GARA > Idatzia > Kultura

CRíTICA: «César debe morir»

Cada preso lleva dentro un actor que lucha por salir

p051_f01.jpg

Mikel INSAUSTI

Nunca hay que dar por enterrados a los grandes cineastas del pasado, porque en cualquier momento el genio dormido puede volver a despertar. Los octogenarios hermanos Taviani nos regalan una gran obra maestra, cuando ya poco o nada se podía esperar de ellos. Es como si de golpe se hubieran quitado cincuenta años de encima y empezaran de nuevo su carrera, al igual que cuando dirigieron su primer documental «L'Italia non è un paese povero» y su primera ficción «Un uomo da bruciare». Aquellas películas de principios de los 60 fueron rodadas en el mismo blanco y negro que luce en su mayor parte «César debe morir», docuficción que conecta con una estética neorrealista más pujante que nunca.

El cine italiano ha vuelto a ser consciente de su pertenencia al neorrealismo a raíz del éxito internacional de «Gomorra», y no me parece ninguna casualidad que los Taviani hayan contado con Salvatore Striano, uno de sus actores. Tenían todo el derecho a incluirle en su película carcelaria, ya que antes de darse a conocer mediante la interpretación había cumplido una larga condena. Su experiencia era necesaria para el comprometido papel de Bruto, alrededor del cual giran el resto de personajes históricos de la tragedia de William Shakespeare «Julio César».

Los demás internos de la prisión romana de máxima seguridad de Rebibbia que participan en la función teatral, todos ellos encerrados por delitos graves, demuestran unas dotes expresivas innatas, basadas en un naturalismo que encuentra su fuerza en la utilización de los respectivos dialectos de procedencia. Esos acentos tan marcados, unidos a unos rostros dignos de un casting de Pasolini, además de poseer autenticidad dan a la representación ese aire del mejor y más trascendente cine de gángsters. Responden al perfil de los secundarios con los que siempre han soñado Martin Scorsese o Abel Ferrara. Pero el problema es que para contar con ellos hay que ir a prisión, como lo han hecho Paolo y Vittorio Taviani.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo