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Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

No se hizo la miel para la boca del asno

La mayor parte de los análisis sobre las elecciones catalanas coinciden en destacar que el líder de CiU se disparó en un pie al convocar unas elecciones tras las que habría salido totalmente trasquilado.

Dejando a un lado la más que discutible tesis que insiste en su derrota -50 diputados y un millón largo de votos, más del doble que la segunda fuerza, para más señas independentista-, conviene pararse a analizar la cuestión del harakiri del president. Vayamos por partes.

Artur Mas venció en las elecciones de 2010 con un programa basado en los recortes sociales y en la negociación con Madrid del pacto fiscal. El primer punto lo ha cumplido a rajatabla, para desgracia de las clases populares catalanas.

El segundo quedó completamente eclipsado por el empuje del soberanismo, evidenciado en las calles de Barcelona en la Diada.

Más allá del debate sobre la sinceridad de su apuesta o de su instrumentalización -más discutible aún-, Mas cambió de raíz el rumbo, alineándose a favor de un referéndum. Y, como corolario democrático, decidió pedir el refrendo en las urnas a su giro. Pidió, claro, una mayoría excepcional, lo que no le distingue del resto de los políticos. ¿O hay alguno que pida que solo le vote una minoría mayoritaria?

No lo ha logrado, pero hay que reconocer que, al margen de la opinión que merezca su credo neoliberal, su comportamiento ha sido esquisítamente democrático.

No como el de los que, PP-PSOE, primero mienten en campaña y luego se ciscan en el electorado negándose a que opine sobre sus giros de 180 grados. Es lo de la miel y el asno. Háblales de democracia a los que quieren que todos lleven su mismo bozal.