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olga rodríguez | periodista, autora de «yo muero hoy»

«Si la izquierda egipcia se presentase unida arrasaría»

Nacida en León (Estado español) en 1975, la periodista Olga Rodríguez lleva casi una década relatando las visicitudes de Oriente Medio. Recientemente ha publicado «Yo muero hoy» (Debate, 2012), una mirada a la primavera árabe desde el punto de vista de sus principales actores.

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Alberto PRADILLA |

Rainad es una bloguera de Bahrein detenida en innumerables ocasiones por su labor frente al régimen colaboracionista con Arabia Saudí y Estados Unidos. Muna Saif, una activista egipcia que ha peleado contra los juicios militares a civiles. Ellas son algunos de los personajes que presenta Olga Rodríguez en su obra «Yo muero hoy», un recorrido por la primavera árabe escrito bajo el prisma clásico del reporterismo: salir a la calle y contar historias.

¿Revueltas o revoluciones? ¿Manifestaciones espontáneas o una mano oculta?

En mi opinión, estas revueltas han sido genuinas. Decir que los millones de personas que salieron a la calle lo hicieron empujadas por un plan conspiratorio de servicios secretos occidentales es dar la espalda a la ciudadanía que se ha jugado la vida exigiendo demandas revolucionarias como «pan, libertad y justicia social». Millones de personas en el mundo árabe han decidido dejar de ser esa mayoría en el sofá e intentarlo, conscientes de que Oriente Medio es una de las zonas más intervenidas política y económicamente.

¿No se ha producido un giro que ha terminado manteniendo el estatus quo?

Eso es lo que están intentando todos los enemigos de las demandas de las revueltas. Lamentablemente, en algunos casos lo están consiguiendo. Tratar de limitar la importancia de una rebelión me parece muy peligroso. La mentalidad de millones de personas ha cambiado para siempre. Se ha perdido el miedo. Hay un tejido social de protesta sin el cual la impunidad y la represión estarían siendo mayores. Y esto es muy importante. Tratar de reducir todo y extraer la conclusión de que no ha servido de nada es dar la espalda a realidad. La libertad no cae del cielo, se conquista.

La victoria de los islamistas en Egipto y Túnez ha cargado de razones a quienes rechazan los logros de la primavera árabe.

En Egipto, la suma de los dos candidatos a presidente presentados por la izquierda era superior a los votos obtenidos por Mursi o Safiq. De nuevo, si la izquierda se hubiese presentado unida, hubiese arrasado. Además, la Hermandad Musulmana es algo muy amplio. Sus líderes, en general, son personas adineradas, conservadoras en lo político y neoliberales en lo económico. Pero entre sus bases hay mucho trabajador que lleva años participando en protestas. También hay fricciones con los jóvenes. De todos modos, las demandas de tanta gente que ha salido a la calle no se corresponden con los planes políticos anunciados por organizaciones islámicas. Creo que a la larga la insatisfacción se perpetuará. Y es probable que dentro de meses o años vuelva a ser representada a través de nuevas manifestaciones y huelgas.

No se puede obviar que han existido unas intervenciones extranjeras que no obedecían al interés de las poblaciones autóctonas, como en los casos de Libia o Siria, y que han marcado las revueltas.

En Libia las revueltas estallaron de forma genuina, con unas demandas legítimas pero deformadas en el momento en el que se produce la intervención militar extranjera. En el caso de Siria, las revueltas contra el régimen de Al Assad se ven cada vez más secuestradas. Ahora es un tablero de ajedrez donde determinadas potencias internacionales están echando un pulso. La represión brutal del régimen está amparada por Rusia. Y, al margen de esa oposición genuina, se está viendo cómo entran en territorio sirio grupos extranjeros armados, algunos que se autodenominan yihadistas. Como dice una de las protagonistas del libro, «¿quién les ha llamado?». Cada vez se reciben más informaciones que hablan sobre intervenciones encubiertas lanzadas por vecinos como Irán y Turquía. También de países como EEUU, con presencia de la CIA en la frontera turca, o Arabia Saudí. Quien sale perdiendo es la población que se levantó contra el régimen.

Esta opinión no es compartida por sectores de la izquierda, que han defendido a los gobiernos de Libia o Siria.

Es curioso cómo la mayor parte de la izquierda árabe tuvo clara su postura respecto a Libia o Siria desde el principio: no a Gadafi, no a la intervención militar extranjera. No a Al Assad, no a la intervención extranjera que pretende secuestrar la libertad que demanda la ciudadanía. Esas voces se han escuchado muy poco. Y solo a través de ellas y de lo que hacen se puede entender la esencia de estas revueltas o revoluciones, que han consistido en tratar de dejar de ser súbditos para conquistar el derecho a ser ciudadanas.

¿Los intereses geoestratégicos se han impuesto frente a las reivindicaciones de los manifestantes?

Por encima de los intereses geostratégicos y macroeconómicos están los de la ciudadanía. Siempre. Y no podemos olvidarlo desde la izquierda. No digo esto desde la ingenuidad, ya que hay que tener en cuenta el poder de las grandes potencias. Pero, al menos para mí, por encima están los intereses de las poblaciones. Solo escuchando a los protagonistas se puede creer que se pueden cambiar las cosas y darte cuenta del carácter genuino de estas revueltas.

¿Los periodistas han vendido una imagen excesivamente amable de las revueltas? El papel de medios como Al Jazeera ha sido muy cuestionado.

No creo que se haya contado una historia bonita. Los medios de comunicación más convencionales sí que han ofrecido una historia absolutamente romántica de la primavera árabe, apostando, cada vez más, por el show y el espectáculo. Evidentemente, Al Jazeera ha jugado un papel fundamental y si no hubiese difundido esas primeras protestas en Túnez quizás no se hubiesen extendido. Sin embargo, pertenece al emirato de Qatar y se ha visto atrapada por sus propios intereses.

 

 

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«Las revueltas contra el régimen de Al Assad se ven cada vez más secuestradas. Ahora es un tablero de ajedrez donde determinadas potencias están echando un pulso»

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