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«La música en la calle pone en valor la música y la calle, se dignifican»

Iñaki SALVADOR I Pianista

Aprovechando que Iñaki Salvador (Donostia, 1962), notable pianista de jazz, y profesor en Musikene desde 2002, es el presidente del jurado de Haizetara, el festival/concurso de música callejera internacional que se celebra este fin de semana en Zornotza, GARA charla con él sobre los músicos que tienen la calle y el movimiento como escenario.

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Pablo CABEZA |

Usted ya estuvo como presidente del jurado el año pasado, ¿sería positivo que más pueblos recurrieran a esta fórmula de entretenimiento?

Haizetara me sorprendió, desde luego, por el ambiente que genera en las calles de Amorebieta y por la sana y solidaria relación entre las bandas participantes si se tiene en cuenta que, como concursantes que son, rivalizan. Si Haizetara sirve como ejemplo y metáfora de la alegría y la sana convivencia, apostaría por un evento así no en cada pueblo, sino en cada barrio. Por otro lado, y hablando ya de lo estrictamente musical, creo que es muy interesante poner en la calle propuestas tan imaginativas, divertidas y de alta calidad como las que pude ver el pasado año y como las que, con toda seguridad, se verán en la presente edición.

¿Qué se ganaría con este tipo de acciones, qué aportan sustancialmente?

La música en la calle pone en valor la música y la calle, las dignifica mutuamente y provoca un fenómeno holístico, si se me permite la expresión: el todo es mucho más que la suma de las partes. Una banda como las que habitualmente visitan Amorebieta para tocar en Haizetara genera no sólo público presenciando su actuación, sino un buen número de situaciones, relaciones e incluso imágenes insólitas. Es un fenómeno que trasciende a la música haciendo de ella un elemento de cohesión social en la calle.

En general, el músico callejero no tiene buena fama.

Se ve con frecuencia al músico callejero como a alguien que no tiene otro remedio que ejercer su profesión a la intemperie y es cierto que, lejos de provocar simpatía y compasión, es mirado como un potencial delincuente cuando no como un vago redomado o simplemente un iletrado. Somos muy clasistas aún en estos aspectos. «Haizetara» muestra, a través de esas bandas, como abordar de manera profesional e imaginativa lo que quizá, vaya usted a saber, fue fruto de una coyuntura adversa en un principio, pero que con arte y trabajo logra que emerja una propuesta de alto nivel.

En la calle Gran Vía de Bilbo, algunas veces se ven excelentes bandas, pero la gente pasa a su lado indolente. Es cruel, despectivo...

Es fruto de vivir la calle como un pasillo de la gran casa que es la ciudad, un lugar por el que transitar apresuradamente de un lugar al siguiente. Consecuencia de ello, lamentablemente, estas bandas callejeras pasan a ocupar el mismo lugar que los escaparates de las tiendas en las retinas de los ciudadanos. Vivimos deprisa y, por tanto, vivimos algo sordos. .

Le ha tocado ser jurado muchas veces, ¿no es terrible juzgar o se acostumbra el cuerpo y el alma?

Parafraseando a Groucho diría que jamás me presentaría a un concurso que me admitiese a mí como jurado. Y viceversa, jamás aceptaría ser jurado de un concurso que me admitiese como concursante. Quiero decir con ello que mi actitud e impulso en estas situaciones es aportar un punto de vista externo, el de quien no practica la disciplina que le toca valorar, pero puede, eso sí, tener una formación y criterio que pueda arrojar alguna opinión de interés que, junto a las de otros muchos, ayude a subrayar el especial valor de ciertas propuestas artísticas sin hacer, en ningún momento, crítica negativa de ninguna otra. Es por tanto un juicio sin culpables, sin sentencia condenatoria, juicio entendido como aplauso de lo notable o noticiable.

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