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RELEVO EN EL PODER EN CHINA

¿Por qué yerrán los análisis sobre China?

Dabid LAZKANOITURBURU

La gran mayoría de análisis occidentales sobre las relaciones de poder en China parten de dos premisas falsas a partir de las cuales se construyen diagnósticos basados en etiquetas poco rigurosas.

El primer apriorismo consiste en dar por bueno que la única receta económica exitosa pasa por el llamado libre mercado y los mandamientos neoliberales. Y, como corolario e íntimamente relacionado, el segundo apriorismo insiste en que no puede haber desarrollo económico sin un (más temprano que tarde) proceso de reformas políticas que desemboque en una democracia representativa al estilo occidental.

La China de los últimos 100 años es la prueba de lo contrario. Contra lo que mandan los cánones del liberalismo, la caída del imperio Qing en 1911 y la fundación de la República de China no conllevó al nacimiento de un capitalismo liberal pese a que todas las condiciones «objetivas» para ello estaban sobre la mesa. Hubo que esperar hasta los ochenta, tras el proceso de acumulación maoísta (que desvió excedentes de la agricultura a la industria), para que China despegara.

Paradójicamente, ha sido el PCCh y su «economía socialista de mercado» (eufemísticamente presentada como «socialismo con características chinas») el que ha logrado que China sea la segunda potencia mundial y pise los talones a EEUU.

Y lo ha hecho en treinta largos años en los que, de momento, brillan por su ausencia las urgencias de China por importar modelos políticos exógenos.

Así las cosas, no resulta extraño que tantos sinólogos (expertos en China) se hagan un galimatías. De un lado, admiran a los sectores alineados con Jiang Zemin por su apuesta clara por las reformas económicas liberales, pero le detestan por su rechazo a importar políticas ajenas. En la misma línea, animan a los reformistas como Hu Jintao por sus promesas de aperturismo político pero recelan de la defensa que hacen de fórmulas correctoras (socialdemócratas) de la desigualdad en un intento de frenar la eventual nostalgia de parte de la sociedad por el maoísmo.

Conservador ¿para preservar qué? Reformista, pero ¿para ir hacia dónde? Son preguntas en cuyas respuestas no parecen coincidir los chinos y los sinólogos. ¿La culpa? De los chinos, por supuesto.

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