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CRíTICA: «Dracula 3D»

Involuntaria parodia casposa del mito vampírico

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Mikel INSAUSTI

A Dario Argento le pasa como a los viejos roqueros que se resisten a reconocer que su tiempo de gloria ya pasó. Está mayor para el cine de terror, teniendo en cuenta que la media de edad del público que consume este tipo de películas es muy baja. Lo que le anima a seguir es el hecho de que su cantera de fans se renueva constantemente, a medida que los jóvenes espectadores van descubriendo su aportación al giallo italiano en los años 70. Pero él sabe muy bien que se ríen con sus últimas realizaciones, que ya no se las toman en serio, lo cual acaba siendo bastante patético, por mucho que a sus 72 años sienta que ya está de vuelta de todo y puede darse el lujo de hacer el ríduculo, con tal de no jubilarse.

Y es que no sólo ha envejecido él, también lo ha hecho el resto de su equipo. Los 76 tacos del director de fotografía Luciano Tovoli se notan lo suyo, por la forma artesanal y anticuada en que emplea el sistema 3D. Otro tanto sucede con la música de Claudio Simonetti, quien a pesar de haber sido un compositor precoz, no consigue escapar a unas formas del montaje sonoro que ya están totalmente en desuso. La producción artística se presta igualmente al desfase, con unos decorados de cartón-piedra, que han sido comparados con los libros de cuentos troquelados en páginas que se abren con recortables destinados a dar la impresión de falso relieve.

El productor que se encuentra detrás del trasnochado proyecto es el inefable Enrique Cerezo, presidente del club de fútbol Atlético de Madrid, quien además ha debutado como como guionista, junto al propio Argento y a otros dos colaboradores. Es increíble que haya hecho falta tanta gente para escribir la enésima adaptación de la conocida novela de Bram Stoker. El argumento resultante es una acumulación de despropósitos que deja vendido al reparto interpretativo, el cual ha de cargar encima con un diseño de personajes tan descuidado como el resto de la barata puesta en escena. Unax Ugalde parece un Jonathan Harker con el pelucón de la madre de Norman Bates.

 

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