival Bilbao Flamenco, el por qué de su tirón. Antes charló con Gara, en una entrevista.

¿En estos momentos, está más cerca emocionalmente del flamenco o de la copla?

Bueno, mi base es la de cantaor. Y estoy más cerca de todo aquello que me emociona, dándome igual el género. Yo tengo la necesidad de comunicar y de emocionarme a través de lo que canto. Por ello, no puedo decir que estoy más cerca de la copla que del flamenco o viceversa. Además no diferencio, ni quiero diferenciar el público que va a escuchar una cosa u otra. Yo propongo un viaje de emociones a esas almas allí congregadas, sin diferenciar los que prefieren al Miguel Poveda cantaor que al cantante de copla.

¿Cree que ha aportado un nuevo descubrimiento a personas que solo han escuchado copla y que a través de su música han descubierto el flamenco?

Si es así, me encanta. Y ya no solo a través de mí. Bienvenido los artistas que descubren a las personas nuevos sentimientos. Como, por ejemplo, que hoy en día te puedas encontrar con un festival como el Bilbao Flamenco y que la gente tenga la posibilidad de plantearse ir a propuestas de esta índole. Eso es maravilloso.

Es usted una persona comprometida.

Yo soy una persona que siempre que se me pregunta me posiciono sin ningún tipo de prejuicios. Aunque no haga directamente una labor social concreta, pero si veo o siento cualquier injusticia me manifiesto abiertamente, sin complejo ni miedo, ya que es imposible mantenerse al margen de lo que nos va ocurriendo día a día. Por tanto, estoy en contra de cualquier injusticia que le pueda ocurrir al ser humano, puesto que amo al ser humano.

Si le digo Catalunya y flamenco, ¿Qué es lo primero que le viene a la mente?

Carmen Amaya.

Usted que recorre los cuatro puntos cardinales, ¿cómo tratan al flamenco por el mundo?

Con muchísimo respeto, con muchísima curiosidad, afición y con un tratamiento como música grande que es. Algo que nosotros deberíamos aprender. La manera de programar el flamenco en Europa, por ejemplo en las bienales y festivales de Ámsterdam, Lisboa, Roma, Londres, París, Berlín... Y cómo la gente tiene ese amor por una música que, a priori, parece tan lejana y desconocida. Y ya ni hablar de Japón y de la admiración fuera de lo común que estos tienen por nuestro arte.

¿Y cree que aquí, en Euskal Herria, se acerca más a lo que acaba de comentar?

En cuanto al trato aquí es más europeo. Se tiene mucha cultura de asistir a conciertos de todo tipo y toda clase de música y, a la hora de tratar la cultura y el arte, se tiene por tanto mucho respeto. Yo soy catalán y allí también hubo en algún momento cierto prejuicio por todo de lo que no viniese de la cultura oriunda, algo que con el tiempo se ha borrado, aunque aquí parece que ha costado más, pero solo era cuestión de tiempo, ya que la música y el flamenco concretamente es una expresión del pueblo y para ella misma. Y cuando voy a escuchar fados o tangos, por encima de Portugal, Argentina o Uruguay, yo voy a escuchar canciones, su música, su letra... que me emocione. Sé sobradamente que aquí no solo me vienen a escuchar emigrantes andaluces o cuatro intelectuales, sé que viene gente euskaldun y con conocimiento de causa. La música no tiene territorio.

¿Cuánto ha dado el flamenco por usted y cuánto le ha dado usted al flamenco?

El flamenco ha dado por mí muchísimo. Me ha formado como ser humano: gracias a este arte he conseguido dar en todas las teclas que como ser humano tengo. Oportunidad de conocer otras culturas y de aprender más que en la propia escuela. Y, sobre todo, sentirme vivo.

¿Debe estar el riesgo unido al artista flamenco?

Por supuesto, si no, estaríamos petrificados. Seríamos muebles. Hay que equivocarse, caer y volver a andar. Hay gente, y ya hablo del arte en general, que no arriesga, pero yo necesito sentirme vivo. Que mi agua no se estanque, que fluya...

Para terminar, ¿qué desea para el presente y futuro de una iniciativa como la del Festival Bilbao Flamenco?

Deseo que sigan igual de rigurosos como hasta ahora, que sigan creciendo a todos los niveles y creando afición. Esto es un gran compromiso con el arte flamenco y, por supuesto, que tenga continuidad. Con artistas de la talla de Vicente Amigo en la Filarmónica de Bilbao y hoy con Manuela Carrasco en el Guggenheim se han tocado las tres disciplinas importantes del flamenco. Siendo las actividades paralelas y los conciertos de pequeño formato, el trazo que cierra el círculo perfecto para que propios y extraños disfruten de tres días de intenso flamenco.

 
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