En estos momentos, Alemania y Grecia no solo están a años luz en lo económico, sino también en lo futbolístico. Los germanos demostraron ser muy superiores y únicamente el lapsus que sufrieron al comienzo de la segunda parte le dio cierta emoción al encuentro. Aunque llegaron a empatar en esa fase del encuentro, los helenos siempre estuvieron a remolque en el marcador y en el juego.

La única sorpresa la puso Joachim Löw cuando se sacó de la manga un tridente ofensivo totalmente novedoso de inicio -Reus, Klose y Schürrle- porque, en lo que se refiere al partido propiamente dicho, ocurrió el guión esperado. Alemania se hizo dueña del balón desde que sonó el pitido del árbitro y Grecia se parapetó en sus dominios, con la esperanza de sorprender a la contra o en una jugada de estrategia.

Y en ese dominio teutón se mostró especialmente participativa la dupla merengue formada por Khedira y Özil. El primero fue partícipe de casi todos los lances del primer cuarto de hora -le hicieron varias faltas, dio asistencias, disparó a puerta e inclusó simuló un penalti- y el segundo, dejando destellos de su clase con combinaciones casi mágicas al borde del área rival.

Los griegos, muy echados atrás -sus carrileros casi pegados a los laterales-, aguantaban el chaparrón como podían, pero su defensa hacía aguas y, para más inri, su portero, Sifakis, no aportaba ninguna seguridad bajo palos. Entre el minuto 22 y el 24, la escuadra teutona generó hasta cuatro ocasiones que no acabaron en las mallas por poco.

Con ese panorama, la llegada del gol alemán solo era cuestión de tiempo. Ocho lances con peligro después, Philipp Lahm hizo una diagonal y soltó un derechazo con mucho efecto que además rozó en el central Papadopoulos para entrar como un obús ante la débil presencia de la manopla del cancerbero heleno, que se tragó la pelota.

Era el premio a la justicia por lo visto sobre el terreno de juego, con una Grecia que solo firmó un lance con cierto peligro -un tiro cruzado raso en el que Neuer pareció más adornarse que otra cosa- en toda la primera mitad y a la media hora.

Tímida reacción griega

Los de Fernando Santos estaban obligados a espabilar y el preparador luso movió fichas. Sacó a Fotakis en el centro de campo, retrasó a Maniatis al lateral derecho, movió al izquierdo a Torossidis y colocó como el más adelantado a Gekas, retrasando a Salpingidis al enganche. La maniobra coincidió con una Alemania que salió adormecida, como si ya tuviese ganado el encuentro. En el segundo balón que perdió en medio campo, Grecia montó una contra rapídisima que culminó Samaras ganándole la espalda a Boateng.

En ese momento pudo parecer que había partido, pero la maquinaria alemana volvió al carril adecuado. La llevó a él el omnipresente Khedira con un raro y difícil empalme que entró en un visto y no visto. Los germanos ya no estaban dispuestos a dejarse sorprender de nuevo y apretaron el acelerador hasta dejar el envite totalmente finiquitado.

Klose puso más tierra de por medio y se colocó a solo un tanto del récord goleador del histórico Gerd Müller -18 dianas entre Mundial y Eurocopa-, gracias a su potente salto, buena colocación y, por supuesto, colaboración inestimable de Sifakis, que salió a vendimiar en el tercer gol teutón.

La Mannschaft ya iba lanzada a golear a un contrario que en menos de un cuarto de hora se veía con posibilidades y después estaba totalmente hundido. El debutante Reus no le hizo ascos a una incursión de Klose que sacó con el cuerpo Sifakis y el rechazo lo fusiló el jugador del Borussia Dortmund. El penalti transformado por Salpingidis maquilló el resultado final, pero no ocultó que Alemania es una clara candidata al título.