Una semana intensiva que terminará en la noche más corta y sagrada del año, la de San Juan, y en un amanecer en el que la tradición de Euskal Herria dice que el sol «sale bailando». No sé si es posible que el sol baile pero no hay duda de que mañana, con o sin nubes, lo sentiremos bailar. Y no es para menos.

La sentencia absolutoria de D3M y Askatasuna y la legalización de Sortu en el Tribunal Constitucional han llenado la semana de buenos acontecimientos que propician la celebración y la fiesta en un solsticio, el de verano, que sobre todo estimula la vida y el ánimo para desterrar y conjurar los malos augurios.

Cuentan, también, que esta noche es tiempo de atrapar duendes que hagan realidad los deseos y de encontrar el agua o el relente que sane las heridas y los agravios que son los que traspasan la piel y dañan la voluntad. La leyenda siempre se escapa a la lógica, incluso a la lógica política, pero algún secreto de verdad debe de guardar que aún perdura en el ser de este pueblo y en su capacidad de sobrevivir.

Si los mitos y los ritos populares de la tradición han resistido durante siglos al afán inquisidor que arrastra la historia de España, la Euskal Herria del siglo XXI no será menos. Al fin y al cabo, los conjuros, el fuego purificador, el agua que cura y los genios que realizan de- seos tal vez representen la esencia de la idiosincrasia de un pueblo acostumbrado a defender la libertad de ser. Y aunque, al escribir, el «según cuentan» de las creencias estimula mi imaginación, otro concepto más materialista de la Historia me dice que esta noche solo es un alto en el camino y que el trabajo más comprometido continuará... ¡hasta la victoria!