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La continuidad del encierro se juega cada mañana, con un ojo en Estafeta y otro en la UE

Aunque no se perciba, ellos lo confiesan en privado. Mañana a las 8.00 los responsables del Ayuntamiento volverán a contener la respiración, porque cada mañana en los 800 metros que separan Santo Domingo y la Plaza de Toros no solo se juegan vidas humanas, sino la propia continuidad del encierro. Javier Solano ha roto este peculiar tabú en una entrevista concedida en Estados Unidos: «El día en que mueran cinco personas la misma mañana, estoy seguro de que la UE suspenderá el encierro».

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Ramón SOLA

El encierro supone un espectáculo imponente -un regalo para las televisiones- y también una gran fiesta en sí mismo. Solo los dramas ocasionales hacen aflorar su otra cara: la de una de las atracciones con mayor riesgo del mundo. Meter seis toros corriendo a sprint por un tubo de 800 metros de largo y menos de diez metros de ancho, en el que hay abigarradas más de 2.500 personas de media cada día, no deja de ser una ocurrencia brutal.

Así las cosas, el futuro del encierro, y con ello de la parte que hace más exitosas y mundiales a estas fiestas, está en el alero cada mañana. Eso es algo que saben muy bien los responsables del Ayuntamiento, aunque se lo guarden para sí por una doble razón: no invocar el mal fario y preservar el encierro. Sin embargo, es un secreto a voces que todo esto se puede acabar algún día. Javier Solano, durante muchos años comentarista de los encierros en TVE y reconocido como uno de los mayores expertos actuales en la carrera, lo ha apuntado en una entrevista concedida en Estados Unidos. «El día en que mueran cinco personas la misma mañana, estoy seguro de que la Unión Europea suspenderá el encierro», sostiene Solano en el documental ``The bull runners of Pamplona'', dirigido por Aubrey Powell. «También estoy seguro de que mis nietos no verán el encierro», añade.

Se trata, obviamente, de una mera hipótesis, porque por suerte nunca hasta ahora ha ocurrido algo así. En la última década se han producido dos fallecimientos en la carrera, pero tal debate no ha explotado, en parte porque ambos ocurrieron al margen de las cámaras televisivas, lo que les restó impacto. El joven madrileño Daniel Jimeno falleció en 2009 al ser alcanzado en el cuello por un toro en la entrada al callejón, pero la imagen apenas se percibió. Y en 2003, el veterano vecino de Iruñea Fermín Etxeberria perdió la vida por una caída a la entrada a Estafeta, que tampoco fue recogida. Más espeluznante resultó la cornada mortal en pleno corazón al joven estadounidense Matthew Peter Tassio en 1995 en la Plaza del Ayuntamiento, pero por aquel entonces el eco mediático del encierro en todo el mundo era mucho menos que el actual.

Con motivo del fallecimiento de Jimeno sí se planteó la vigencia del encierro en el siglo XXI. La entonces alcaldesa, Yolanda Barcina, se lo sacudió recordando algo que también es cierto: «Hay otras actividades que son de riesgo y no se están cuestionando, como la Fórmula 1 o la alta montaña».

Quizás el encierro ya hubiera pasado a la historia si en la era actual de internet, televisión y redes sociales se produjeran imágenes como los famosos «montones» en el callejón de los años 70. En uno de ellos, en 1977, perdió la vida, aplastado por mozos y toros, el joven de la Txantrea José Joaquín Esparza. Solo tenía 17 años. Tras ello, se habilitaron unos huecos (las llamadas «gateras»), por los que los corredores caídos pueden huir a una sala anexa. El invento funcio- nó; aquellas montoneras desaparecieron.

Otro tanto ha ocurrido en estos últimos años con el producto antideslizante introducido en la curva de Estafeta, que se aplica unos días antes de los Sanfermines. El líquido provoca una reacción química con los minerales del suelo que crea millones de poros diminutos en el pavimento. Así se logra un «efecto ventosa» que reduce mucho los resbalones de los toros. Resulta ya extraño verlos caer y chocar con las tablas de la curva, y la consecuencia es que la manada se mantiene compacta en Estafeta y se minimizan los riesgos que crean los bureles cuando se quedan solos. Resulta evidente que ha funcionado: desde entonces la duración media de los encierros ha descendido en torno a un minuto. Este año, el antideslizante se ha extendido desde la zona del final de Santo Domingo hasta los diez primeros metros de Estafeta, es decir, también por la Plaza del Ayuntamiento y Mercaderes.

Estas medidas muestran que efectivamente hay formas de reducir los riesgos. Pero el Ayuntamiento también sabe perfectamente que suprimirlos por completo es imposible ya que todo depende del comportamiento imprevisible de unos animales sometidos a una situación de estrés absoluto, y que en ocasiones parecen huir de los humanos más que estos de los morlacos. Es esa imprevisibilidad absoluta la que hace que cada mañana los responsables municipales vivan con especial angustia la carrera.

El otro factor imprevisible son los mozos y mozas. Se calcula que el 7 de julio del año pasado se concentraron en el recorrido 3.600 personas, y mañana, en sábado, la cifra se puede superar. La aglomeración humana ya provocó una situación insólita en 2007, cuando un encierro tuvo que retrasarse cinco minutos ante las dificultades de la Policía Municipal y la Policía Foral para controlar parte del recorrido.

El debate sobre la conveniencia o no de limitar el número de participantes se repite año a año. De momento se opta por una fórmula «blanda», consistente en colocar a los corredores muy alejados de la Plaza de Toros, con el efecto de disuadir a los menos osados, e ir abriendo barreras paulatinamente unos minutos antes. Lejos quedan los tiempos en que era posible entrar al recorrido un minuto antes de las 8.00 desde cualquier tramo.

Corredores veteranos de la zona de Estafeta y Telefónica coinciden además en mostrar su preocupación por la agresividad creciente de muchos participantes. Paradójicamente, el incremento de seguridad derivado del antideslizante provoca un efecto colateral contrario: al ir las manadas juntas y ser más difícil «pillar toro», cada vez más corredores emplean los brazos para situarse como sea ante las cornamentas y tener sus segundos de disfrute.

Una encuesta realizada el año pasado por el Ayuntamiento de Iruñea reflejó además un dato demoledor: casi la mitad de los participantes en el encierro -un 49%- corrían ese día por primera vez. Es decir, desconocen completamente las cuatro nociones básicas que conviene tener antes de echarse a la calle: mirar hacia atrás para ver llegar a los toros, apartarse a tiempo, no levantarse al paso de la manada si se cae al suelo...

Por contra, la misma encuesta aportó un dato que puede aliviar las angustias del Ayuntamiento, y es que el 98% de los corredores del encierro saben que pueden morir en la carrera.

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