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Antonio ALVAREZ-SOLIS Periodista

Los peligros de la victoria

Las recientes victorias electorales del nacionalismo en los pueblos oprimidos suelen suscitar entre los nacionalistas una serie de análisis o autocríticas que no parecen muy útiles para lograr la independencia que se persigue. Quizá el largo tiempo que esos pueblos han permanecido en opresión suscite esas críticas que pretenden una purificación de la política independentista. Pero tales actitudes, que normalmente revelan un leal amor por la causa nacionalista, pueden constituir un error. Las batallas por la independencia se desarrollan en torno a símbolos de gran potencia que, como tales, han de mantenerse en toda su integridad, ya que agavillan energías que provienen de diversas fuentes aún dentro del común denominador de la independencia. Siempre he creído que la pretensión independentista no puede preñarse de intelectualidades excesivas que en cierto modo amorticen el proceso. La ciudadanía que aspira a su independencia nacional espera, con una fe integral, la linealidad y concentración del proceso autodeterminatorio. Los enemigos de esa ciudadanía conocen perfectamente el daño que pueden producir debates prematuros y los suscitan por activa o por pasiva. Cierto es que un proceso político de tal calibre, como es el que conduce a la independencia, provoca urgencias y aprensiones más allá del horizonte inmediato a conquistar, pero la liberación exige concentrar en un punto ígneo el esfuerzo por conseguirla. Europa vive una ola de nacionalismo liberador y los poderes que se oponen a él arguyen una globalización que ponga lejos del alcance de los ciudadanos toda posibilidad de independencia. De ahí su presión para suscitar debates prematuros entre los nacionalistas.