La respuesta que el PP ha dado a la legalización de Sortu por parte del Tribunal Constitucional constituye una alarmante constatación de que el partido que gobierna en el Estado español sigue aferrado al pasado, incapaz de comprender, y menos de asumir, que como su propio nombre indica, ese pasado no va a volver, que las claves de la política vasca hace tiempo que son otras. Desde Carlos Urquijo hasta María Dolores de Cospedal, pasando por Antonio Basagoiti, Ana Botella, o Esperanza Aguirre, no hubo dirigente del PP que ayer no cargara contra el fallo del tribunal, en algunos casos con palabras muy gruesas. Sin esforzarse siquiera en contener la rabia que les ha causado la restitución de un derecho fundamental, los miembros del partido que lidera Mariano Rajoy demuestran que todavía les queda mucho para asumir las nociones básicas de la democracia, una actitud que resultaría hilarante si no estuviéramos hablando de la formación que controla los resortes de poder en el Estado: ayer mismo, la fiscalía anunció que recurrirá las absoluciones del juicio contra D3M y Askatasuna. Se empeñan en arrebatarle su alegría a este pueblo. No lo conseguirán.