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Alvaro Reizabal | Abogado

La marcha verde

Una auténtica Marcha Verde como la organizada por Marruecos en 1975 para arrebatar su territorio al pueblo saharaui, con la diferencia de que muchos de aquellos ocupantes invasores de quedaron a vivir para votar allí

Tengo que empezar estas líneas diciendo, sin que sirva de precedente, que estoy de acuerdo con una parte de las declaraciones del Ministro del Interior español Fernández Díaz, relativas al voto de lo que ellos mismos han bautizado como exiliados por causa de ETA, cuando dice que alterar el censo electoral con el fin de obtener rentabilidades en votos constituye una auténtica mezquindad. Hasta ahí de acuerdo. Pero discrepo abiertamente en todo el resto de su discurso sobre este tema. Hace ya años que a alguna luminaria del unionismo españolista se le encendió la bombilla y empezó a hablar de estos supuestos exiliados, como método para alterar la naturaleza de las cosas. Como no conseguían gobernar en Hego Euskal Herria acudiendo a las urnas, ideó un sistema de importación de votos mercenarios amigos. Y no solo eso, sino que además los contó. Eran trescientos mil, número este que, casualmente, coincidía con el suficiente y necesario para dar el golpe de estado contra el nacionalismo imperante en el frente del norte. Uno se pregunta por qué no siguieron empadronados aquí y votaban por correo, pero de eso no hay que hablar.

El invento perdió gas, porque obtuvieron el objetivo por otros métodos no menos espurios que, como la Ley de Partidos y sus derivadas del entorno del entorno del entorno, dejaron fuera de la contienda electoral durante años a una parte cuantitativamente muy importante de la población de nuestro país. Así consiguieron llegar a la Lehendakaritza en ese esperpéntico Gobierno que parece llamado a caer más pronto que tarde.

Y ahora cobra fuerza de nuevo, porque como ese método parece que ya no va a valer, hay que activar otro para alterar el resultado de las urnas. Antes hablaban de que podrían votar los «exiliados», pero como no saben quienes son, porque es posible que ni existan y, además, de ser, serían cuatro, pues ahora el pucherazo va a venir por la vía de que vote aquí todo aquel que les convenga, aunque no haya huido de nada ni de nadie. Bastará con que haya pasado una temporada por estos lares y estuviera empadronado, aunque fuese en la antigua ikastola de Hondarribia, o en cualquier otro cuartel o comisaría, para que pueda votar. Una auténtica Marcha Verde como la organizada por Marruecos en 1975 para arrebatar su territorio al pueblo saharaui, con la diferencia de que muchos de aquellos ocupantes invasores se quedaron a vivir para votar allí y estos de aquí ni siquiera van a necesitar vivir, solo van a votar.

El ministro disfraza el asunto de cuestión de reparación y justicia que requiere de gran finura jurídica y anuncia que el tocomocho nace con vocación de futuro, porque se hace pensando en futuras generaciones. Y aclara que no están pensando en las próximas elecciones, sin duda porque no llegan a tiempo, sino en todas las venideras. Se trata de un puro cálculo electoral que alterará el censo para siempre. Tiene razón el ministro: es una auténtica mezquindad.

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