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Crónica | segunda jornada del Azkena rock

Willis Drummond, Lisabö y Gallows: máxima pegada y KO a la contra

El cartel de la segunda jornada del Azkena Rock prometía mucho. No había grandes nombres, a excepción del repetidor Ozzy, pero las emociones iban a estar ahí para quien quisiera disfrutarlas. Los euskaldunes irradiaron una intensa luz pese a tocar de día.

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Izkander FERNANDEZ I

Willis Drummond y Lisabö marcaron la jornada del viernes en el festival de Gasteiz. Pusieron el listón muy alto. Y así da gusto. Cuando el sol azotaba más fuerte, Willis Drummond inauguró el escenario de la carpa. Una suerte para ellos no tener que actuar con el sol castigando su esfuerzo. Aunque poco hubiese importado. Con la maquinaria bien engrasada WD son una especie de apisonadora tanto en estudio como en directo, con la virtud de que en vivo llegan a parecen viscerales e hiperactivos. Lo parecieron en Mendizabala y no solo maravillaron a sus fieles de siempre: quien se acercó por curiosidad disfrutó a lo grande.

Y como si existiera el paraíso, acto y seguido Lisabö ocupó el escenario grande. Recolectadores de cabezas. El sexteto arrasó con su propuesta a la contra. En su discurso musical no hay ninguna palabra coincidente con cualquier discurso actual o mediático. Ellos van a la contra. En ocasiones, inventan una nueva dimensión para ir a la contra de la contra. Texturas, matices, violencia controlada, desahogo emocional, poesía, puñetazos y dientes sangrando. Todas esas diapositivas y muchas más caben en un directo de Lisabö. Si no encajaban en el cartel, se hicieron su propio sitio.

Volviendo a un tema recurrente en este Azkena, el de las parodias y las autoparodias, los escoceses Gun ofrecieron un show extraño. Fueron una banda atípica de los 90, en unos días en los que aparecieron tantas buenas bandas que el día a día parecía un continuo diluvio de rock n' roll. Tuvieron sus éxitos, un poco de segunda fila pero con la suficiente personalidad propia como para ser recordados en algún oscuro rincón del subconsciente. En Mendizabala sonaron pero la banda que había sobre el escenario era una triste caricatura de aquellos jóvenes escoceses que le daban al rock duro con melodía.

Siguiendo con los 90, Rich Robinson, hermanísimo de Chris y co líder de una de las bandas angulares de dicha década, Black Crowes, tomó el pulso al escenario grande a la hora de la cena. Como no podía ser de otra forma, el rock sureño fue el protagonista durante la hora escasa de la Rich Robinson Band. Sonido sureño, sí, pero cálido. Más de olores y brisa aterciopelada que de whiskey y polvo. Con una banda de acompañamiento de gran nivel, Robinson elevó su final hasta el éxtasis con un clásico de Neil Young: «Cinnamon Girl».

Black Label Society en el escenario 2. Más parodia autoparódica. Zakk Wylde, que pasó a la fama por ser el guitarrista de Ozzy Osbourne en los 90, ha facturado buenos discos de rock duro de cadencia sureña más rugosos que el esparto. Convertido en una especie de dios del metal o de personaje de cómic, Wylde se quedó a gusto masturbando su mástil. Incluso, hubo momentos en los que se quedó sin trastes.

Sin que Black Label Society dejasen lo suyo, Gallows abrieron fuego en el tercer escenario. Hay ocasiones en las que los solapes se agradecen. Gallows son un combo de punk rock inglés, sin vergüenza para mirar al hardcore o al metal en momentos puntuales. Agresivos como ellos solos salieron como tiburones, oteando el horizonte en busca del olor a sangre. Y la encontraron. Si el rock fue joven alguna vez, por lo que se ve en el ARF, debió ser hace mucho tiempo. Pero los Gallows devolvieron la juventud perdida a la franquicia más rockera de Last Tour International. Quizá por error. En ocasiones, hay que agradecer hasta los errores. Si lo de Gallows fue una batalla, que lo fue, los ingleses no dejaron un solo prisionero.

Ozzy repitió. La aparición de Geezer Butler cambió muy poco, demasiado poco, la actuación de Osbourne. Los clásicos de Black Sabbath siempre tendrán un lugar en la historia del rock, incluso alguno del propio puño y letra de Ozzy, y en Mendizabala no fue diferente. Pero llega un momento en el que hay que preguntarse si era necesario que que Ozzy repitiese. Una vez conocida la enfermedad del mítico guitarrista de Black Sabbath, Tony Iommi, LTI debió replantearse la necesidad de alterar la historia. De cambiar el bucle en el que parece que nos quiere sumir Ozzy.

The Mars Volta cerraron la noche responsable con su orgía. A un nivel estelar los ex de At The Drive-In naufragaron a propósito por los caminos del rock hasta alcanzar esa isla conocida como rock progresivo. Brillantes y necesariamente excesivos se hicieron su hueco en el hall of fame del Azkena.

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