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Madrid y París deberían comprender que aquí ya casi nadie «piensa en un elefante»

Las elecciones norteamericanas entran en la recta final y, en gran medida, estos comicios serán un referéndum sobre Obama. Al hacer balance sobre hasta qué punto el cambio prometido por él se ha cumplido o en qué medida el establishment se ha impuesto y ha logrado sostener el statu quo y marcar los límites de ese cambio, vienen a la memoria las propuestas de George Lakoff, lingüista, asesor político y autor del libro «Don't Think of an Elephant!», una especie de guía sobre comunicación y debate político ideado para que los progresistas revirtieran la tendencia a asumir el marco intelectual, ideológico y moral establecido por los conservadores. Como es bien sabido, el símbolo del Partido Republicano es el elefante, y la referencia a no pensar en él viene a decir que la batalla política está perdida si los progresistas adoptan el marco y el lenguaje de los conservadores.

Dentro de ese marco, la cuestión de la «seguridad» y la denominada «guerra contra el terror» son centrales. Quizá sea este uno de los temas en los que la Administración Obama más deja que desear. No solo no ha dado ese cambio, sino que lo ha abortado a nivel global.

Obsesiones que devienen en torpeza

Euskal Herria es un muy buen ejemplo de ello. Esta semana el ministro de Interior francés, Manuel Valls, ha querido marcar posición en relación al proceso político vasco recurriendo al marco conceptual y a los valores más tradicionales de la «política antiterrorista». Primero fue la detención de dos supuestos miembros de ETA; luego criminalizó el reconocimiento de Ipar Euskal Herria con unas declaraciones claramente hostiles hacia la posición de sus compañeros de partido, en particular, y de la sociedad de esos territorios vascos, en general; finalmente, perpetró un ataque directo a esa sociedad al detener y poner en manos de la Guardia Civil a Aurore Martin para ser llevada ante la Audiencia Nacional y ser encarcelada en Madrid por su militancia política.

La reacción no se ha hecho esperar. Al principio la mayoría de cargos y representantes vascos mostraron su sorpresa ante esta detención. Posteriormente, todos ellos, de izquierda a derecha, desde el jacobinismo hasta el independentismo, han denunciado esta entrega por ser un profundo e inaceptable error. Muchos de ellos lo consideran un intento de sabotaje contra el nuevo tiempo político que se vive a ambos lados del Bidasoa -eso sí, con sus especificidades en cada orilla-.

También en esta reacción hay matices. Están quienes se oponen a la expulsión de Martin porque es ciudadana francesa y aplicar la euroorden supone una claudicación ante el Estado español y sus incomprensibles políticas, una cesión de soberanía. Otros están en contra porque Martin es vasca, y es precisamente porque es vasca por lo que se le aplica esta euroorden. Muchos consideran que una ley que atenta contra la justicia no debe ser acatada. Otros tantos creen que la detención, expulsión y encarcelamiento de Martin es un ataque contra el proceso de paz. La gran mayoría valora como un sinsentido que se le acuse de pertenencia a banda armada por dar ruedas de prensa o participar en reuniones, por no mencionar que la «banda armada» a la que se refieren los dirigentes del PP en Madrid y del PS en París ha cesado definitivamente su lucha armada. En el Estado francés muchos recuerdan y reivindican la tradición de asilo que ha caracterizado a la República, diezmada por la denominada «colaboración antiterrorista» y llevada al paroxismo en este caso concreto. A nadie se le escapa que las euroórdenes, en general, responden a un concepto expansivo de la denominada «guerra contra el terror», un marco y unas políticas del pasado que se deberían superar cuanto antes. No pocos creen que la Justicia española no es homologable a nivel de derechos humanos. En definitiva, con todos esos matices, los valores que se enarbolan para oponerse a la entrega y encarcelamiento de Martin son la justicia, la libertad, el derecho al asilo, la soberanía, la independencia judicial, la paz...

Frente a todos ellos, Manuel Valls y Jorge Fernández Díaz reivindican la venganza, el castigo, la crueldad, la guerra... Todo ello responde a una agenda securócrata que busca contrarrestar los esfuerzos por lograr una paz justa, estable y duradera, una agenda destinada a sabotear la Declaración de Aiete y su hoja de ruta. Guiados por la obsesión, los ministros de la Guerra no entienden nada, niegan la realidad y resultan políticamente necios. Aquí ya casi nadie «piensa en un elefante».

«Sé proactivo, no reactivo»

En este contexto, el Colectivo de Refugiados Políticos Vascos anunció ayer que están «dispuestos a dar pasos más audaces desde el acuerdo con los estados» o «desde la unilateralidad», afirmó que «no darán por bueno ningún bloqueo» y mostró su «firme intención de hacer desaparecer para siempre el exilio». En resumen, frente a las intoxicaciones, los bloqueos y los ataques, los refugiados anuncian nuevos pasos y apuestan por ahondar en el proceso. Cumplen así otro de los consejos de Lakoff, que plantea la necesidad de ser proactivo y no reactivo. Es decir, jugar a la ofensiva en vez de a la defensiva es más eficaz para sacar adelante una estrategia.

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