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Análisis | Crisis siria

Todas las agendas, locales y extranjeras, pasan por Damasco

El autor ofrece algunos elementos para el análisis que pasan desapercibidos en la vorágine informativa diaria; desde la debilidad de la oposición, pasto para la manipulación extranjera, hasta la difícil posición de los kurdos, históricamente los paganos en estos procesos

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

El Gobierno sirio sigue defendiendo lo que considera su soberanía y, frente a las presiones crecientes, sigue defendiendo la pervivencia del régimen. En estos meses, Al Assad se ha mostrado dispuesto a iniciar reformas políticas, e incluso ha dado su visto bueno al plan de Kofi Annan.

Al mismo tiempo, ha mostrado su músculo y se defiende militarmente de lo que considera agresiones contra su supervivencia. El reciente derribo del avión turco -que podría estar espiando en torno a la base de Tartus- demostró que el sistema de defensa sirio funciona y que cualquier intervención extranjera tendrá consecuencias en la región.

La oposición tampoco logra hacerse con el control de la situación, a pesar de los importantes apoyos extranjeros. Estas fuerzas están divididas, reina un ambiente de desconfianza, son débiles y les falta experiencia, por lo que son fácilmente manipulables por terceros actores.

A día de hoy no tienen una agenda común, más allá de la caída de al Assad. El Ejército Libre de Siria (ELS), cuenta con la asistencia del Quinteto (EEUU, Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía, OTAN y al Qaeda).

Así, mientras Arabia Saudita, Qatar y Turquía ofrecen apoyo material a los rebeldes, EEUU y sus aliados en la OTAN estarían aportando soporte de inteligencia y «otras formas de asistencia» (la presencia de la CIA en Turquía es más que evidente).

Junto al ELS conviven decenas de brigadas independientes con una marcada agenda política de corte islamista. Alzan la bandera del jihadismo y se nutren de apoyos que las redes del jihadismo transnacional han desarrollado en la región en estos años.

La reciente deserción del general Munaf Tlass ha supuesto un empujón a los intereses de la oposición. Hasta ahora los abandonos de las filas del gobierno han sido escasos (una de las estrategias occidentales que ha fracasado).

Sin embargo, los lazos históricos que han mantenido las familias Tlass (suníes) y al Assad (alauíes) escenificaban una especie de alianza entre ambas corrientes. Este movimiento abre la puerta a conjeturas en torno a una reubicación de fuerzas suníes, e incluso a un posible un golpe palaciego.

No obstante, en torno al tema de las deserciones también han surgido dudas. Desde algunos sectores de la oposición se teme que algunos desertores puedan actuar como dobles agentes, e incluso que el precio pagado para la deserción de algunos pueda superarse con una contraoferta del otro bando.

Los intereses extranjeros son una de las claves para comprender el conflicto actual. La histórica hipocresía occidental se muestra nuevamente. El Estado francés, con sus antecedentes en la propia Siria, en Argelia o Indochina, la misma metrópoli que creó en su día fronteras artificiales en la región, habla ahora de derechos humanos, cuando lo que de verdad defiende, y defienden, son sus propios intereses geopolíticos.

Las maniobras bajo la mesa han sido una constante. Un ejemplo lo encontramos en Arabia Saudí, que hace un año ofreció su apoyo a Al Assad a cambio que cesara en su alianza con Irán. Su negativa provocó que los dirigentes saudíes se volcarán en impulsar las redes jihadistas, como han hecho en el pasado en Afganistán o Iraq.

Rusia no está dispuesta a ser engañada nuevamente como en Libia, ni a aceptar situaciones como la de Irak. Algunas fuentes señalan que la diplomacia rusa estaría observando con interés el llamado modelo egipcio, sacrificando al actual presidente sirio, pero manteniendo los soportes militares y de seguridad del régimen, que seguirían controlando el proceso. El cambio de régimen beneficiaría a Turquía, que podría incrementar su peso regional; a las cleptocracias del Golfo, que lograrían un tanto en su pulso con Teherán; a las corrientes jihadistas transnacionales, que encontrarían otro teatro de inestabilidad para aumentar su presencia; y a determinadas cancillerías occidentales, que se quitarían de en medio a un dirigente «incómodo».

Sin embargo, lo que observan con temor es la posibilidad de que el caos se instale en Siria, y las consecuencias que ello acarrearía en el conjunto de la región. Las consecuencias colaterales en el siempre complejo escenario libanés, en Irak, Jordania e incluso en Turquía, aflorarían en ese supuesto escenario.

La manipulación mediática, o la guerra de la información, también juega sus bazas. El bombardeo mediático de algunos medios occidentales, basados normalmente en «fuentes o reportaje sin confirmar» y en videos de Youtube, está mostrando algunas brechas, como en torno a la llamada masacre de Houla.

La carta kurda también asoma en Siria. Las primeras protestas contra Al Assad las protagonizaron los kurdos, pero pronto decidieron pasar a un segundo plano, a la vista del cariz que tomaba la llamada oposición, y conscientes de que han sido utilizados y vendidos en otras ocasiones por diferentes actores.

En la actualidad los Comités de defensa Popular, ligados al Partido de la Unión Democrática (PYD) controlan los barrios de Alepo y de Ifran donde la población kurda es mayoría.

Ante un supuesto repliegue del Ejército sirio, han pasado a controlar la zona de mayoría kurda en el país. Esta situación no gusta a Al Assad, ni tampoco a Turquía, y mucho menos a la oposición, que recientemente declaró su rechazo a la autodeterminación kurda, lo que provocó el abandono de la reunión de los representantes kurdos.

Turquía estaría buscando enfrentamientos entre los propios kurdos para debilitar al PYD, que guarda relaciones directas con el PKK, y teme que la zona kurda ocupada por Siria siga los pasos de la iraquí, lo que tendría consecuencias en el norte de Kurdistán.

Damasco, por su parte, estaría armando a las tribus árabes de la zona, instaladas allí dentro de la campaña de arabización de los setenta que impulsó el Gobierno sirio para debilitar al pueblo kurdo. La Unión de Tribus Árabes de Siria (USAT) ha mostrado públicamente su rechazo a reconocer a la nación kurda. Por su parte los kurdos no aceptan la presencia del ELS en sus pueblos, porque afirman que «daría una excusa al Ejército sirio para atacarnos» y porque la falta de coordinación del propio ELS permite «la presencia de bandas de delincuentes que operan en su nombre».

El escenario sirio sigue sumido en un difícil y complejo panorama. El conflicto armado sigue a día de hoy cobrándose muchas vidas. La sombra del cambio de régimen seguirá planeando, de forma más nítida en ocasiones, en Siria.

Algunas fuentes afirman que a día de hoy una intervención extranjera militar directa no es factible ante la fragmentación de la oposición, y por el peso que adquieren dentro de esta las facciones islamistas, así como por la postura reacia de Rusia, China e Irán, e incluso por el coste económico que supondría una ocupación militar.

Frente a esas teorías, otros apuestan por fijar la atención en las próximas elecciones presidenciales en EEUU, que sin duda condicionarán la postura de las potencias europeas subalternas.

Sin olvidar que situaciones conflictivas y no deseadas de carácter puntual en otros lugares del mundo provocarían la necesidad de desviar la atención mediática. Y para ello el conflicto sirio siempre es un tema recurrente.

GRECIA

Grecia va a triplicar sus guardafronteras con Turquía ante la eventual llegada de inmigrantes provinientes de Siria. Frente a los actuales 600, colocará 1.800 agentes en el departamento fronterizo de Evros.

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