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Raimundo Fitero

Leblanc

Ha muerto uno de esos cómicos históricos. Con noventa años, los últimos treinta en condiciones físicas muy lamentables debido a las secuelas de un grave accidente de carretera, Toni Leblanc será hoy conocido por una inmensa mayoría por sus intervenciones en las películas de Santiago Segura como padre de Torrente. Pero sus más de cien películas le convierten en uno de los actores cómicos que más influencia tuvieron durante los largos años de la televisión en blanco y negro donde él aparecía cada fin de semana creando personajes de esos que se convierten en legendarios, que con sus frases hechas, sus modismos, alcanzan la calle y se incorporan al habla común, definiendo estados de ánimo. Recordar ahora sus incursiones televisivas es casi una añoranza por unos tiempos televisivos en donde el humor tenía algo de fuste pese a la férrea censura imperante. En los que los personajes se fundamentaban en buenos guiones, y en construcciones interpretativas, no en muecas y sal gruesa para aderezar una retahíla de chistes malos. Y en un programa de Toni Leblanc de aquellos años, aparecía ofreciendo tres o cuatro personajes, algunos de ellos fantásticamente construidos, desarrollados y dialogados que se quedan, aunque fuera a base brochazos como reconstrucción periférica de una realidad social ocultada.

Seguramente las televisiones recordarán al cómico con sus filmes más reconocibles, especialmente «Los tramposos», una crónica gris de unos tiempos grises, pero sería de agradecer que TVE fuera a sus archivos más mohosos y rescatara algunos de aquellos programas, los colocara en un espacio acotado y con continuidad, para que se estudiara la capacidad del actor y cómico y su equipo para hacer un humor asequible, pero no simplón, que cosechaba magníficas audiencias. «Del gimnasio a la casa de campo», era la frase reiteradamente dicha por un sonado boxeador, o «mi padre tiene un barco mecachis en la mar», la de un niño repelente. Frases que quedan en la memoria de un televidente tipo, que disfrutaba mucho con sus ocurrencias o con sus músicas como aquella de un tango que decía «pebeta, me robaste la chaqueta, me dejaste sin un real..» y así sucesivamente.

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