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Elecciones presidenciales en EEUU

Segunda oportunidad para hacer historia

Dabid LAZKANOITURBURU

Cuatro años después, Barack Obama ha reivindicado su lugar en la historia electoral de EEUU. Ni lo ajustado del resultado (2 puntos porcentuales) ni el hecho de que su ventaja en los estados clave lo presagiara, ni siquiera el shock provocado por el huracán «Sandy»... nada desmerece su triunfo histórico.

Lograr la reválida en una situación de emergencia como la que vive EEUU, con un paro del 7,9%, con una economía renqueante y tras una legislatura marcada por el incumplimiento de la mayor parte de sus promesas y por una oposición que no le ha dejado ningún respiro legislativo está al alcance de muy pocos.

Ningún presidente en ejercicio ha sido tan vilipendiado ni exorcizado con los epítetos más demonizadores de la subcultura política estadounidense, desde «socialista» a «islamista». Le han negado incluso la nacionalidad.

Con los resultados en la mano, se puede decir que la estrategia de tensionamiento extremo y polarización forzada por los republicanos ha sido un error. Pero ese argumento a posteriori sirve para explicar la derrota. No basta por sí solo para ilustrar la victoria.

El «fenómeno Obama», ese acontecimiento que va más allá del candidato pero que no se explica sin la figura del desconocido senador negro por Illinois que cautivó a buena parte de EEUU y al mundo en las primarias demócratas de 2008 se ha mostrado como algo más que el efímero catalizador del malestar que se asomó al abismo tras ocho años de mandato de Bush y en pleno estallido de la crisis global.

Buena parte de las circunstancias que contextualizaron su llegada triunfal a la Casa Blanca siguen ahí. EEUU no termina de ver la luz de la reactivación cíclica de la economía al final del túnel. La «guerra al terror» en sus peores versiones persiste en Guantánamo, en Afganistán y en el sobrevuelo criminal de los aviones no pilotados en Pakistán. Todo eso es cierto y precisamente por serlo otorga más valor aún a la victoria de Obama.

Libre ya de la atadura de buscar la reválida (el nuevo mandato será ya el último para él), Obama tiene la posibilidad, llena de dificultades pero a la vez de oportunidades de las que solo dispone el presidente de EEUU, de dejar una huella imborrable. De ser un fenómeno político a pasar a los anales como el líder que pilotó el cambio de un país que, le pese o no, nunca volverá a ser el de antes.

Nunca la historia da una segunda oportunidad. El electorado estadounidense se la ha concedido. Y ha hecho, valga la redundancia, historia. A Obama le toca escribirla con mayúsculas.

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