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Txisko Fernández Periodista

Hay que prepararse para la resaca

La resaca electoral suele acarrear tantos quebraderos de cabeza como la que deja una noche de juerga desenfrenada. Esto lo pueden corroborar, como ejemplo muy significativo, quienes pasaron en Sabin Etxea la noche del 1 de marzo de 2009. Con el apartheid político todavía vigente -es decir, con la exclusión de la izquierda abertzale del reparto parlamentario-, pese a ser la primera fuerza en votos y en escaños, a los dirigentes del PNV se les fue alargando la distancia que hay desde los Jardines de Albia hasta Ajuria Enea como si se tratara de una pesadilla.

Ese fue el más claro reflejo de que una cita electoral no concluye con el recuento de las papeletas, sino que su resolución depende tanto de la voluntad popular expresada en las urnas como de las estrategias de fondo de cada formación política.

En su acto de cierre de campaña, el viernes, Laura Mintegi comentó que la esencia de EH Bildu no reside en ser una suma de siglas, sino en ser «un proyecto para este pueblo». Por ello, incidió en que su oferta no se puede circunscribir a una «carrera electoralista».

Con ese mismo esquema fue como se perpetró la investidura de Patxi López como lehendakari hace ahora tres años y medio. PSOE y PP sumaron fuerzas por un proyecto de país, el suyo, que asienta sus raíces en el marco diseñado en el tardofranquismo. Un modelo al que, con reticencias y tras arrancar ciertos objetivos que consideró suficientemente positivos en aquel contexto histórico, se sumó el PNV y del que, en la práctica, todavía no se ha distanciado.

Precisamente, es por esa actitud mantenida durante décadas por los dirigentes jeltzales que resulta tan fácil otorgar veracidad a cualquier información o comentario que indique que, antes de que se conozcan los resultados, el PNV ya ha elegido a su posible socio de gobierno entre quienes defienden el modelo del unionismo español. Un modelo que desde Sabin Etxea se pretendería vender, una vez más, como «el mejor de los posibles en este momento».

Resultaría curioso que para ello Iñigo Urkullu se aferrara a la crisis económica, como si esta fuera coyuntural. «Dos años a fondo con la crisis y luego hablaremos del estatus», concretó GARA en el titular de la entrevista con Urkullu publicada el viernes. ¿No querría decir «otros 33 años y luego ya veremos»?

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