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Fede de los Ríos

La zarzuela vuelve a los escenarios

Al grito de «españoles, la patria se rompe» ha acudido un variopinto grupo de intelectuales, desde gentes provenientes de la movida madrileña hasta un premio Nobel peruano

Callaban los que ofician de intelectuales españoles y después de tanto tiempo de silencio ya nadie se acordaba de ellos. Nadie extrañaba su ausencia de posicionamiento ante la terrible situación económica por la que está pasando lo que algunos llaman España. Tanto enmudecidos que habíamos olvidado el tono de sus voces, el matiz de sus argumentos. Los creímos mudos, casi autistas. Nada decían acerca de las denuncias de tortura en las comisarías, ni del cierre de periódicos y radios; nada sobre el endurecimiento del código penal ni del aumento de la videovigilancia en las ciudades; ninguna denuncia del acoso policial sobre quien ejerce el derecho de manifestación ni de los manifestantes brutalmente golpeados por los diferentes cuerpos policiales; nada sobre la alegría de los jueces en dictar prisión provisional sin sentencia. Ni mú acerca del expolio de lo público. La corrupción generalizada parecía no afectar su sensibilidad como si el gato hubiese comido sus lenguas.

A su acentuada hipermetropía con la realidad que les permite observar las injusticias en la lejanía y no percibir las ocurridas a escasos metros de su aparato olfativo, se le une una afonía selectiva. Tanto tiempo en el limbo de los justos y ahora, de repente, tampoco amigos de las muchedumbres, rubrican manifiestos en defensa de la unidad de España y su Constitución. Artistas y profesionales de las letras castellanas, al unísono, denuncian lo que denominan «deriva nacionalista» de los nacionalismos «periféricos». Curiosos conceptos; la primera hace referencia al desvío de la trayectoria real (derrota) de una embarcación con respecto a la verdadera dirección de su proa (rumbo); la segunda, periferia, es lo que rodea el centro. Lógico si el observador se sitúa en Castilla. Nada extraño que en los firmantes del manifiesto, después de su nombre y profesión, aparezca la palabra Madrid. El problema es la redondez de la Tierra que habitamos y que tiene la mala costumbre de girar sobre sí mismo. Así para un observador ubicado en Catalunya o Euskal Herría, los nacionalismos periféricos resultan ser el español y el francés que ejercen de rémoras para un rumbo propio, autónomo.

Al grito de «españoles, la patria está en peligro» ha acudido un variopinto grupo de intelectuales. Desde gentes provenientes de la movida madrileña hasta un premio Nobel peruano; incomprendidos artistas autoexiliados y algún vasco bueno. Los de UPyD tienen un Himno para la propaganda electoral del bueno y monárquico Joaquín Sabina.

Incluso a los de «Pujol enano, habla castellano» ahora dicen gustarles Catalunya. Sobre todo el «pan con tumaca» (sic). A la alcaldesa de Marbella le gusta «porque Marbella es una sociedad abierta, plural, cosmopolita como Catalunya, donde además los andaluces hemos contribuido mucho». Y al alcalde de Salamanca que tiene cuñadas catalanas. A Mariano le «gusta Catalunya, su carácter abierto, su laboriosidad, sus gentes, son emprendedores, hacen cosas».

El espectáculo ha dado comienzo, es del llamado género chico. Se ríe hasta la moreneta.

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