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Fermin Munarriz I Periodista

Algo está pasando

Las últimas semanas se oye hablar en privado sobre la independencia con bastante asiduidad. Llama la atención que, en algunos casos, se trata de personas que antes no se identificaban particularmente con el planteamiento soberanista. Tal vez no lo compartían, tal vez dudaban o, tal vez, simplemente, no lo expresaban. Esta misma percepción me ha llegado también desde amigos que tienen relaciones con empresarios, y de otros que se mueven en el ámbito universitario.

La cuestión es que cada vez es más notorio y público que muchos hombres y mujeres de este país comienzan a contemplar con naturalidad y sin prejuicios la opción de la independencia como una vía adecuada para hacer frente a los problemas acuciantes que soportamos. Quizás está surgiendo una nueva generación de independentistas que poco tienen que ver con razones sentimentales, historicistas, de derecho o, simplemente, políticas.

El detonante es la crítica coyuntura económica a la que nos arrastra la supeditación a un Estado que ha hecho y sigue haciendo las cosas muy mal. España está en crisis profunda. No se libra del descrédito una sola alta institución u organización: monarquía, judicatura, banca, gobierno, empresariado, partidos, iglesia... Y ello con una de las tasas de paro más altas de Europa y, probablemente, el nivel de impunidad más obsceno sobre el saqueo económico. Hasta el punto del rescate para pagar con dinero público las pérdidas privadas de los responsables del desastre. En estas circunstancias, la marca España vende muy mal en el exterior, cada vez tiene menos credibilidad, y eso contamina y cierra puertas también a los empresarios vascos que intentan exportar sus productos y proyectos. Y lastra el estado de ánimo colectivo.

Por si faltara algún ingrediente, España nos dedica su nefasta gestión política sobre la resolución del conflicto; donde la ciudadanía vasca aprecia una oportunidad fértil, los gobernantes españoles ven motivo para hacer de la pacificación un castigo estéril.

Por ello, nuevas voces comienzan a plantearse seriamente que la mejor opción es separarse de ese país y tomar las riendas de los recursos y la gestión propios. Es un mensaje positivo que habla de la autoestima que, a pesar de todo, seguimos teniendo los vascos. Podemos hacer las cosas mejor y la independencia nos beneficia. Se trata, tal vez, de una nueva generación de independentistas.

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