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CRíTICA: «Astérix y Obélix: Al servicio de su Majestad»

Falsos y aburridos tópicos de la historia europea

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Mikel INSAUSTI

Todos los aficionados al fútbol saben muy bien que cuando un equipo cambia de entrenador y jugadores cada temporada algo anda mal. Esto es exactamente lo que está sucediendo con la franquicia «Astérix y Obélix» en su versión de imagen real, ya que los derechos sobre los cómics de Gosciny y Uderzo han ido pasando de unos productores a otros, con la consiguiente inestabilidad. El resultado es que esta cuarta entrega de las aventuras de los irreductibles galos estrena a su tercer Astérix (Edouard Baer) y a su cuarto César (Fabrice Luchini). Menos mal que Obélix (Gérard Depardieu) se mantiene como único símbolo de continuidad, aunque el veterano actor también ha estado a punto de renunciar, siendo lo único que le ha convencido in extremis un ventajoso contrato de 1.200.000 euros fijos, más un porcentaje sobre la recaudación.

Hay un problema de fondo presupuestario, puesto que son películas demasiado caras para el cine europeo, y más aún con la crisis. La anterior entrega costó 78 millones de euros, por lo que para «Al servicio de su Majestad» ha habido que recortar gastos hasta dejar la inversión en 61 millones. La industria de cine francesa no se los puede costear, así que se ha acudido al régimen de coproducción con otros países europeos. He ahí la razón por la que en el reparto aparece Tristán Ulloa haciendo de legionario borracho o Javivi de verdugo, quien protagoniza el gag más gracioso a lo Monty Python.

Por desgracia no abundan las situaciones divertidas, debido a que el humor se basa en anacronismos muy forzados, habida cuenta de que se ha querido aprovechar el 50 Aniversario Bond para introducir la figura de la Reina de Inglaterra en tiempos del Imperio Romano. Semejante dislate histórico va acompañado de los tópicos sobre las costumbres británicas, como el te de las cinco o los partidos de rugby. El pésimo doblaje al castellano termina de empeorarlo, al perderse la forma de construir las frases al revés o de incluir parte de la pregunta en las respuestas, juegos gramaticales que son sustituidos por el cutre acento de las parodias televisivas de Carlos Latre.

 

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