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«Tiki-taka» y la ikurriña se la cuela al «catenaccio» municipal

La ikurriña y la demanda por la repatriación de los presos irrumpieron, un año más, en el txupinazo. policías municipales y forales trataron de frenar el paso pero, después de negociar, las reivindicaciones populares se colaron en medio del cerrojo unionista.

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Alberto PRADILLA

El «tiki-taka» popular desbordó al cerrojo institucional que pretendía mostrar unas fiestas monocolores. Como es tradición, Gobierno de Nafarroa y Ayuntamiento de Iruñea trataron de recrear un txupinazo biempensante y pamplonés (antítesis de iruindarra para la Nafarro oficial), una recreación ficticia del gran estallido de la capital de Euskal Herria. Desde las 11.00 horas, el Gobierno de Nafarroa y el Ayuntamiento de Iruñea habían establecido un «catenaccio» para blindar el Consistorio y que las demandas nacionales (ikurriña y repatriación de presos) quedasen fuera de juego. No lo consiguieron. El juego en equipo de los movimientos populares se impuso a la fuerza.

«Estamos aquí para cumplir con la normativa de seguridad y que no pasen vidrios, palos o elementos peligrosos», señalaba uno de los agentes desplegados en el primer cordón de Chapitela. Una verdad a medias. En el momento en el que una gran ikurriña asomó desde la plaza del Castillo, los agentes que, como ese, vigilaban las botellas de la mara, dieron un paso atrás y dejaron su sitio a una doble barrera formada por antidisturbios de la Policía Foral y, en segundo plano, de la musical. Al mismo tiempo, uno de los uniformados azules limpiaba la zona. «¡Márchense! No nos hacemos responsables de lo que pueda ocurrir», aseguraba, ya con el casco en la cabeza. Preguntado por GARA, insistió en que no tenía respuestas sobre porqué la calle Chapitela podría ser peligrosa para los viandantes que trataban de acceder al Ayuntamiento. «Eso, al mando», aseguró, al tiempo que, con ostentosos gestos, trataba de imponer un espacio limpio de público para lo que, en su cabeza, podría ser una batalla.

Toques y fuera de juego

11.20 horas. El portavoz de la izquierda abertzale, Txelui Moreno, y la parlamentaria de Bildu, Aitziber Sarasola, negocian con los encapuchados de rojo. Uno de los mandos insiste en que la ikurriña grande no pasaría, pero que no habría problema con el resto de enseñas. Así se acepta. De este modo, cientos de personas, que aguardaban en la plaza del Castillo para tomar parte en la kalejira, se abrieron hueco, enarbolando ikurriñas y banderolas por los presos, entre la muralla policial. La cara de pocos amigos de los agentes, agudizada por los gritos de «ikurriña bai, española ez», evidenciaba que los integrantes de la barrera de Maya y Barcina ansiaban otro desenlace.

Para su desgracia, ya en Mercaderes, el pase en profundidad desde Chapitela fue recogido por los arietes del movimiento popular. Allí, una nueva enseña vasca de grandes dimensiones, unida a la gran bandera que demandaba la repatriación de los prisioneros, reaparecía, ya sin el control uniformado, e irrumpía en la plaza consistorial entre gritos de «independentzia». Ni los planos cortos de algunas televisiones pudieron obviar que, otro año más, el Ayuntamiento recogía el eco de las reivindicaciones. De eso son testigos quienes vieron cómo ciudadanos anónimos enarbolaban banderolas en estas entrevistas que, según el guión oficial, debían ser banales. Para otro año habrá que esperar que no sea necesario jugar al pase. La ikurriña en el balcón y los presos en casa no harán necesario dejar en fuera de juego al blindaje oficial.

 

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