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Fermin Munarriz Periodista

Laureles de senador

Al senador navarro José Ignacio Palacios parece gustarle el ambiente cuartelero. Hace unos días le invitaron en Madrid a la imposición de la Cruz Laureada de San Fernando a un regimiento por su actuación en la batalla de Annual (¡en 1921!) y, embelesado porque «España siempre reconoce a sus héroes», decidió obsequiar un artículo a la ciudadanía. El político del PP, soltero casto y de misa diaria, creyó oportuno recordar que Nafarroa también obtuvo dicho ornamento en el escudo por su contribución al golpismo. Y no escatimó hojitas de laurácea en el guiso.

La Laureada fue otorgada por Franco por la ayuda de requetés, falangistas y otros voluntarios en su campaña del norte, en particular contra los gudaris e izquierdistas que defendían la libertad y la democracia en los frentes de Gipuzkoa y Bizkaia. Más de ocho mil navarros tomaron parte en aquellas escabechinas, que comenzaron en casa, fusilando a más de tres mil paisanos en cunetas y tapias de cementerio. Tal vez por eso, en la provincia siempre se han conocido los laureles del dictador como «la berza», por aquello de no nombrar al diablo.

Para Palacios, en cambio, «se premió el heroísmo» y la «contribución de Navarra a esa contienda». Ignorando las matanzas de civiles que cometieron aquellos voluntarios en su propia tierra, lejos del frente, el senador exalta con orgullo el alto número de conmilitones muertos en combate en otros lares al servicio de lo que él llama, con pía deferencia, «el Alzamiento». Por ello, remata (lo digo sin doble intención) que «la concesión de la más alta y preciada condecoración militar española no fue un regalo, pues Navarra cumplió sobrada y ampliamente todas las condiciones».

Soy consciente de que es un tema fatigoso como saco de huesos al hombro, pero creo que no hay que pasar por alto ni una sola de las apologías del fascismo que realiza la derecha española, todavía hoy, y poner enfrente un espejo. Esto no se toleraría en ningún otro país que haya superado una guerra y una dictadura brutal como la de los amigos de Palacios. Aquí el senador sigue en libertad. Y precisamente cuando su partido impulsa una campaña para perseguir a sus opositores políticos bajo el pretexto de las leyes de Símbolos y de Víctimas del Terrorismo.

Ya lo dijo Hemingway: el fascismo es una gran mentira contada por un matón.

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