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Udate

La música cubana antes de la revolución socialista de Castro

Cuba vive la música con la pasión del Caribe. Los ritmos de raíz, la luz de las orquestas... son parte profunda de la vida reciente de la isla. No obstante, «La Habana era una fiesta» es un doble compacto que cuenta lo que se escuchaba en la isla antes de la revolución cubana; otra historia.

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Pablo CABEZA | BILBO

En 1942 partieron de España La Pinta, La Niña y la Santa María, todas con buenos nombres, pero aviesas intenciones. LLegaron a la isla de Cuba, la más grande de las Antillas mayores, el 27 de octubre. Tras variadas excursiones por la isla, tanto en busca de indígenas como de posibles bienes, Cristóbal Colón bautizó a la isla como Isla Juana, en honor al príncipe Juan, segundo hijo de Fernando II el Católico y de Isabel I la Católica. El epitafio del sepulcro dice: «Juan, Príncipe de las Españas, de virtudes y ciencia lleno, verdadero cristiano, muy amado de sus padres y de su patria, en pocos años realizó muchas obras buenas con prudencia y virtud. Descansa en este túmulo mandado hacer por su óptimo y piadoso padre Fernando, rey invicto y defensor de la Iglesia. Su madre, la Reina Isabel, purísima y depósito de todas las virtudes, mandó por testamento se hiciese tal. Vivió diez y nueve años y murió en 1497».

Colón pensaba que había llegado a las Indias orientales, por lo que no se imaginaba que a muy pocos kilómetros se hallaba el continente americano, aún por descubrir para el mundo europeo. Según describen las Cartas de Indias, una vez que Colón pisó suelo cubano, se arrodilló en la arena y con la cabeza inclinada hacia arriba exclamó «Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás». Lo malo del asunto para Colón y Cortes es que muchos ojos más se fijarían en la isla.

Primeros mestizajes

Dejando atrás las guerras contra corsarios, ingleses, estadounidenses... y la propia guerra por la independencia, se llega a las primeras décadas del siglo XX, periodo también convulso, con nombres como Machado, Grau... y Batista. La música de «La Habana es una fiesta» es, precisamente, un reflejo de parte de la cultura que se vivía en Cuba en esos años mediante la oportuna programación radiofónica y actuaciones en los locales más emblemáticos.

Según cuenta Carlos Fuentes en la introducción del cuadernillo que acompaña al doble cedé, a partir de 1900, más o menos, emigrantes, soldados, bodegueros y marineros comenzaron a compartir vida y costumbres en Cuba. «Con los hijos de la metrópoli llegaron las compañías tonadilleras, los grupos de zarzuela y el teatro costumbrista. También la música andaluza, los bailes tradicionales y el genuino flamenco desembarcaron pronto en el puerto de San Cristóbal de La Habana». Y aquí es donde comienza a fraguarse el variado contenido de un disco entretenido, fiel a una época y testimonio del trasiego entre mares y la correspondiente colonización cultural. No obstante, y si es posible, conviene escuchar el disco sin prejuicios, situarlo e imaginar un modo de entretenimiento, de orquestas, de ritmos...

Comienza el baile

«En tierra firme, la colonia oriunda española en Cuba fue creciendo en número e importancia. Medio siglo después, cinco millones de personas residían en Cuba. De ellos, a principios de los años 50, un millón lo hacían en La Habana», explica Fuentes.

La mezcla de ritmos y colores se produjo en los grandes salones de las sociedades de emigrantes gallegos, asturianos, andaluces y canarios. Cabe recordar que dos formaciones vascas tuvieron un papel importante en esta época: Los Bocheros, de Bilbo, quienes grabaron un espléndido disco en Cuba, y Los Xey. De los primeros no hay testimonio en «La Habana era una fiesta», pero de los Xey, donostiarras, sí se incluyen dos temas. No tienen muy buen sonido, pero es que han pasado más de sesenta años desde el origen de la grabación; no obstante, puede apreciarse el estilo de revista que llevaban. Muy divertidos, muy artistas.

¿Que más se puede escuchar? Mucho. Celia Cruz, Dominica Verges, Ernesto Lecuona, el gran músico cubano internacional, Tito Gómez, Orquesta Aragón, Antonio Molina, Conchita Piquer... y hasta más de dos horas.

NOMBRES I

Celia Cruz fue la guarachera de Cuba. Ernesto Lecuona fue uno de los músicos más relevantes de la primera mitad del siglo XX. Tito Gómez fue una de las voces más identificativas de Cuba y de la orquesta de acompañamiento Riverside.

NOMBRES II

Omara Portuondo se forjó al calor de los cuartetos de Orlando de la Rosa y Aida Diestro. Es una de esas voces que asimila con suavidad cualquier estilo. Estuvo inmensa en los boleros. Antonio María Romeu introdujo las primeras improvisaciones soneras.

Rosita Fernés fue la vedet de la Cuba presocialista

«La Habana era una fiesta» es un doble cedé con su cuadernillo correspondiente, fotos de época y una mini biografía de cada uno de los pasantes por la historia. Además, aporta 19 canciones por un lado y 17 por el otro. La mayoría de interpretaciones son con orquesta, como era propio en la época, entre los 40 y 50. La influencia española molesta en ocasiones al ritmo de la canción, pero, en conjunto, resulta un trabajo curioso, académico y divertido.

Una de las participantes es Rosita Fernés, nacida en Nueva York, pero de padres españoles ubicados en Cuba. Fue actriz de largo y variado recorrido y cantante, además de una gran vedet. P.C.

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