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ANÁLISIS | CITA EN CÁDIZ

La Cumbre Iberoamericana, en un cambio de fase histórica

La cumbre que comienza hoy en Cádiz simboliza un cambio de fase dentro de las relaciones iberoamericanas. El autor, conocedor de los procesos políticos latinoamericanos, analiza los diferentes puntos de partida de los actores presentes.

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Iñigo ERREJÓN Doctor e investigador en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid

Las cumbres iberoamericanas se diseñaron en un momento geopolítico anterior, marcadamente distinto al actual: los gobiernos latinoamericanos, atenazados por la deuda, eran seguidores obedientes de las recetas de ajuste estructural impuestas por el Fondo Monetario Internacional -en lo que ahora conocemos como la «década perdida de América Latina»; la Unión Europea crecía como polo económico global y referencia política y el Estado español jugaba un doble papel de mediador de los intereses americanos ante la UE -y viceversa- y de valedor político de los intereses de «sus» multinacionales. Estas, ganaban un enorme espacio de negocio e influencia política gracias a la compra de importantes sectores energéticos, de telecomunicaciones, obras públicas o sistemas de pensiones, que los gobiernos del sur privatizaban al dictado de las instituciones financieras internacionales. Además, el propio diseño y los criterios de pertenencia estaban marcados por una lógica de colonialidad apenas disimulada.

Así, las cumbres eran encuentros entre presidentes y jefes de Estado de la península y Latinoamérica, marcadas tanto por la cordialidad como por el rol predominante del Estado español, en las que se fortalecían las relaciones bilaterales entre países y se fijaban agendas regionales, bajo la preminencia del norte. La edición que tendrá lugar en Cádiz entre hoy y mañana, sin embargo, no va a seguir este patrón. Y esto ocurre por diferentes motivos.

Procesos de integración. La profunda crisis económica y política que amenaza y pone en cuestión el proyecto de la UE debilita obviamente su posición e incluso su ascendente como referencia política y cultural. Al mismo tiempo, el avance de los diferentes procesos de integración regional latinoamericana, que sí se han revelado como espacios pertinentes para el encuentro de estados soberanos -Unasur y Mercosur fundamentalmente, pero también la CELAC y el ALBA en menor medida- y la emergencia de nuevas potencias en el sur, con Brasil a la cabeza, modifica el equilibrio de poderes y amplía el tablero geopolítico.

Los marcados esfuerzos por lograr la presencia de Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, son muy significativos. También la exclusión del Ejecutivo golpista de Paraguay, ante la amenaza de no asistencia de la mayoría de presidentes. Cristina Férnandez de Kirchner, José Mugica y Hugo Chávez parece que finalmente no estarán, pero sí Rafael Correa y Evo Morales. Los mandatarios de la izquierda nacional-popular latinoamericana, que hace años llegaban como raras avis a estos eventos, hoy acuden arropados por una orientación posneoliberal que, con diferentes acentos e intensidades, marca ya un horizonte general mayoritario en toda la región.

Por último, pero con especial importancia hacia el Estado español, el poder alcanzado por las multinacionales bajo su protección se ha visto reducido conforme los gobiernos progresistas de la región recuperaban ámbitos estratégicos de la soberanía nacional para ponerlos al servicio de las necesidades sociales. Tras las grandilocuentes protestas del Ejecutivo español, jaleado por el oligopolio mediático de la derecha en los últimos casos de la recuperación argentina de YPF y boliviana de Transportadora de Electricidad, propiedades de Repsol y Red Eléctrica respectivamente, se esconde a duras penas la pérdida de capacidad de amenaza e intervención.

Crisis frente a ampliación. El Gobierno español ha elegido la ciudad de Cádiz para la celebración de la cumbre para conmemorar la Constitución de 1812, que se quiere convertir en hito democrático y de soberanía popular, y referencia de un proceso que abrió las puertas a la independencia de las colonias latinoamericanas. Sin embargo, los mandatarios latinoamericanos no se van a encontrar un Estado en refundación democrática, sino sumido en la fractura social, la rendición de soberanía a la troika y el Gobierno alemán, y la crisis de las élites y el modelo de Estado (territorial, de representación política y consensos, de proyecto de desarrollo, de acuerdo y articulación social) del régimen de 1978.

Mientras tanto, con dificultades y contradicciones, Latinoamérica está inmersa en una senda general de ampliación demo- crática, crecimiento económico y desarrollo social. El objetivo declarado de la cumbre es «buscar salidas conjuntas a la crisis», pero esta afecta de manera muy diferente a los países asistentes. Paradójicamente, esta vez son las antiguas colonias las que llegan exhibiendo independencia y la vieja metrópoli anfitriona la que se muestra en crisis orgánica y una condición de protectorado de facto. Esta cumbre, con el pesimismo del norte y el optimismo del sur, expresa un cambio de fase histórica.

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