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Udate

Sopa fría

Carlos GIL Analista cultural

Las fiestas patronales actuales son apropiaciones indebidas que la jerarquía eclesiástica hizo de las celebraciones populares, para imponer su calendario e implantar su dominación ideológica. El santoral es una deconstrucción de un único relato de conquista. Las peanas de las iglesias y ermitas de nuestras localidades están ocupadas por subalternos con biografía y hoja de servicio no constatadas. La diseminación territorial de estos edificios para el culto son la expresión de una hegemonía lograda a base de connivencias con los poderes fácticos. Es la primera experiencia histórica de la globalización y las franquicias. Es la imposición de un modelo cultural basado en la fe en un dios totalitario, castigador y redentor presentado como el único verdadero.

Las carreras de sacos, las chocolatadas, los conciertos de jotas o los bailables nocturnos son costumbres creadas alrededor de una procesión, de un acto religioso, de una ficticia comunión entre autoridades y pueblo llano, por un día, a una hora, a modo de concesión de unas jornadas de permisividad. Siempre al final de la labor de la siembra, la siega o la vendimia. En algunos lugares los cambios de estación se celebraban desde tiempos inmemoriales, porque se vivía en armonía con los ciclos de la naturaleza.

Nuestra sociedad es híbrida, rural, industrial y de servicios a la vez, su tiempo interno se controla con una planificación digital, que señala unos objetivos de mercado y consumo. Las clases se estratifican con marcas que sustituyen a los blasones antiguos y la cultura se torna en verano una sopa fría, una ensalada de bolsa, como si nadie pudiera disfrutar de platos más sólidos. Alegría.

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