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Floren Aoiz | www.elomendia.com

Navarra viva frente al milenarismo borbónico

El «españolismo del bienestar» y el «oasis navarro» se han derrumbado estrepitosamente. La Navarra foral y española es un desastre económica, política, social y culturalmente

Ahí es nada: «1512 devolvió a Navarra a su destino hispánico milenario». ¡Toma ya! Felipe Borbón debió quedar exhausto tras semejante prodigio intelectual. Casi tanto como Rosa Díez tras proponer el entente navarro-riojano-aragonés. Puede que se haya convocado un concurso de estupideces y no nos hayamos enterado, pero me estoy temiendo lo peor: ¡lo dicen en serio! Destino hispánico milenario. El concepto se las trae.

Por supuesto, el último al que habría que preguntar sobre su significado es al Borbón: les escriben los discursos y con pronunciar decentemente y no atragantarse ya tienen bastante. Del padre sabemos que agradaban mucho a Franco sus progresos en el estudio de la lista de los reyes godos, pero del hijo ni eso nos consta y su trayectoria no nos invita a verlo como una luminaria.

¿Por qué se lo han hecho decir ahora y qué pretendían? Bueno, estamos en 2012, han pasado 500 años de la conquista de 1512 y en el ambiente no se percibe precisamente euforia por la celebración de estos siglos de «españolidad». Un estado en ruinas cuya esperanza está depositada en unos tipos que corren detrás de un balón carece de posibilidades de generar grandes adhesiones.

El «españolismo del bienestar» y el «oasis navarro» se han derrumbado estrepitosamente. La Navarra foral y española es un desastre económica, política, social y culturalmente. Las instituciones españolas y entre ellas, la monarquía, insisten en celebrar los hechos de 1512, pero, significativamente, los españolistas no se han atrevido a proponer aquí resoluciones de conmemoración del que para ellos es el momento cumbre de la historia de Navarra.

De acuerdo con el relato histórico-identitario españolista, 1512 simboliza el reencuentro de Navarra con su vocación española, así que lo lógico sería que se echaran a la calle para celebrar tan destacada fecha. El 25 de julio, día de la entrada de las tropas españolas en Iruñea, (miles de soldados armados hasta los dientes que, como todo el mundo sabe, habían venido a pactar una libre incorporación) debía ser la gran fiesta navarrera, con multitudes proclamando su orgullo español. Sin embargo, en lugar de preparar grandes movilizaciones, se escudan tras declaraciones oficiales y supuestas aportaciones científicas de los historia- dores del pesebre, felices por el dinero embolsado tras repetir las sandeces de la versión oficial.

El de la conquista es un recuerdo muy incómodo, más ahora que la españolidad se muestra como el peor negocio posible. Por eso, a falta de argumentos seductores, vuelven los discursos esencialistas, y el Borbón repite las ideas que los propagandistas del imperio español usaron en los siglos XVI y XVII para justificar la invasión y ocupación de Navarra. Y no solo es esencialismo, también es reminiscencia falangista. Unidad de destino en lo universal, destino milenario, tanto monta, monta tanto. Olor a naftalina, eso despide el españolismo mientras la Navarra viva se echa a la calle para celebrar haber sobrevivido a 500 años de conquista. Que se queden con sus ensoñaciones milenarias y sus delirios imperiales. Nos vemos en las calles de Iruñea.

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