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«Blade Runner»: cuando los androides soñaban con ovejas

Treinta años después, «Blade Runner» sigue suscitando todo tipo de interés entre la multidud de seguidores seducidos por las propuestas que Ridley Scott planteó en su adaptación de la novela «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?». El anuncio por parte del director de que rodará una secuela ha generado un gran revuelo alrededor de esta obra de culto.

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Koldo LANDALUZE | DONOSTIA

En las alturas de un edificio y bajo la lluvia sempiterna de una noche enclavada en un futuro incierto, un androide Nexus-6 se confiesa a su cazador: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».

El cazador calla y observa mientras escucha la confesión agónica de su presa y desde el patio de butacas, recreamos las secuencias vividas a través de una película cuyo relativo fracaso de taquilla no evitó que hoy continúe siendo considerada como una obra de culto.

Tres años después de rodar su magistral «Alien, el octavo pasajero», el cineasta Ridley Scott llevó a cabo en 1982 uno de sus proyectos más interesantes y complejos, la adaptación para el cine de la novela de Philip K. Dick «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?». Protagonizada por Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young y Daryl Hannah, esta superproducción no se convirtió en un éxito de taquilla, pero, acabó transformándose en una película de culto lo que le ha asegurado su plena vigencia imperecedera.

Una obra pionera y arriesgada

«Blade Runner» rompió con el cine utópico de ciencia-ficción que se hacía hasta la fecha e incidía desde una perspectiva novedosa en el esquema del hombre libre que se enfrenta a una organización inhumana, el despotismo implacable y las aventuras del héroe picaresco en un mundo de anarquía gobernado por dioses orgullosos y crueles.

Si nos fijamos en la película, más que contar una historia lo que nos propone es adentrarnos en una fantasía con ribetes oníricos que sigue las premisas dictadas por el escritor italiano Italo Calvino en su obra «Ensayos sobre literatura y sociedad»: «El placer de lo fantástico radica en el desarrollo de una lógica cuyas reglas, cuyos puntos de vista y cuyas soluciones reservan sorpresas».

Aunque «Blade Runner» rompe con la tradición utópica, sus engranajes narrativos -cómic, cuento de hadas postmoderno y género negro- se fusionan a la perfección con el sentido del cine como espectáculo total y su envoltorio visual justifica los 30 millones de dólares que se invirtieron en su creación. Si nos atenemos a su estilo genérico, «Blade Runner» podría ser catalogado como un thriller futurista, pero la fuerte carga de su mensaje nos adentra en el campo de los ensayos filosóficos. Su estructura, se amolda a los cánones de lo que podría ser considerado como una historia convencional ya que su trama gira en torno a una cacería urbana, de aparente simplicidad -un expolicía es reclutado nuevamente para eliminar a un grupo de androides escapados de las colonias de Marte- y si nos fijamos en su ambientación temporal, podría decirse que nos encontramos ante un futuro en el que convergen los años 40 -referente obligado al tratarse de cine negro-, los primeros años 80 y el sugerido en los títulos iniciales, otoño del año 2019.

Crónica futurista

Tal y como describe Juan Miguel Perea en su ensayo dedicado a Ridley Scott, «al thriller pertenecen el uso de los espacios urbanos (multitudes atravesadas por el protagonista, espacios abandonados o de uso marginal, una topografía profesional específica...), el tema de la identificación del perseguidor y su presa, y la fórmula tradicional, ideológicamente reaccionaria, de la eliminación de la pareja de villanos. Sin embargo, otros estereotipos del género sufren una inversión, no enteramente novedosa: el héroe es un asesino, la mujer fatal termina salvándolo por partida doble (de la muerte y el desamor), y el antagonista delincuente se convertirá en el auténtico héroe».

En el filme se puede percibir un alto nivel de paranoia en la manifestación visual del poder de las transnacionales, la policía omnipresente, las luces de las sondas y en el poder sobre el individuo, representando particularmente por la programación genética de los replicantes. El control sobre el ambiente es observado a gran escala, pero también cuando los animales son creados como meros artículos. Este contexto opresivo clarifica por qué muchas personas se van a las colonias exteriores, un paralelismo con la migración al continente americano. Las predicciones populares de los años 80, donde Estados Unidos se vio superado económicamente por Japón, se reflejan en el dominio de la cultura y publicidad japonesa que se observa en la ciudad de Los Ángeles de 2019.

Todo esto proporciona una atmósfera de incertidumbre que subraya uno de los pilares de Blade Runner: examinar lo humano. Para descubrir a los replicantes, se utiliza unas pruebas de empatía denominado Test Voight-Kampff, con preguntas centradas en el trato a los animales; esto funciona como indicador esencial de la humanidad de alguien.

Postmodernidad

Al contrario de lo que suele ocurrir con muchas películas de ciencia ficción, por Blade Runner parecen no pasar los años. Su fascinante e imitada puesta en escena, la plasmación cyberpunk de una sociedad errante, los efectos especiales diseñados por el maestro Douglas Trumbull y su argumento repleto de referencias y estilos, nos colocan ante una obra de culto imperecedera. Pero, curiosamente, Blade Runner es muy fiel a las corrientes creativas, sociales y filosóficas de los años 80 y sobre todo en lo concerniente a lo que ha sido denominado como postmodernismo.

