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Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

España como unidad de destino en lo patológico

Basta un somero análisis de las reacciones españolas ante los procesos de resolución de conflictos políticos en el mundo para llegar a la conclusión de que estamos ante un caso de siquiatra.

En cuanto un conflicto se encarrila, adoptan la pose del avestruz. Tras los Acuerdos de Stormont, nos insistían en que el norte de Irlanda no es Euskal Herria. Ahora, Escocia «no se puede comparar con Catalunya» y, «las FARC no son ETA». Punto.

La contundencia verbal esconde una pobreza argumental. Y el pavor a la dialéctica se sublima con la amenaza. No se entienden si no las apocalípticas admoniciones a vascos y catalanes de que seremos expulsados del paraíso europeo.

Pero ni el recurso al miedo, que no es sino una burda táctica paralizante, ni el déficit de la cultura democrática española explican, por si solos, tamaña cerrazón.

Parapetarse en la especificidad de los conflictos que le afectan y negarse siquiera a aprender de otras experiencias denota un escaso interés por lo que pasa en el resto del mundo. Una desidia que es fruto de una enfermiza tendencia a la introspección y que acaso se explica por el trauma del 98 (las pérdidas de Cuba, Filipinas, Marruecos..) Y utilizar su posición en la UE como chantaje a los dos pueblos más europeístas de la Península Ibérica no hace sino corroborar su aldeanismo -en el sentido peyorativo que tanto les gusta a ellos utilizar- y revela la visión que tiene España de la construcción europea.

Todo ello evidencia que bajo la verborrea universalista española se oculta un particularismo de diagnóstico severo. Vamos, de hacérselo mirar. Para bien de todos.