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Dabid LAZKANOITURBURU | Kazetaria

No hay juego con el Ejército egipcio

 

El Ejército egipcio ha mostrado, con su reciente golpe institucional, tal maestría en el juego de manos que, a su lado, cualquier experto en el arte de barajar pasa por un simple aprendiz.

Como sabe todo tahur que se precie, elegir el momento preciso resulta decisivo. Y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales lo era.

Así, y mientras los Hermanos Musulmanes ultimaban el asalto a la Presidencia egipcia, los Mamelucos sorprendieron a todos con un cuádruple movimiento: Primero, ratificaban la candidatura de uno de los suyos a la Presidencia. En segundo lugar, birlaban a los islamistas su democráticamente logrado poder legislativo. Luego, restauraban el estado de excepción y, finalmente, coincidiendo con el cierre de las urnas, anunciaban que el futuro presidente, sea quien sea, será un títere en sus manos tras vaciar su cargo de competencias.

Otra de las normas de un buen tramposo es no engañar a dos rivales a la vez. Bien se encargó el Ejército de quitarse de encima a los sectores revolucionarios laicos. Ahora se puede concentrar contra el enemigo islamista.

Pero, sin duda, lo que es decisivo para todo timador es tener la mano. Y, desde que apartaron del poder a Mubarak en febrero de 2001 -realmente desde siempre-, son los militares los que reparten siempre las cartas en Egipto.

Y lo hacen, cuarta condición, con la complicidad y el apoyo -abierto o disimulado- de Occidente, que si de algo recela es del juego limpio en el mundo árabe.

¿Serán los egipcios capaces de romper, por segunda vez, la baraja? ¿Y de, esta vez, no dejar que ningún prestidigitador, local o extranjero, les hurte su victoria?

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