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Raimundo Fitero

Al despiste

Las técnicas de despiste forman una idea descabellada de cualquier realidad. La maquinaria generadora de mentiras del actual ingobierno monclovita y sus reproducciones regionales, no saben cómo desviar la atención sobre la impresionante incapacidad demostrada por un equipo de fundamentalistas ultra católicos, pero sin mucha visión de Estado que se dedican a ideologizar lo que antes estaba politizado y judicializado. Es una especie de chiste perpetuo, pero sin las aportaciones de los cómicos con sus silencios, sus coletillas o sus gestos. El clónico de Chiquito de la Calzada, llamado De Guindos, es un monigote de gomaespuma que rinde pleitesía constante a su empleadores reales, la gran banca, pero que para desgracia de todos, va a resultar ser el único que tiene remota idea de lo que está sucediendo.

El que fue alcalde Gasteiz, Alfonso Alonso, se ha convertido en el lateral derecho de Rajoy en el Parlamento, y está ganando peso y presencia televisiva gracias a su cara de palo y su cinismo amortizado por tanta confesión. Se dedica a despejar todos los balones, a hacerse el gracioso, a demostrar que la mayoría absoluta en manos de absolutistas es una merma de los pocos resquicios democráticos existentes. Con el asunto de esa gran expresión del deterioro de la marca y las estructuras del reino de España, el jefe de jueces y tribunales, Carlos Dívar, están saltando todas las alarmas y contenciones de la cordura y los actos solidarios.

Pero donde la opinión pública debe estar echando el resto de su desprecio y desafección a esa clase política de tercera, es que con la que está cayendo se dediquen a debatir en los parlamentos y foros legislativos locales o estatales propuestas para calificar como ultraje, y no sé qué otros conceptos ultras punitivos, el silbar a la bandera, al himno español o al monarca. No sé, si antes o mientras tanto, sería bueno clasificar como delito o ultraje a la justicia lo de Dívar. Incluso lo de Bankia. Es indecente todo lo que sucede en esta Europa desnortada y sobre todo la intervención e injerencia externa en las elecciones griegas con amenazas es un acto fascista de primer orden. Y aquí no hay despiste.

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