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Raimundo Fitero

No va más

 


Sara Carbonero se superó a sí misma y al poco de terminar el partido entrevistó a Iniesta y le hizo una pregunta muy, pero muy inteligente, «¿No te hubiera apetecido lanzar un penalti? El jugador sin saber dónde meterse le contestó humildemente: «Sí, he tirado el segundo». Después hablará la publicista del pelo acondicionado que los que la critican son poco menos que inquisidores, le aplaudirán sus gracietas sus allegados y serviles amigos, pero nos ha proporcionado uno de eso momentazos televisivos inconmensurables. Se dio cuenta de su «ausencia», lo comentó y le contestaron desde el centro de comentaristas: «Gracias Sara». Pues eso.

Aunque el momento más cafre es el de Tomás Roncero en «Punto Pelota» de Intereconomía, que con un discurso falangista, franquista, alucinado, de alguien absolutamente desbordado por sus sentimientos primarios, llorando y hablando de España como un sectario, diciendo las barbaridades más imposibles de reproducir, la intervención más demagógica, simplona, destructiva de toda noción de periodismo. A esas horas, seguro que no soportaría un control anti-dopaje, pero su actuación es de lo más descalificante que se ha visto en los últimos tempos, ni un hooligan sería capaz de tanto lugar común y españolismo de barraca.

Aunque el no va más, es el de Esperanza Aguirre y su provincianismo, su catetismo con los del sospechoso proyecto inmobiliario para crear una ciudad de casinos, hoteles y otros entretenimientos. La comitiva de varias furgonetas recorriendo carreteras y valles, una carpa instalada en medio del campo para que los señoritos no pasen calor, la concesión de todas su peticiones, que van de que necesitan un sesenta y cinco por ciento de financiación bancaria, que el precio del terreno influirá, hasta una visita «privada» al Museo del Prado, los convierte en una postal sainetera, pero que llega al no va más, cuando la presidenta de Madrid dice: «evidentemente la prohibición de fumar se cambiaría.» Y las encuestas dicen que el cincuenta por ciento de los catalanes están ya dispuestos a votar por la independencia. Uno se pregunta, con estos antecedentes, ¿solamente ese porcentaje quiere huir de estos esperpentos?

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