El sociólogo David Lyon señaló en su ensayo dedicado a la postmodernidad: «El escenario de Blade Runner es de decadencia urbana: edificios abandonados que fueron majestuosos en el pasado [interpretados por los teóricos postmodernos como símbolos de la modernidad caída], calles abarrotadas y cosmopolitas, interminables mercados callejeros, basura sin recoger y una llovizna gris constante. [...] Sin duda, el progreso está en ruinas. [...] Columnas griegas y romanas, dragones chinos y pirámides egipcias se mezclan con gigantescos anuncios de neón de Coca-Cola y Pan Am. [...] La imagen dominante es de decadencia, desintegración y caótica mezcla de estilos. ¿Qué hace postmoderno a Blade Runner? [...] Para empezar, se cuestiona la «realidad» misma. Los replicantes quieren ser personas reales, pero la prueba de la realidad es una imagen fotográfica, una identidad construida. Ésta es una forma de ver la postmodernidad: un debate sobre la realidad. El mundo de sólidos datos científicos y una historia con finalidad que nos legó la Ilustración europea, ¿es meramente un anhelo?».

El propio cineasta Ridley Scott completó esta afirmación cuando, en su día, aclaró lo siguiente: «Un replicante es, básicamente, un ser humano completo, un cultivo de pura carne, muy avanzado y altamente perfeccionado. Para empezar, se nos informa de que los Nexus 6 son superiores en fuerza y agilidad, y equivalentes en inteligencia a los ingenieros genéticos que los crearon, a los que podemos suponer más inteligentes que el hombre común, de modo que los replicantes son ya superiores a los humanos en tres aspectos. La cuarta coordenada es aquella en la que incidía el escritor Philip K. Dick al aludir, como origen último de la premisa dicatómica de su novela «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?»... a las quejas de un oficial de las SS, en su diario, sobre el insomnio que le producían los llantos de los niños hambrientos del campo de concentración: la ausencia de «poder amar», la falta de empatía y el recuerdo de la película de Don Siegel «La invasión de los ladrones de cuerpos»».

Secuela de «Blade Runner»

Treinta años después de su estreno, el propio cineasta anunció en el transcurso de la presentación de su última película «Prometheus» -precuela de «Alien, el octavo pasajero»- que está dispuesto a llevar a cabo la secuela de su reverenciada «Blade Runner».

Entre los breves apuntes señalados por Scott, destaca que esta película -que ya figura oficialmente en la agenda del cineasta- será protagonizada por una mujer y que al director le gustaría volver a contratar los servicios de Harrison Ford para que encarnara nuevamente al cazador de androides Rick Deckard. Este ha sido uno de los aspectos más subrayados de este anuncio ya que Scott y Ford compartieron una relación extremadamente tensa en el rodaje del filme original. Preguntado sobre este episodio, el autor se limitó a decir que «sería divertido volver a trabajar con Harry».

Otro aspecto es la contratación del guionista Hampton Fancher -autor del libreto del año 82 junto al guionista David Webb Peoples- para que desarrolle una trama acorde con las expectativas y dudas que ha generado esta noticia.

LOS 80

Las predicciones populares de los años 80, donde Estados Unidos se vio superado económicamente por Japón, se reflejan en el dominio de la cultura y publicidad japonesa que se observa en la ciudad de Los Ángeles de 2019.

Philip K. Dick, el visionario desencantado

Publicada en el año 1986, «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?» lleva el sello personal de Philip K. Dick, un escritor especializado en ciencia-ficción que fue más apreciado en Europa que en su Estados Unidos natal. En lo concerniente al origen de la obra que inspiraría «Blade Runner», el autor señaló: «Hay algo en nosotros de humanoide, morfológicamente idéntico al ser humano, pero que no es humano. De ahí mi idea de que en nuestra especie hay una bifurcación, una dicotomía entre lo que es realmente humano y lo que sólo lo imita».

En sus novelas, a menudo nos encontramos con la escenografía decrépita de una sociedad al borde de la catástrofe y si nos atenemos a su ideario creativo, descubrimos que la ciencia-ficción de Dick es la del ciudadano medio que intenta una supervivencia poco notable en un entorno que le considera carente de interés y desechable. Como resultado de las diferencias del guión de Fancher con la novela original, las numerosas reescrituras que sufrió el guión y que Ridley Scott no había leído por completo la obra de Dick, la película se apartaba perceptiblemente de su inspiración original. Los cambios impulsaron a muchos críticos y seguidores a considerar ambos proyectos como trabajos independientes, a pesar de que la novela fuera reimpresa con el título de «Blade Runner» -que pertenece a la novela de William S. Burroughs, «Blade Runner: A Movie»- para ayudar a aumentar las ganancias. Philip K. Dick falleció poco antes del estreno de la película, pero pudo contemplar una copia de prueba que incluía 40 minutos de metraje. K.L.

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