GARA > Idatzia > Iritzia> Gaurkoa

José Miguel Arrugaeta | Historiador

Internacionalizar el conflicto vasco

Para el autor de este artículo, llevar el conflicto vasco al ámbito internacional es un objetivo en sí mismo. Ser noticia y tema de interés es una manera eficaz de condicionar las posiciones y accionar de las partes involucradas, al tener que asumir que agentes externos observan los acontecimientos. Arrugaeta, por ello, de cara al 21 de octubre, hace un llamamiento a «votar todos juntos, y mostrar al mundo la clara determinación de ser un pueblo libre, contra viento y marea».

A pesar de que nuestra geografía es pequeña, nuestra población limitada y nuestros recursos naturales escasos, la importancia internacional que uno adquiere no depende únicamente de estas variables sino también de la capacidad de hacerse sentir. Para realizar esta afirmación solo hay que dar un rápido paseo, a vista de pájaro, por algunos momentos de nuestra historia.

Desde el mismo instante en que los cronistas latinos nos situaron a ambos lados de los Pirineos Occidentales y nos describieron, resulta evidente su interés por nuestro papel en los conflictos internacionales de aquellos tiempos remotos, como fueron las guerras civiles romanas, el enfrentamiento Roma-Cartago, la conquista de las Galias o las guerras cántabras, acontecimientos en los que nuestros lejanos antepasados fueron parte activa, y a veces beligerante, por su carácter de excelente y combativa infantería ligera de montaña. Posteriormente fuimos un dolor de cabeza para los importantes reinos franco y visigodo (poderes de aquellos tiempos), que tenían como obligación permanente y siempre pendiente «dominar a los vascones», que resultaban al parecer bastante rebeldes e incontrolables.

La conquista del Reino de Navarra por la monarquía castellana, de la cual se acaban de cumplir cinco siglos, fue objeto de una intensa y minuciosa atención e intervención internacional, en la que tomaron parte los más importantes actores de aquellos momentos como Inglaterra, Francia, Castilla y Aragón o la Iglesia de Roma. Dando un salto en siglos, las guerras carlistas que se desarrollaron, fundamentalmente en nuestro territorio, a lo largo del siglo XIX, fueron también importante motivo de atención e injerencia de las principales potencias europeas como Gran Bretaña, Francia y Prusia.

La Guerra Civil no fue una excepción en esta pauta de presencia e influencias externas y solo hay que recordar, como ejemplos, la evacuación de nuestros niños (con intervención directa de varios países), la zona internacional de Las Arenas, el bloqueo del puerto de Bilbo, el pacto de Santoña (firmado con la Italia fascista mediante intervención directa del Vaticano), el bombardeo de Gernika o la intensa e incansable acción exterior de postguerra que desplegó el lehendakari, José Antonio Agirre, en defensa de «la causa vasca».

Mucho más cercanas en el tiempo son el Proceso de Burgos o los últimos fusilamientos del franquismo, en septiembre de 1975, que renovaron el interés, la difusión y la atención internacional sobre la reclamación nacional vasca. Prácticamente a la vuelta de la esquina podemos citar como casos de esta constante las negociaciones Gobierno Español-ETA de inicios de la Transición, que se desarrollaron en Suiza, y las consecutivas celebradas en otros escenarios internacionales (incluida la presencia de observadores y garantes), con los sucesivos ejecutivos presididos por Felipe González, Aznar y Zapatero.

Yo incluso añadiría también otros hechos como la propia operación represiva de mediados de los años ochenta del pasado siglo, conocida como Deportación, llevada a cabo por la autoridades de Madrid y París, que involucró directa e indirectamente a no menos de una docena gobiernos, entre lugares de acogida e intermediarios, las repulsas internacionales por la muerte del concejal José Angel Blanco, la resolución contra ETA en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Panamá o la condena, por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, de ETA como (falsa) autora de los atentados de Madrid. Todos estos acontecimientos fueron, a su manera, formas y apariencias que ha adquirido el conflicto vasco para reflejarse y trascender en la arena mundial durante estas tres últimas décadas.

Hasta aquí parece claro que el devenir general del pueblo vasco, incluyendo las versiones del conflicto contemporáneo, siempre ha suscitado repercusiones, difusión e interés bastante más allá de los ríos Ebro y Adour, a pesar de la tradicional vindicación española y francesa de que se trata solo de «un asunto interno».

Desde el 20 de octubre del pasado año, cuando la organización ETA hizo pública su renuncia unilateral al uso de las armas, el conflicto vasco entró en una etapa nueva e inédita. En este breve tiempo una de las partes ha realizado numerosos avances y adecuaciones mientras que la otra, los gobiernos español y francés, sigue anclada en un pasado cada vez más insostenible y lacerante, con la agravante de continuar alimentando irresponsablemente en sus respectivas «opiniones públicas» peligrosas posiciones integristas.

Todos ustedes saben que el inicio de esta nueva situación nació acompañada de un marcado interés internacional, cuyo punto culminante hasta el momento se puede situar en la llamada Conferencia de Aiete. Sin embargo, más allá de lo importante que resulta el «acompañamiento» internacional, con presencia de personalidades de talla internacional, la formación de comisiones facilitadoras o garantes, la internacionalización del conflicto vasco depende en gran medida de nosotros mismos, es decir de la demostración constante y permanente de la existencia de una confrontación democrática no resuelta (y por lo tanto pendiente y abierta), entre una parte sustancial del pueblo vasco que reclama su soberanía, y aquellos que se la niegan por la fuerza (de las armas, la sinrazón y las leyes).

Expresar nuestra voluntad colectiva resulta pues pieza y acción clave para lograr que el conflicto vasco forme parte del «interés internacional» y de que esta atención condicione la evolución y los movimientos de las partes. Esto mismo es lo que nos acaban de recordar los catalanes con su magnífica demostración durante la Diada, que fue noticia destacada (e inesperada) en la mayoría de los medios del mundo. Ahora nos toca a nosotros demostrar nuestra fuerza creciente y nuestra determinación para que el conflicto vasco sea también tema de comentario y atención en todos los lugares del mundo.

Nuestra aportación a este objetivo vital está a nuestro alcance y en nuestras manos una vez más, sumando este 21 de octubre la mayor cantidad posible de votos y voluntades por la soberanía y la independencia, para que los datos valgan más que mil palabras. Por eso más allá de diferencias, matices, temas acumulados y pendientes de debate, que son normales y naturales en cualquier movimiento (y para los que tendremos que buscar el tiempo y los espacios adecuados), yo creo el día 21 tenemos que ir a votar todos juntos y mostrarle al mundo una fotografía clara, aunque sea parcial en lo geográfico, de nuestra firme determinación: Ser un pueblo libre, contra viento y marea.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo