GARA > Idatzia > Mundua

Crónica | Desde Gaza

El Ejército israelí marca a tiros la zona que se comprometió a no hostigar

Los soldados israelíes siguen marcando a tiros la zona limítrofe a la frontera con Gaza. Bajo la excusa de la seguridad, usan sus armas para evitar que los agricultores trabajen sus tierras e imponer un área inaccesible. Los disparos constituyen una violación de la tregua firmada con Hamas en Egipto, donde Tel Aviv se comprometió a no hostigar a pescadores y campesinos, que llevaban una década sin pisar sus campos.

p017_f01-199x104.jpg

Alberto PRADILLA

«Hace casi doce años que no pisaba estas tierras». Khaled Qodeh, de 45 años, llega en una carreta tirada por un burro a sus terrenos ubicados en Khuza´a, una pequeña localidad cercana a Khan Younis, al sur de Gaza. Los nueve dunums (cerca de 9.000 metros cuadrados) de superficie que ha comenzado a arar junto a varios vecinos se encuentran pegados a la frontera con Israel, dentro de la denominada «buffer zone», un área que, pese a no estar delimitada por ningún acuerdo, Tel Aviv ha mantenido fuera del alcance de los vecinos. El acuerdo de tregua firmado entre el Gobierno israelí y las organizaciones palestinas el pasado 21 de noviembre incluía el compromiso hebreo de no hostigar «los movimientos» de los ciudadanos de la Franja «ni a los residentes en las zonas fronterizas». Tras la firma, quedaba pendiente concretar cómo se garantizaría el pacto. Hasta ahora, sin embargo, los militares israelíes siguen usando sus armas para imponer su propia delimitación.

«Creí que nunca regresaría», asegura Qodeh, con cara de resignación. Durante la segunda Intifada, Israel comenzó a cerrar el cerco sobre Gaza como un primer ensayo del bloqueo. En medio, la «buffer zone» o zona de seguridad, donde no puede acercarse nadie y que ni siquiera estaba delimitada. Bajo el argumento de prevenir los ataques palestinos, Tel Aviv achicó espacios arbitrariamente. Muchos campesinos, en Khan Younis, Rafah y otros puntos fronterizos, perdieron sus haciendas. «Era muy peligroso, nos disparaban en cualquier momento», relata Rami, otro afectado.

Tras más de una década con los campos delante de sus narices pero sin poder poner un pie en ellos, la tregua de hace dos semanas les permitió regresar. Los primeros días, de forma masiva. Aunque los riesgos se mantienen, ya que los israelíes ignoran lo pactado y siguen disparando. Como aviso, tiros al aire. Luego, a los pies, que a veces se desvían. En algún caso, contra la maquinaria. Este mismo proceso se repite en los barcos que tratan de faenar en la costa de Gaza. Con ellos, el procedimiento es el siguiente: cañones de agua, disparos al motor y arresto. Un total de 14 pescadores siguen detenidos desde el sábado.

Protegidos por activistas

Son las 12.00 y los siete agricultores comienzan a sembrar el trigo. Junto a ellos, tres internacionales, ataviados con petos amarillos. Ahmed Abu Reda, otro de los vecinos, se afana con el tractor. Por cada dunum, sacarán un beneficio anual de 200 shekels (unos 40 euros al cambio). La tierra está seca, llena de matorrales. Se nota a primera vista que hace tiempo que nadie la trabaja. Frente a ellos, la valla. Y detrás, los campos ubicados en el Estado israelí. Verdes, bien cuidados, como debería de ser. Allí se repite una de esas ironías grotescas que tanto abundan por aquí. Un total de 500 dunums de esos campos tan bien trabajados pertenecían a la familia del propio Khaled Qodeh. «Tengo los documentos», protesta.

Pasados 20 minutos aparece un primer carro de combate. Avanza despacio a través de una pequeña trinchera de tierra establecida frente a la torreta. Sin previo aviso, del vehículo bajan dos soldados y realizan cuatro disparos al aire. «Son civiles trabajando la tierra, no disparéis», responde un activista desde el megáfono. Los agricultores, que no las tienen todas consigo, se retiran al camino contiguo. Solo queda Abu Reda con su tractor.

Durante media hora, apenas se escucha el sonido del apero. «Cuando termine, volverán los otros», dice Khaled Qodeh. Casi como si le hubiesen escuchado, los soldados vuelven a apretar el gatillo. Primero, dos disparos. Luego, otros cuatro. Se acercan tres jeeps más, así que los palestinos dan marcha atrás. Se acabó el trabajo por hoy. Son las 12.50 y apenas han tenido tiempo para labrar unos cincuenta metros cuadrados. Y eso que lo de ayer fue «tranquilo». Hace dos días, un agricultor resultó herido en la pierna. Hace tres, dispararon sobre el tractor. Sin embargo, hoy regresarán. Nadie se ha puesto en contacto con ellos ni les ha dicho los términos del acuerdo. Todavía está por ver la letra pequeña. Así, labrando, intentan recuperar el terreno arrebatado.

 

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo