GARA > Idatzia > Iritzia> Jo puntua

César Manzanos Bilbao Doctor en Sociología

El camino de la insurrección

Los pasos para devolver el poder a las personas y a los pueblos se fundamentan en nuevas premisas, aunque discutibles, claves para evitar que las luchas sociales sufran un retroceso tan atroz como el que venimos padeciendo

El primer paso para derrocar al poder es dejar de legitimar a quienes lo ejercen; después, dejar de depender de ellos; el tercero, una vez de empoderarse, destruirlos y, el más importante, conseguir que nadie vuelva a ostentarlo». Este aforismo que forma parte del libro «Anatomía del Vacío», último de la trilogía «301 aforismos para disentir» que acabo de concluir y que se presenta esta misma semana, es la esencia de una reflexión que nunca fue tan pertinente como en el momento socioeconómico y político actual.

No se nos puede escapar a estas alturas que lo social es lo real y lo aparente, y que las relaciones sociales, leídas en términos de relaciones de poder, se sustentan no solo en la apropiación y acumulación constante y exponencial de los recursos materiales en cada vez menos manos, sino paralelamente en la fabricación de una conciencia colectiva que considera que esto es así y no puede ser de otra manera.

Hasta la fecha, salvo excepciones, quienes hemos tratado de abolir el capitalismo y sus estados pretendíamos compatibilizar prácticas de lucha y forma de discurso que no han hecho sino reforzar la dominación de lo real, de lo material, de lo económico, así como la dominación de lo aparente, de lo simbólico, de lo cultural. El resultado contrastable es haber contribuido a hacer cada vez más consistente e infranqueable el poder como globalidad y capilaridad, como omnipotencia y omnipresencia.

Por ello, para caminar por la larga y definitiva senda de la insurrección, no podemos funcionar con conceptos y prácticas inmediatistas, posibilistas o positivistas que han demostrado que nos convierten en sujetos colectivos condenados a reproducir los esquemas opresivos y depresivos de quienes combatimos.

Los pasos para devolver el poder a las personas y a los pueblos se fundamentan en nuevas premisas, aunque discutibles, claves para evitar que las luchas sociales sufran un retroceso tan atroz como el que venimos padeciendo.

El primer paso para derrocar al poder es dejar de legitimar a quienes lo ejercen. En este sentido, resulta fundamental seguir desnudando a los verdaderos delincuentes profesionales, a los responsables del expolio ecológico y financiero y a la clase política que los encubre, se llamen de derechas o de izquierdas.

El segundo paso es dejar de depender de ellos, de su consentimiento para vivir y protestar, de sus limosnas envenenadas, dejar de colaborar con sus instituciones y reforzar las estructuras productivas, organizativas y culturales propias. El tercero es destruirlos, desposeerlos y desprestigiarlos a medida que nos reconocemos en nuestras capacidades de empoderamiento y perdemos el miedo a ser discriminados, excluidos o encarcelados por sublevarnos frente a ellos.

Hasta aquí han llegado muchas revoluciones. Pero no al cuarto paso, quizás el definitivo y, sin duda, el más importante: establecer mecanismos bien precisos y permanentes para garantizar que nadie vuelve a detentar el poder y los nuevos gestores no vuelvan a pervertirse y aferrarse a él, traicionando al pueblo al convertirse en fetiches y esbirros de los de siempre, en función de intereses particulares o contrarios a los que se les encomendaron.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo