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La Quincena Musical cede el turno a los jóvenes

Uno de los trances más complejos para un joven músico es el de darse a conocer. Tras pasar la infancia, la adolescencia y la primera juventud al amparo de sus profesores, preparándose para ser un buen intérprete, a todo músico le llega el momento de dar el salto y mostrarse frente al público.

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Mikel CHAMIZO

Para un músico joven y aún desconocido, conseguir dar conciertos no es tarea fácil. Conscientes de ese handicap, y en un intento por dar valor y visibilidad a la cantera musical de Euskal Herria, la Quincena Musical organiza desde hace años un Ciclo de Jóvenes Intérpretes por el que pasaron, en su momento, nombres que hoy son bien conocidos en el ambiente musical, como Judith Jauregui o María Eugenia Silguero. En las últimas ediciones el ciclo lo está organizando la Quincena en colaboración con Musikene, el Centro Superior de Música del País Vasco, y serán alumnos procedentes de esa universidad de la música los que protagonicen los cinco conciertos que tendrán lugar entre esta tarde y la del viernes en el Palacio Miramar de Donostia.

Los encargados de inaugurar el ciclo serán los doce miembros del Ciklus Ensemble, un conjunto fundado a finales de 2010 en el seno de Musikene por alumnos que tenían un interés especial en el repertorio contemporáneo. Asier Puga, su director, explica que la filosofía del grupo es «tocar las grandes obras del siglo XX y trabajar también mano a mano con los jóvenes compositores». En los próximos meses estrenarán obras de sus compañeros Mikel Urquiza y Rubén Cid, pero para este concierto en la Quincena han escogido un programa enormemente ambicioso, formado por las «Canciones de un camarada errante» de Mahler, el «Concierto para clave» de Escudero y el «Pierrot Lunaire» de Schoenberg, ese autor tan temido por el público. «Es un programa muy exigente, terminamos agotados -reconoce Puga-. El `Pierrot Lunaire', en concreto, exige un altísimo nivel de concentración. Pero es música que nos encanta y llevamos preparándola muchos meses».

No es, de hecho, la primera vez que se podrá escuchar en Donostia, pues Ciklus ya ofreció un programa muy parecido para la asociación Donostia Musika. Y el recibimiento que les brindó el público les sorprendió mucho. «Primero porque se llenó del todo -recuerda Puga-, y luego porque creíamos que mucha gente decidiría irse durante el descanso, antes del `Pierrot Lunaire'. Pero la gente se quedó, estuvo en silencio la media hora que dura la obra e incluso hubo bravos al final». Algo que pudo ayudar al éxito, y que repetirán en el concierto de esta tarde, fue que repartieron los textos de las canciones de Schoenberg junto a reproducciones de cuadros creados por él mismo, un pintor muy notable, además de compositor.

La segunda cita del Ciclo cederá el protagonismo a una soprano que acaba de terminar la carrera de canto en Musikene. Aunque no es una desconocida, pues antes había estudiado piano y musicología y suele hablar habitualmente de la vida lírica de Euskal Herria en una conocida revista de ópera. Valenciana asentada en Tolosa, Teresa Albero llegó a Gipuzkoa para estudiar con Ana María Sánchez en la escuela superior donostiarra. En junio se licenció especializándose en ópera, y ha cantado ya un «Dido y Eneas» y una Condesa de «Las bodas de Fígaro». Pero en la Quincena ofrecerá un recital centrado en Debussy y Granados. «Partiendo del mundo impresionista de Debussy, que es uno de los ejes vertebradores de la Quincena -explica Albero-, se me ocurrió seguir por la línea de la pintura e incluir canciones de otro compositor obsesionado por la pintura, Granados, que se inspiró muchas veces en Goya y en sus majas y majos». Su recital comenzará con la «Ariettes oubliées» de Debussy y finalizará con las «Canciones amatorias» de Granados, una selección que casa muy bien con la concepción de Albero del recital como «representación del mundo íntimo».

Tras esta importante cita con la Quincena, a Albero se le abre la incertidumbre de qué pasará con su carrera profesional, una vez abandonado el amparo de Musikene y sus profesores. Pero ella lo aborda con confianza. «El truco es no acomodarse -opina la soprano-, porque tener una titulación no implica que te vaya a salir trabajo. Solo lo vas a conseguir implicándote al máximo cada vez que te subas al escenario». De momento está satisfecha porque le han salido ya media docena de recitales en los Estados francés y español.

La incertidumbre se adueña también de los miembros del Ensemble UgHari, que tocarán el miércoles un programa en torno a Debussy, Ravel y Shostakovich. Amaia Asurmendi es la violinista del grupo y explica que UgHari es la conjunción de un trío con piano y un cuarteto de cuerdas que ya existían por separado en Musikene. Aunque son todos ellos alumnos de los últimos cursos de la carrera, han escogido un repertorio que les lleva al límite de sus posibilidades actuales. «No hay que olvidar que somos estudiantes. En nuestras clases de música de cámara nos enseñan a escuchar a los demás, a frasear de maneras parecidas, a cambiar de color en conjunto y a adaptarnos a los diferentes estilos. Y las tres obras de este recital son muy exigentes en ese sentido», reconoce la violinista.

A diferencia de Ciklus Ensemble, que tiene segura su permanencia tras Musikene e incluso planes para crecer, los miembros del UgHari albergan mayores dudas. «Yo soy de Donosti y el viola es de Murcia -explica Asurmendi-. Él ahora se va a Londres a estudiar y yo a Alemania. Con los otros miembros pasa algo parecido, por eso juntarnos todos para tocar será muy complicado. La verdad es que nos encantaría, tendremos que ver cómo organizarnos para seguir con el grupo». Sólo el tiempo dirá si estos jóvenes se volverán a encontrar, quizá en otra Quincena Musical y, quién sabe, ya como grandes estrellas

 

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