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Guía estival de mitos griegos (III)

La fiebre del oro

Antonio CUESTA

Midas era un rey amante del placer que gobernaba a los brigios en Bromio, ciudad de Macedonia, donde habitaba un palacio rodeado de hermosos jardines. Tenía todo lo que un gobernante podía desear mas vivía obsesionado por las riquezas. Cierto día, el viejo y disoluto sátiro Sileno, antiguo pedagogo del dios Dionisio, fue hallado junto a sus rosales durmiendo la borrachera tras haberse apartado del séquito divino cuando pasaba por aquellas tierras. Conducido ante el monarca, le contó maravillosas historias gracias a lo cual fue agasajado durante cinco días y cinco noches. Transcurrido ese tiempo, fue llevado junto a Dionisio, quien muy agradecido por la gentileza de Midas le preguntó cómo quería ser recompensado. El rey contestó sin vacilar: «Deseo que todo lo que toque se convierta en oro».

El deseo se hizo realidad, pero para su desgracia no solo se convirtieron en oro las piedras, las flores y los muebles que tocaba, sino también los alimentos y las bebidas. Pronto, Midas pidió a la deidad que lo liberara de su deseo pues se estaba muriendo de hambre y de sed. Dionisio le dijo que visitara el nacimiento del río Pactolo y se lavara allí. Con eso, el rey quedó libre, pero las arenas del río siguen siendo doradas y brillantes aún en nuestros días.

Han pasado miles de años, pero a pocos kilómetros de la antigua Bromio, todavía hay quienes se toman el mito en su sentido más literal y creen poder convertir en oro todo lo que pase por sus manos, aunque para ello deban desmenuzar una montaña entera. La empresa minera canadiense ElDorado Gold y su filial local Elinikós Jrisós (Oro Griego) pretenden acabar con el monte de Kákavos y el bosque de Skuriés, en Calcídica, porque en sus entrañas hay un filón valorado en más de 15.000 millones de euros.

Su explotación no generaría beneficio alguno a las arcas públicas pues, de acuerdo con el Código de Minería, los minerales extraídos pertenecen exclusivamente a las empresas explotadoras y no se contempla ningún derecho para el Estado. Esta fue la razón por la que los acreedores internacionales se negaron a aceptar estas minas entre las garantías ofrecidas por el Gobierno griego durante la firma del contrato de préstamo.

ElDorado Gold es solo la última de las empresas interesadas en hacerse con ese filón a cualquier precio. Antes que ella, en 2002, se estableció la también canadiense TVX Gold que se hizo con los derechos de explotación por 11 millones de euros, tras la «mediación» del viceministro de Economía en aquel entonces y alcalde del municipio, sin realizarse concurso previo y utilizando una empresa tapadera creada dos días antes con un capital social de 60.000 euros. TVX Gold desapareció sin previo aviso dejando una deuda millonaria y cientos de empleados en la calle.

La fuerte oposición de las comunidades locales de la zona, organizadas en los llamados comités de lucha contra la minería de oro, ha permitido hasta el momento frenar el saqueo de su territorio tras 17 años de resistencia. Denuncian que la mina a cielo abierto dejará residuos altamente tóxicos, sobre todo de cianuro, arsénico y ácido sulfúrico, utilizados en la extracción del oro. Un legado de destrucción para el ser humano y el medio ambiente que no puede ser permitido bajo la coartada de que ayudará a sacar al país de la crisis.

Pero los nuevos Midas, que no han dudado en usar el soborno, la violencia y el chantaje, vuelven a la carga esta vez recurriendo al Consejo de Estado, que se ha erigido en un dios chabacano y arbitrario dispuesto a conceder su deseo a ElDorado Gold.

A finales del pasado mes de julio, el Tribunal emitió una resolución por la que permitía la extracción de oro en Calcídica argumentando que «la inversión es muy beneficiosa para la economía» pues se emplearán a 1.300 trabajadores en un área con alto desempleo. Y aseguró que no existen problemas ambientales derivados de la explotación.

¿En el nacimiento de qué río habría que lavar a tanto capitalista y a tanto político que siguen pensando que todo es susceptible de ser convertido en dinero?

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